¿Despedidas?

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¿Despedidas?





Eran las seis de la mañana y Ronald aprovechó que Harry había corrido las cortinas de su cama y que los demás compañeros aún dormían para salir de su habitación. Fue recorriendo los oscuros pasillos sin creer que él hubiese podido levantarse tan temprano. Sentía su corazón palpitándole con fiereza a cada paso. Por momentos pensó en regresar a su cama y fingir que nada había pasado, sin embargo continuó adelante, más decidido de lo que había estado nunca en su vida.


Al llegar frente a la entrada a la sala común de Slytherin gruñó exasperado.


"Maldición... ¿y cómo se supone que voy a hablar con el hurón?"



Furioso consigo mismo por no haber pensado en ese inconveniente, Ron se sentó en el pasillo frente a la entrada. Ni siquiera sabía qué le diría cuando lo viera, y mucho menos quería pensar en lo que sucedería si alguien más que no fuera Malfoy saliera antes que él.


Aún no pasaban ni cinco minutos cuando escuchó que la puerta se abría. Rápidamente se puso de pie esperando ver salir a alguien. Cuando vio que era Draco, su estómago se encogió. Se preguntaba porqué ahora no podía dejar de admirar lo bien que lucía con su impecable suéter verde de Slytherin, y sus ojos, esos ojos que aún en las penumbras brillaban de manera estremecedora.


Draco se mantuvo impasible, no mostró en ningún momento el cosquilleo que nacía en su pecho cuando vio a aquel desgarbado pelirrojo que le miraba expectante y temeroso. Incluso su manera descuidada de vestir ahora le parecía adorable, y su sonrisa nerviosa alteraba sus sentidos al punto que las rodillas le temblaron al acercarse.


— Buen día, Ronald.

— Buen día. —respondió Ron tímidamente al escuchar su nombre en esa voz.

— Veo que tuviste la misma idea que yo. Tenemos que hablar ¿Porqué no vamos a un lugar donde no puedan interrumpirnos?.


Ron asintió y en silencio se encaminaron a una mazmorra. Al entrar, Ron encendió su varita pudiendo ver que las paredes estaban recubiertas de moho, el piso era de piedra y como no había ventanas, la oscuridad hacía el lugar mucho más tétrico. Casi pudo jurar que antiguamente pudo haber sido utilizado para torturas. Sacudió su cabeza intentando sacar esos pensamientos de su mente y continuó recorriendo el lugar, realmente no había mucho que ver, sólo unas sillas inservibles y escritorios amontonados en un rincón, recubiertos casi por completo de telarañas.


Al ver eso, dio un paso hacia atrás espeluznado de encontrarse con uno de esos horribles bichos, sin embargo, ni su temor fóbico a las arañas le hizo estremecerse tanto como cuando al retroceder chocó con Draco.


Al girar le miró directo a los ojos, iluminado por la luz de su varita. Draco también le veía en silencio, había insonorizado la habitación y tenía su varita en la mano. De pronto, suavemente la dejó caer a un lado y colocando sus manos en los hombros de Ron, se acercó hasta volver a posar sus labios en los del pelirrojo.


Ron sintió que se desmayaría, pero todo aquello que pensaba era lo correcto volvió a desaparecer de su mente ante aquel beso. Al igual que Draco, soltó su varita y sujetando al rubio de la cintura lo abrazó tan fuerte que hizo que sus pies se despegaran del suelo.


Draco gimió al sentirse levantado, era una sensación nueva, placenteramente nueva. Al quedarse a oscuras, les fue más fácil olvidarse del motivo de su reunión y disfrutaban de aquel beso con una tierna ansiedad que los hacía vibrar y excitarse en comunión.



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Alguien más que había madrugado fue Hermione, la herida le dolía un poco y decidió ir a la enfermería por algún remedio. Poppy le suministró una poción luego de revisarla y asegurarse de que no hubiera ninguna complicación con la maldición recibida.


— Será mejor que se quede en la enfermería, Señorita Granger. —manifestó la enfermera—. Me gustaría que guardara reposo por lo menos por este día.

— Pero ¿y mis deberes?

— No se preocupe por ello, puedo darle un justificante para sus profesores y que de ese modo le den un día más para entregarlos. Supongo que no tendrán ningún problema con ello, sobre todo, teniendo en cuenta las circunstancias acontecidas ayer.


Hermione no estaba nada conforme con eso, el remedio le había ayudado y el dolor prácticamente ya no estaba así que no le encontraba sentido a perder todo un día de estudio por nada, sin embargo, el tono autoritario de la enfermera le indicó que no podía hacer nada por evitarlo. Suspirando resignada, se recostó sobre la cama que Poppy dispuesto para ella. Ante aquella cantidad de tiempo libre, lo único que le ayudó a sobreponerse fue en pensar en Blaise.

Corazones clandestinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora