La sentencia

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La Sentencia





Un rayo esmeralda fue desviado por otro de procedencia desconocida. Voldemort gruñó al ver cómo su enemigo se salvaba por muy poco. El movimiento puso a Harry en alerta y girándose hacia quien intentaba asesinarlo desde que era un bebé, blandió su varita dirigiéndola hacia él.


— Así que ahora atacas por la espalda, Voldemort. —comentó Harry arqueando una ceja, ocultando perfectamente la inquietud que sentía.

— Vamos, Potter, esto no es un duelo escolar, y ya me estoy hartando de ti.

— ¿Apenas?... Yo hace mucho tiempo que siento mi paciencia agotada, creo que esta vez no me iré dejando nada pendiente.

— ¿Te sientes muy poderoso? —cuestionó mordaz—. ¡No eres nadie, niño!

— Por algo no has podido aún conmigo.

— Piensa lo que quieras, pero a ese me lo dejas aquí. —ordenó señalando a Draco.

— Ah claro, ahora resulta que te gusta mi novio. —dijo riéndose burlón.

— ¡Es mío, y no presumas esa relación en la que no cuentas con ninguna exclusividad!... Draco Malfoy resultó tan promiscuo como el padre. Creo que de nada te sirvió cursilerías sobre respeto y esperar, el chico tenía prisa en experimentar con otros.

— ¡Cállate, no voy a permitir que lo ofendas!

— Es la verdad, Potter. Y como yo no podía quedarme atrás, ahora puedo decir que no me equivoqué al presentirlo tan delicioso.


Harry y Lucius palidecieron al escuchar las lascivas palabras de Voldemort, pero fue el rubio el primero en reaccionar. Olvidándose del miedo que siempre le inspiraba quien fuera su Amo, se volvió hacia él apuntándole directamente. Los ojos rojos se fijaron burlones en Lucius, sin amedrentarse por su actitud.


— Tú me lo habías prometido desde siempre ¿porqué ahora reaccionas de esa manera?

— ¡Él no debió jamás pasar por eso! —gritó y su voz se escuchaba temblorosa de rabia.

— Es conmovedor ver que querías librar a tu hijo de tener tu mismo destino, Lucius. —se burló Voldemort—. Pero es una lástima que no pudiste conseguirlo... ¡El chico es mío y se queda aquí!

— Me temo que te equivocas, Tom.


Voldemort se giró sonriente a mirar a su enemigo de toda la vida. Dumbledore le apuntaba ahora también, atrás de él quedaron varios mortífagos caídos que habían intentado evitar que se acercara.


— Como siempre de entrometido, Dumbledore.

— Siento importunar tus planes, pero debo regresar a tiempo para las clases de mis alumnos, así que no perdamos más minutos en charlas. Nos vamos, y nos llevamos a Draco Malfoy con nosotros.

— Algún día nos veremos las caras nuevamente.


Voldemort enfatizó su mueca parecida a una sonrisa y volvió a mirar a Harry, jugó con la mano que sostenía la varita, como si en cualquier momento se dispusiera a lanzar el hechizo mortal, tal vez era mejor terminar con todo de una vez. Sin embargo, lo que pasó fue que desapareció en un parpadeo. Aun así, Harry continuó apuntando hacia el lugar donde antes estuviera el mago oscuro, temblando de rabia por no haberlo destruido luego de enterarse lo que le hiciera a Draco, el Avada que había pensado enviar quedó retenido en su varita.


Finalmente bajó su arma y se acuclilló junto al rubio para llevarlo con él. Dumbledore fue acercándose, pero un par de pasos antes de llegar a donde estaba el ojiverde se detuvo.


— Ha sido una tontería lo que pretendías. —murmuró a la nada, sin dejar de ver hacia Harry quien ya se encontraba junto a Draco y su padre—. Hablaremos de esto más tarde... Severus.


Dumbledore continuó su camino. Aún sin romper el hechizo desilusionador, Severus permaneció sin moverse, su mano firme apuntaba aún hacia donde desapareciera Voldemort... Hubiera estado dispuesto a recibir cualquier maldición para Harry, lo prometió una vez y lo cumpliría.


Draco abrió los ojos unos segundos, pudo ver a Harry sonriéndole a pesar de que sus ojos se veían llenos de lágrimas, luego buscó a su padre y sorprendiéndose de notar que él sí dejaba escapar el llanto, volvió a cerrar los ojos. Creía saber el motivo de la indignación y tristeza y no podía soportarlo.


Unos ojos dorados les observaban en silencio mientras esposaba a los mortífagos atrapados. Remus no podía creer lo que había escuchado. Lucius había pasado por lo mismo que Draco. Sentía rabia, coraje, náuseas, sentía mucho dolor y no sabía cómo manejarlo.



Corazones clandestinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora