Sospecha

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Sospecha




La respiración no le bastaba para llenar sus pulmones de aire. En sus manos ya no habían restos de ninguna raíz y ahora sus uñas, a pesar de lo cortas que eran, se enterraban fuertemente en sus palmas.


¿Qué era aquella ansiedad tan grande? Harry no tenía idea de porqué tenía ese doloroso malestar en la garganta, esas ganas de interrumpir lo que sucedía en la alacena y de conseguir, a base de lo que sea, volver a quedarse solo con Snape.


Dio un paso cuando por fin se decidió a hacer algo, pero un ruido lo detuvo. Se quedó de pie viendo como ambos hombres salían al fin.


Severus lucía como siempre, no había en él ninguna señal que delatara lo sucedido, miraba al licántropo con la misma indiferencia que acostumbraba. En cambio Remus, mostraba unas mejillas que no podían disimular su rubor y sonreía tontamente, por lo menos eso pensaba Harry. Odió la risa cristalina y suave del que fuera amigo de sus padres.


— ¿Entonces nos vemos luego, Severus? —preguntó Remus en un tono que se escuchaba odiosamente confidencial.

— Ya sabes que sí, te estaré esperando.


Remus enfatizó aún más su tenue sonrisa y Harry sintió un fuerte apretón en su estómago. Al pasar su Profesor de Defensa a su lado y amistosamente revolverle un poco el cabello, Harry no pudo hacer otra cosa que mirarlo con profunda seriedad. La confusión que sentía le impedía responderle a su sonrisa.


Siguió a Remus con la mirada y hasta que no desapareció y observó que la puerta había quedado cerrada fue que giró rápidamente su cabeza hacia Snape con sus verdes ojos destellando ira. El Profesor sonreía con cinismo mientras con aparente descuido se lamía discretamente la comisura de sus labios, en sus ojos se podía vislumbrar la satisfacción de apreciar la furia intensa del ojiverde, dando la impresión de estarse conteniendo por no lanzársele a golpes.


— ¿Algún problema, Potter? —preguntó sin dejar de lado su cinismo—. Me da la impresión de que está molesto por algo.


Por unos segundos Harry sólo se limitó a mirarlo, podía responder de muchas formas, pero la que más le gustaría ameritaba expulsión, así que conteniendo sus deseos negó con la cabeza y volvió a sentarse notando como definitivamente aquellas raíces no tenían ningún remedio.


— Ya puede irse, Potter. Mañana venga abrigado, iremos al bosque a reponer los ingredientes que ha echado a perder.


Sin aún poder contener la rabia que sentía, Harry se puso de pie agresivamente y luego de mirar a su Profesor por demás amenazante, salió sin dejar de apretar los labios para no dejar escapar todas aquellas palabras que seguramente le darían al hombre el gusto de saberlo morirse de celos... porque sí, eran celos, ¡eran los celos más agudos de su vida!


Luego de ver marcharse a su alumno, Severus de deshizo de su mirada cínica y dejó salir un brillo parecido a la alegría, apenas podía reprimir la cálida sensación de saber que el chico estaba hirviendo de coraje, un coraje que se traducía en celos, y eso, por supuesto que tenía que ser amor.




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Harry llegó a su habitación y pateando logró quitarse sus zapatos para enseguida tirarse boca abajo sobre su cama, ahogando en la almohada un grito de frustración que llamó la atención de su mejor amigo.


— ¿Estás bien?

— ¡Lo odio! —gruñó sin apartar su cara de la almohada, Ron tuvo que acercarse para poder entenderle.

— ¿A quién? ¿A Snape?

— ¡¿A quién más?!... ¡Es un imbécil, lo odio!

— Supongo que sigue haciéndote la vida imposible en sus detenciones ¿verdad?


Harry no respondió, pero tomando su almohada se cubrió la cabeza con ella y volvió a ahogar un grito de rabia en el colchón. Ron exhaló cansado y comprendiendo que su amigo no tenía ganas de hablar, regresó a su cama, aunque a él también lo perseguían pensamientos atormentadores, sobre todo imágenes de hermosos ojos grises mirándole deseosos.


Bajo la almohada, Harry apretaba los labios para no llorar, había prometido no volver a hacerlo y tenía toda la intención de cumplirlo. Odiaba sentirse tan mal por la simple posibilidad de que hubiera algo entre Remus y Snape, en todo caso era algo que no le debería de importar... ¡Pero claro que le importaba!

Corazones clandestinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora