Sacrificios por amor

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Sacrificios por amor






— ¡Suéltame!


Remus apretó los párpados como si de esa forma pudiera dejar de escuchar la orden de Lucius, no pensaba soltarlo ni aunque ambos terminaran perdidos en la nada. De pronto, cuando creyó que sus fuerzas le traicionaban y finalmente todo acabaría, algo se cercó en su muñeca con firmeza.


Abrió los ojos y vio a Sirius esforzándose por sacarlo del peligro, aún cuando él también estaba en una situación nada envidiable. Sirius ya era el único de los tres que podía poner los pies en el suelo, pero éstos se resbalaban incluso en lo áspero de la piedra, ni siquiera apoyándose en el barandal pensaba que lo lograría, y aunado ahora el peso de los dos hombres que sostenía, le era tremendamente difícil no terminar siendo succionado.


— ¡Dame tu otra mano, Moony! —pidió Sirius comprendiendo que no podría salvarlos a ambos.

— ¡No! —gritó Remus desesperado y apretando más fuerte a Lucius.

— ¡No podrás sostenerme más tiempo, Remus, suéltame ya! —intervino Lucius.

— ¡Que no!


Remus sentía ganas de llorar, le era imposible soltar a Lucius y abandonarle, pero si no lo hacía, a quien abandonaría era a Sirius... Tener que elegir entre uno de los dos era cuestión de vida o muerte y debía hacerlo rápido. Una de sus manos por fin empezó a aflojarse pero de pronto sintió otra aprehensión en la muñeca que tenía Sirius en su poder. Abrió los ojos que había cerrado y vio a Harry uniéndose a su padrino para ayudarle.


Harry había podido liberarse finalmente de sus agresores y ahora era momento de ayudar a sus amigos, su mano derecha ayudaba a que Remus continuara con posibilidades de vivir, y por primera vez tuvo que hacer uso de su varita con la otra mano, tenía temor de que no funcionara e hiciera mal el hechizo, pero finalmente consiguió que el rayo no fuera desviado por la atracción magnética del hoyo y pegara justo donde se unían las manos de Remus y Lucius, eso impediría que se soltaran mientras conseguían sacarlos del remolino.


— ¡Vamos, Harry, un último jalón! —propuso Sirius, y Harry asintió, ya él también estaba sintiendo que sus talones resbalaban—. Una... dos... ¡tres!


Tanto Harry como Sirius usaron todo su esfuerzo para jalar a Remus y con él a Lucius. La suerte estuvo de su lado pues al cabo de unos segundos, los cuatro jadeaban cansados sobre el suelo. Remus tenía a Sirius abrazándole con toda la angustia que había tenido al estar tan cerca de perderlo. Lucius los observaba en silencio junto a Harry... tal vez hubiera sido preferible caer en el hoyo antes de ver como el licántropo le correspondía al abrazo.


Lo que le hizo cambiar de opinión fue cuando Remus le buscó con la mirada. Hasta ese momento notaron que sus manos seguían unidas por el hechizo de Harry, y el ojimiel le acariciaba suavemente.


— Debo irme. —dijo Harry poniéndose de pie de repente.

— ¿A dónde vas? —preguntó Sirius sin soltar a Remus y peinar dulcemente su cabello.

— Ustedes sigan salvando el castillo... tengo que ayudar a Ron.


Harry corrió hacia la puerta por donde habían desaparecido sus amigos. Antes de irse deshizo el hechizo sobre las manos, pero nadie notó ninguna diferencia, Remus y Lucius continuaban con sus dedos enlazados y ambas miradas fijas la una en la otra.



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Draco apenas sintió cuando Voldemort le sujetó del brazo jalándole hacia el extremo opuesto del corredor, sus ojos lagrimosos no se despegaban del cuerpo ensangrentado de Ronald. Pensó en morir, quería morir también, e hizo lo que seguramente le cumpliría su deseo... abofeteó al mismísimo Señor Tenebroso.


— ¡Asqueroso bastardo, no me toques! —le gritó enronquecido.


Voldemort por un momento se quedó impávido, sin poder creer que ese ardor en su mejilla era debido al atrevimiento de ese mocoso engreído... pero que sin embargo, deseaba a morir.


— ¡Te odio! —vociferó Draco luchando por zafarse con uñas y dientes.

— ¡No tienes idea de lo que acabas de hacer! —amenazó Voldemort, reaccionando al fin luego de recibir una mordida en la mano que sujetaba al rubio—. ¡Ni siquiera tú puedes comportarte de esa manera sin recibir tu merecido!


Draco no le hizo caso, aprovechando que las piernas se le desentumecían y que el malévolo hombre descuidó su aferre consiguió liberarse, corrió hacia donde estaba Ron, se arrodilló a su lado sujetando su cuerpo entre sus brazos, sin importarle que toda la sangre que seguía brotando le manchara la ropa y las manos.


— Ron... —susurró hundiendo su rostro en el cuello del pelirrojo—... te amo, Ron.

— Muy conmovedor. —se burló Voldemort intentando no sentir más que rabia, aunque él sabía que podía sentir algo más, por muy difícil que pudiera ser, parecía que no había logrado del todo contener sus sentimientos por el rubio.

— ¡Mátame ya, engendro podrido!

— ¿Crees que te mataré?... ¡Eres un iluso, querido niño!


A Draco no le importaba lo que hiciera con él, ni siquiera levantó el rostro y continuó aferrado a Ron. Escuchó como el diabólico ser pronunciaba un cruciatus y pudo sentir el latigazo de un hechizo, sin embargo, no había dolor... no había nada.


Se atrevió a levantar la mirada y vio a Harry apuntando a Voldemort, un rayo morado oscuro salía de su varita y con él sostenía al poderoso mago en el aire, inconsciente. Draco tragó saliva, jamás se imaginó ver ese poderío reflejado en los ojos verdes, su caminar fuerte e imponente, sintió incluso miedo de lo que podía llegar a hacer si se lo proponía.


Al ver a su amigo en un lago rojo, Harry soltó a Voldemort empujándole hacia un extremo donde no pudiera ser un estorbo.


— Está muerto. —gimoteó Draco abrazando más al pelirrojo.

— No lo está. —aseguró Harry permitiéndose sonreír un poco—. La sangre no brota de los cadáveres, Draco... hazte a un lado, creo que puedo ayudarlo.


Draco obedeció de inmediato, haría cualquier cosa con tal de tener una esperanza. Harry acomodó a Ron en el suelo y arrodillándose a su lado colocó su varita en perpendicular, sosteniéndola con la palma de sus dos manos. A Draco le pareció que si no fuera una varita lo que tenía, daba la impresión de que estaba a punto de cometer un sacrificio como ofrenda a Dioses antiguos.


Harry suspiró hondo esperando que todo saliera bien, recordaba perfectamente una maldición como aquella como parte del proceso de adiestramiento de los mortífagos. Muchas veces vio a Severus practicando el contra hechizo, algo que no hacían sus demás compañeros, para ellos era más importante matar sin importar solucionar un posible error.


Recitó unas palabras que a oído de Draco sonaban como griego o quizá era un lenguaje desconocido, no pudo identificar bien. Pero eso no era demasiado importante, conforme avanzaba el contra hechizo, la sangre dejó de brotar, aunque eso le dolió aún más, pudo notar con claridad la horrible herida que Ron tenía, era como si una bomba hubiera explotado desde su interior, la piel se abría como si fueran los pétalos de una flor. Creyó que se desmayaría, sin embargo permaneció con la vista fija en su pareja.


Poco a poco Harry iba consiguiendo que los órganos regresaran a la normalidad y la herida se terminó de cerrar, aunque el pelirrojo continuaba sin recuperar el conocimiento a pesar de que ya era visible su débil respiración.


— Como veo que ya puedes hablar... —dijo Harry al terminar—... necesito que lleves a Ron a la enfermería, Poppy sabrá qué hacer para concluir la curación, tal vez sea necesario que lo lleven a San Mungo.

— ¿Se salvará?

— Claro, Ron es un hueso duro de roer. —aseguró procurando no dar a notar su temor a no haber hecho bien el hechizo.


Draco asintió, usando su varita pudo levitar a Ron para llevarlo hacia la enfermería. Antes de que se fueran, Harry usó un hechizo desilusionador para que nadie les atajara, era realmente importante que llegaran sanos y salvo hasta donde Poppy. Al quedarse solo se giró hacia Voldemort, le vio recuperarse y respiró resignado de haber desaprovechado una oportunidad para vencerlo finalmente... sin embargo había prioridades y la vida de su amigo era mucho más importante.


Se puso de pie colocándose en posición de ataque, incluso se sorprendió de ya no tener tanto miedo por Voldemort, tal vez era la seguridad de que en esa ocasión ya no habría una segunda oportunidad... era o uno o el otro.


Entornó los ojos intrigado cuando vio que el mutante le sonreía como si tuviera un gran as bajo la manga.


— Tienes mucha prisa en batirte a duelo, Potter. —comentó Voldemort al verlo apuntándole con la varita—. Pero mucho me temo que antes tendrás que pasar por encima de alguien más.


Voldemort hizo un movimiento con su varita y al instante aparecieron cuatro mortífagos frente a él, formando una barrera defensiva y todos apuntando firmemente hacia Harry. El chico respiró hondo, iba a tener que pelear duro con ellos o de lo contrario no tendría oportunidad.


No era hora de compasión, recordó las enseñanzas de Severus... No iba a poder enfrentar poderosas maldiciones con simples hechizos de protección, debía atacar con toda su fuerza.


Se disponía a lanzar un Cruciatus hacia uno de ellos cuando la luz de una antorcha iluminó tenuemente su pecho. El corazón le dio un brinco al descubrir un par de zapatitos azules.


No se detuvo a nada, giró la varita hacia otro olvidándose de la tortura, pudo esquivar los hechizos que le enviaban y sorprendiéndose de sí mismo, consiguió que tres de ellos quedaran rápidamente fuera de combate... Contuvo una sonrisa pues estaba casi seguro que uno de los rayos que iban para él, habían caído erróneamente en sus oponentes.


Voldemort gruñó cuando vio que solamente quedaba en pie uno de sus mortífagos, pero no demostró su disgusto e hizo una señal para que éste se enfrentara al ojiverde... Luego de ver cuánto había madurado su magia, necesitaba comprobar hasta donde podía llegar. No le importaba sacrificar cuanta vida fuera necesaria, pero terminaría con ese niño de una vez por todas.


El mortífago caminó hacia donde estaba Harry, no bajó su varita en ningún momento... Harry tampoco lo hacía y devolvía magníficamente una inmensa mirada desafiante.



Corazones clandestinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora