La chica que es buscada

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Luján percibió su sobresalto un momento antes de que abriese los ojos

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Luján percibió su sobresalto un momento antes de que abriese los ojos.

Estaba tan acostumbrado a la forma en que se presentaban las visiones de Roma que sabía cuando estaba "aquí" y cuando a pesar de tener los ojos abiertos todavía no "llegaba".

Luján tocó sus brazos tensos que se apretaban a la altura de su pecho, como si hubiese estado sosteniendo algo. Luego le apartó el cabello del rostro y acarició sus mejillas con cuidado.

Los ojos de Roma, puestos en el techo, "volvieron" poco a poco. Se enfocó en el tiempo y lugar y notó a Luján. Sostuvo las manos que estaban sobre su cara y se demoró unos segundos más en sentarse. Parecía buscar algo.

Luján le tendió su diario de sueños y ella comenzó a escribir enseguida. Estaba apurada.

Para darle algo de tiempo a Suhail, Luján decidió pasar por el apartamento de su mejor amiga. Le regaló un postre con fresas a Meissa, a quien tenía en la mira como una posible "cuñada", le pidió a Roma que le mostrase las bonitas prendas bordadas para otra ronda de alabanzas que la tuvo sonriendo con orgullo y luego vieron una película.

No era muy buena. Supo que Roma se había dormido cuando sintió el peso en su hombro. Decidió recostarla y cambiar la película.

No había dormido tanto, pero por lo que escribía, debió tener un sueño más completo de lo normal.

Sólo supo de su error cuando Roma le mostró las notas. Tenía una página entera llena de tachones, líneas medio borradas, flechas y círculos que englobaban algunas palabras.

Las frases eran inconclusas en su mayoría.

"Estábamos corriendo por el barro. Tenía que llegar a un lugar rápido. La multitud seguía cerca. Uno ya se había quedado atrás"

"Una gran luz naranja y amarilla"

"Hacía calor y frío a la vez"

"Estaba sosteniendo algo contra mi pecho"

"No lo podía soltar. No lo debía soltar"

"Estaba justo al frente, pero yo nunca llegaba"

"Olor a comida y una canción de cuna"

La última le resultó la que estaba más fuera de lugar y no dudó en señalárselo a Roma, quien sacudió la cabeza y le contestó mediante gestos:

"Yo tampoco entiendo por qué pasé de una cosa a la otra así"

Cuando todavía estaba ubicándose por completo, con el diario ya guardado bajo su almohada y el televisor apagado, Meissa tocó la puerta del cuarto. Roma le dijo que podía pasar y se apresuró a recogerse el cabello para que no fuese un desastre de rizos sobre su cabeza.

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