El demiboy que busca a alguien

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Por suerte, no estaban demasiado lejos del edificio, así que pudieron caminar de vuelta sin mayor problema cuando decidieron que era suficiente

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Por suerte, no estaban demasiado lejos del edificio, así que pudieron caminar de vuelta sin mayor problema cuando decidieron que era suficiente. Esto fue, para ser exactos, cuando Roma empezó a cabecear y se acurrucó con París.

Dorian llevó a una Roma medio dormida en su espalda y Meissa sostenía la mano de París, que no paraba de mirar hacia todas partes con la curiosidad de un niño.

Suhail era el encargado de Luján. Y era la tercera vez que debía sostener el cuello de su camiseta y jalarlo para que siguiese caminando.

—¿Ahora qué te pasa? —le gruñó cuando no logró que avanzase esa vez.

Luján hacía un sonido de "ps, ps, ps, ps" y chasqueaba los dedos. Un gato saltó desde alguna parte a la calle y dio un par de pasos hacia él para luego detenerse y observarlo de esa manera particular que tenían los gatos, que daban a entender que eras juzgado.

—Gatito sin correa es de quien lo vea —le "explicó" a Suhail, muy serio.

—Tiene correa.

—No tiene.

—Que sí.

—¡No!

Resultó que no tenía. Luján lo atrapó entre los brazos cuando se acercó lo suficiente y siguió caminando felizmente. Suhail sostenía el cuello de su camiseta.

A una calle del edificio, Luján emitió un sonidito de protesta y susurró algo.

Suhail se giró, resignado. Iban casi dos metros detrás de los demás.

—¿Ahora qué?

—Pipí.

—¿No puedes espe…?

Luján negó, puso al gatito en sus brazos y llevó las manos a su pantalón, justo antes de que Suhail lo apartase y se quejase.

—¡Quiero cambiar de ebrio! ¡Dorian, ven aquí! ¡Yo llevo a la que se durmió!

Así, acabó con una Roma medio dormida en su espalda, mientras Dorian acompañaba a Luján a un callejón. París se acercó para curiosear y encontró divertidísimas las indicaciones de Dorian de "no, sostenlo bien" y "no, no apuntes ahí".

—Hacer de pie suena divertido —Fue lo que les dijo París cuando caminó de regreso con ellos.

Dorian llevaba a París de un brazo y a Luján del otro. Parecía resignado al extremo. Sus zapatos y su pantalón estaban salpicados.

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