Realidad

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Realidad





— Ya tengo que irme. —gimió Harry.

— Cinco minutos más.


Luego del asentimiento de Harry, Severus le apretó todavía más. Le gustaba tanto tenerlo así, envuelto en sus brazos y piernas sin darle casi ni espacio para moverse. El chico no parecía incómodo, al contrario, se le veía disfrutando agradablemente de su prisión.


"¿Qué me pasa con él?" Se cuestionó Severus hundiendo su rostro en el cuello de Harry. "Cada día me cuesta más dejarlo ir... ¡Lo quiero a mi lado, lo quiero para mí... lo quiero!"


Sintiendo que jamás podría manifestar esas palabras oralmente, Severus seguía besándole con suavidad, recorriendo lentamente la curva de su cuello y mandíbula. Concentrándose en saborear la piel de Harry, ansioso de poseer algo más. Su entrepierna volvía a ser víctima de la cercanía del ojiverde hasta el punto de dolerle si no hacía algo pronto.


Harry sintió algo duro clavándose en su espalda. Abrió los ojos con espanto al saber de lo que se trataba, fue inevitable que sus músculos se tensaran al notar que Severus pegaba más su cuerpo al suyo.


— ¿Profesor?

— ¡Te deseo, Potter!... No es algo que pueda evitar que suceda.

— Pero...

— No pienso obligarte a nada, pero ahora quédate quieto... sólo unos minutos.


Harry dejó escapar el aire de sus pulmones. Él también deseaba saber lo que se sentía que alguien como Severus Snape le hiciera el amor. Tan sólo de imaginar que eso que acariciaba su espalda se hundiera dentro de él le hacía estremecerse. Cerró los ojos y se dispuso a enterarse lo que su Profesor planeaba hacer.


Al sentir que el chico se relajaba dándole el permiso de actuar, Severus bajó sus manos envolviendo la cintura de Harry y acomodándolo suavemente le apretó contra él. El ojiverde gimió al sentir como el miembro de Severus se clavaba entre sus glúteos... Aún a través de las telas, Harry estaba convencido que aquello hubiera dolido mucho si se encontrara dentro de él... aunque también seguramente provocaría un enorme deleite.


El Gryffindor se dio cuenta que su propio miembro también despertaba, pero le avergonzaba admitirlo, por lo que, por más que sus manos ansiaran ayudarse a desfogarse, permanecieron sobre las de su Profesor en su cintura.


Fueron algunos minutos en los que Harry creía morir de excitación al sentir al Profesor respirando agitado en su oreja mientras se movía cadenciosamente detrás y le atraía delicadamente por su cintura. Una y otra vez, simulando candentes embestidas, Severus se estimulaba con la silueta de Harry, imaginándose haciéndolo suyo, hasta que por fin, en un certero orgasmo, exhaló hondo en el cuello del chico y descargó toda su sustancia entre los dos.


Harry no podía más, sentía que también estaba a punto de estallar y no quería hacerlo así. Ansiaba unas manos o una boca que lo ayudara y le recibiera... y ante esos pensamientos, la cara se le enrojeció. Debía irse o de lo contrario, terminaría suplicando algo de lo que no estaba seguro que podía hacer.


Severus le vio marcharse en medio de la confusión, quiso detenerlo pero le fue imposible. Bajó la mirada entristecido, tal vez había presionado demasiado, y si lo perdía... No, no quería pensar eso. Inexplicablemente dolía tan sólo de hacerlo.



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Ron y Draco se separaron rápidamente cuando escucharon que alguien tropezaba con un bote al acercarse a donde estaban ellos. Sus mejillas aún se encontraban sonrojadas cuando vieron a un Auror inclinarse hacia donde estaban refugiados.


— ¿Necesitan ayuda?

— No. Estamos bien. —respondió Ron poniéndose de pie.

— Bien, deben ir hacia Las tres escobas. El Director de su colegio ya fue notificado y se encuentra en camino para llevarlos de regreso.


Los dos chicos asintieron y en completo silencio obedecieron las instrucciones del Auror. Cuando llegaron, Ron se apresuró a acercarse hacia Hermione, olvidando temporalmente a Draco al notar que su amiga estaba herida.


— ¿Qué te hicieron? —preguntó angustiado.

— No te preocupes, no fue nada grave.

— Lo siento mucho, Hermione, no debí dejarte sola.

— Ya te dije que no fue nada, Ron. Y no estuve sola.


Ron volteó hacia donde Hermione miraba, vio cómo una mirada se cruzaba entre ella y Blaise Zabini quien dejaba de poner atención a la plática con sus amigos para sonreír suavemente a la castaña.


— ¿Estuviste con Zabini?

— Nos ayudamos mutuamente. No creí que supiera tantos hechizos. —respondió admirada—. ¿Y ustedes? —agregó mirando a Draco quien permanecía unos pasos detrás, en silencio y sin moverse—. ¿Estuvieron juntos?


La inocente pregunta de Hermione los sobresaltó, pero la suerte les ayudó a que la chica no lo notara. La oportuna llegada de Dumbledore evitó que requiriera de alguna respuesta. Draco y Ron intercambiaron una fugaz mirada que enseguida desviaron para acercarse hacia donde Dumbledore daba instrucciones para el regreso al castillo en las carrozas del colegio.


Blaise llamó a Draco para que regresara con ellos, por un instante dudó, miró nuevamente a Ron sin saber exactamente qué era lo que buscaba, pero ante la evasiva del pelirrojo no le quedó más remedio que suspirar y reunirse con los Slytherin.


Corazones clandestinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora