Descubiertos

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Descubiertos






Remus miró a los ojos castaños que le miraban enamorados, no podía creer que aquello estuviera realmente pasando y no se tratara de uno más de sus sueños. Sirius sonreía apoyando su frente en la del licántropo, sonriéndole más feliz de lo que había estado jamás en tu vida.


— Te amo, Moony.

— Sirius... no sé qué decirte.

— Dime que me amas también, Remus, dímelo y hazme el hombre más feliz del mundo.


Remus iba a hablar cuando algo llegó separando a Sirius de un jalón. El animago no tuvo tiempo de reaccionar antes de que un puño se estrellara en su quijada haciéndole perder el equilibrio. Los alumnos gritaron asustados por lo que veían e intentaron ponerse a salvo cuando el rubio y poderoso Lucius Malfoy apuntó al caído con su varita.


Remus quedó atontado de repente. Miró a Lucius como jamás le había visto en su vida, permitiéndose perder el garbo peleando como un muggle, el cabello revuelto y sus sensuales ojos refulgiendo de celos.


— ¡No sé quién demonios eres, pero te advierto que éste hombre es mío y yo no dudaré en matarte si vuelves a tocarlo!

— ¡Lucius Malfoy! —bramó Dumbledore llegando en el preciso momento en que Sirius se incorporaba para responder a la agresión—. ¡No voy a permitir peleas en este castillo, así que si quieres seguir contando con la protección de Hogwarts más te vale que te comportes o tendrás que abandonarlo!

— ¡No me amedrentas con eso, Dumbledore! —gruñó Lucius enfadado—. Ahora mismo me voy, de todos modos parece que ya nada de lo que hay aquí vale la pena.


Remus palideció al ver la mirada desilusionada que le envió el rubio antes de salir, con la barbilla levantada mostrando todo su orgullo Malfoy.


— ¿A dónde vas? —preguntó Sirius al ver que Remus se dirigía tras de Lucius.

— ¿Es que no han oído? ¡Se piensa ir y no puede, eso significaría su muerte!

— ¡Tanto mejor para todos!

— Entiende, yo no puedo permitir eso. —respondió apenado por tener que dejar a Sirius luego del beso, y enseguida giró para mirar al Director—. No debiste amenazarlo con eso, Albus, comprendo tu autoridad en el castillo, pero sería inhumano abandonarlo a la deriva.


Dumbledore asintió comprendiendo lo que el licántropo trataba de decirle, y remediando su error, pidió a Sirius que le acompañara para permitir que Remus acudiera al lado de Lucius e impedir que se marchara, él sería el único que podría conseguirlo. Sirius miró dolido como el ojimiel salía del salón con rumbo a las habitaciones de su rival... tuvo miedo de perderlo.



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Harry y Severus se habían marchado rumbo a sus habitaciones para continuar con aquel beso que despertara sus impacientes pasiones. Al quedarse solos, Blaise ayudó a Hermione a salir detrás de los setos donde habían logrado esconderse luego de escuchar que alguien llegaba. La chica aún continuaba pálida y temblaba, Blaise la cubrió con su abrigo aunque sabía que no era frío lo que su novia sentía.


— No puedo creerlo. —murmuró entrecortadamente—. Harry es novio de Draco... yo creía que le amaba y ahora resulta que sale con Snape y además espera un hijo suyo.

— También me cuesta creerlo, pequeña, pero parece que es verdad.

— ¿Lo sabías? —preguntó sorprendida de notarlo más tranquilo que ella.

— Hemos visto a Potter saliendo de las habitaciones privadas del Profesor Snape. —le confesó—. Hasta el momento no habíamos visto nada más, y nadie podía asegurar lo que pasaba en su interior, sin embargo era más que obvio... ahora tú y yo lo hemos comprobado.

— ¿Qué está pasando conmigo? —se reprochó Hermione—. Mi mejor amigo está metido en un enorme lío amoroso y no he estado ahí para ayudarle.

— No es tu culpa, Hermione, si él no quiso decirte sus razones tendrá y no puedes negar que las tiene. Draco aún es su novio ante el mundo y no podía andar divulgando que le engaña con su padrino.

— El Profesor Snape no debió meterlo en semejante situación. —bramó Hermione—. Él es un hombre maduro que debió razonar mejor las cosas y pensar más en Harry si realmente le ama, ahora por su culpa no quiero ni imaginarme en lo que sucederá cuando Draco se entere.

— Nadie dirá nada, Hermione. Mi casa no quiere problemas y callará, así que ellos pueden esperar hasta el momento en que lo consideren prudente para hablar. Supongo que no se tardarán mucho si están esperando un bebé.


El enojo de Hermione desapareció ante esas palabras, le fue tan dulce imaginar que su amigo pronto tendría en sus brazos un hijo propio que se le formó un nudo en la garganta ante la imagen de Harry sosteniendo un pequeñito bebé.



Corazones clandestinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora