Vértigo

397 32 3
                                    


Vértigo





Harry y Dumbledore entraron al vestíbulo después de media noche, el interrogatorio fue algo fastidioso más que complicado gracias a la intervención del Director, pero aún así, y a pesar de haber dormido un par de horas por la tarde, Harry se sentía profundamente cansado y un suspiro escapado de sus labios le hizo ver a Dumbledore el estado exhausto de su alumno.


— Ve a descansar, Harry, ya es demasiado tarde para que un chico ande despierto.

— Sí, gracias.


El rostro del ojiverde se iluminó de saberse libre finalmente, y sin pensar en nada más, salió corriendo como si las fuerzas vinieran a él misteriosamente. Dumbledore sonrió, más dejó de hacerlo al instante al ver que el chico no tomaba las escaleras rumbo a su torre, sino que corría presuroso a las mazmorras. Le llamó, pero ya nada podía detener al Gryffindor.


"Yo no vi nada" Pronunció Dumbledore encogiéndose de hombros, ya no le quedaba más remedio que sonreír y seguir su camino hacia su habitación.



*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*



Ron se encontraba fuera de la enfermería, apenas había tenido tiempo de levantarse de la cama al escuchar los pasos de Lucius acercándose. Fue frustrante tener que irse cuando ansiaba ser quien velara el sueño de Draco, pero no tuvo otro remedio y mucho menos con los ojos grises implorándole por no dar pie a sospechas.


Sin embargo no pudo alejarse, encontró un buen lugar en el recodo de una columna, desde ahí podía ver la entrada de la enfermería sin ser visto gracias a las sombras que le cubrían. De esa forma podría enterarse de cualquier cosa si llegaba a suceder.


No le importó el frío del invierno que se aproximaba, de todos modos tampoco conseguiría conciliar el sueño ni aunque se encontraba en la cama más confortable y cálida del planeta. Se acurrucó intentando brindarse calor a sí mismo y suspiró esperando el amanecer en que podría volver a tener la oportunidad de ver de nuevo a su amado ojigris.



*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*



Harry iba corriendo por el último corredor que lo separaba de la habitación de Severus. Pero una voz a sus espaldas lo hizo detenerse y acentuar su emocionada sonrisa.


— ¿A dónde tan de prisa, Potter? —preguntó Severus unos metros tras de él.

— ¡Hacia ti!


Harry giró sobre sus talones y emprendió la carrera a los brazos que se abrieron para recibirlo. Severus sonrió enamorado al percibir el entusiasmo del joven Gryffindor, quien le estrechaba colgándose con fuerza de su cuello, sintiendo en su piel el cálido aliento que dejaba salir por la agitada respiración.


— Deja de ser tan atrabancado, Harry, o te enfermarás.

— Nada de eso ¡es que tenía tantas ganas de verte!

— Bien, entonces vamos a mi habitación... según recuerdo, dejamos algo pendiente.

— ¡Sí!


Severus rió ligeramente por el énfasis con que Harry ansiaba continuar con lo que habían planeado antes de que éste tuviera que irse a su declaración. Ninguno de los dos se acordaba que en las últimas cuarenta y ocho horas ya habían hecho el amor, peleado con mortífagos, enfrentado al mago oscuro más poderoso, confesado su amor al Director de Hogwarts, engañando a un chico mudo, declarado ante el Ministerio y aconsejado a amigos... todo se borró de sus mentes cuando sus labios se unieron y volvieron a ser sólo ellos.


Severus sujetó a Harry por la cintura que tanto le gustaba atrayéndole hacia su cuerpo y ganándose un gemido placentero que le indicó que esa noche no habría juegos de supremacía, se entregarían el uno al otro por completo. Suavemente le levantó del suelo para llevarlo en brazos los pocos metros que faltaban hacia la habitación. Harry aceptó acurrucándose feliz en el pecho de su amante, sintiéndose tan dichoso de haber encontrado por fin su lugar en la vida, junto a Severus Snape.



Corazones clandestinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora