Emboscada

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Emboscada





La cabeza de Draco caía sin fuerza sobre su pecho, su antes pulcro cabello apenas dejaba ver ahora algunas hebras doradas entre la suciedad que lo cubría. Ya casi no sentía el dolor de sus muñecas sangrantes que continuaban manteniéndolo sujeto a la pared. Su ropa rasgada dejaba ver trozos de su blanca piel manchada de sangre cubriendo sus heridas.


Lucius apareció en el momento preciso en que un nuevo cruciatus impactaba el cuerpo magullado del joven de ojos grises. Las paredes repitieron un macabro grito de dolor proveniente de esa herida garganta.


— Ya no... por favor. —suplicó débilmente cuando terminó el martirio—. ¡Por favor!


Sin embargo no fue escuchado, su espalda se curvó por el dolor de otra maldición, y Lucius no pudo seguir impávido, cayó de rodillas frente a su Amo mientras algunos otros mortífagos simplemente se mantenían expectantes.


— ¡Amo, no soportará más!... Pare, se lo suplico.


Pero Voldemort no se apiadó de ambos personajes, envió a Lucius contra una pared para enseguida volver a torturar al heredero Malfoy.


— ¡Dime quién fue! —ordenó de manera tan terrorífica que no hubo quien no se encogiera en su lugar, nadie entendía porque el muchacho simplemente no decía la verdad.

— Fue... Harry. —respondió Draco lloroso.

— ¡Mientes!


Voldemort torturó una vez más a Draco, el dolor ya era insoportable y quedó sin sentido ante la atónita mirada de su padre. Rápidamente Lucius se acercó para asegurarse que siguiera vivo.


— ¿Porqué, Amo? —preguntó Lucius arrodillado junto al cuerpo de su hijo—. Le hemos sido fieles, ¿porqué se ha enfadado con él?

— ¿Te atreves a cuestionarme, Lucius? —siseó macabramente y el rubio se encogió un poco más.

— No, Amo, pero... quisiera saber qué ha hecho mi hijo.


Voldemort hizo una señal a los mortífagos para que se retiraran y lo dejaran solo con ambos Malfoy. Luego de caminar de un lado a otro, sonrió diabólicamente.


— Me prometiste a tu hijo para mí, Malfoy. Y si toleré su relación con Potter fue para tener vigilado al estúpido protegido de Dumbledore. Pero no permitiré que nadie más toque lo que me pertenece.

— No comprendo, Señor.

— Es lógico, siempre has sido tan imbécil. —farfulló burlón—. En verano coloqué un hechizo sobre tu hijo, lo mantendría vigilado para mí, de esa forma podría saber si sigue cumpliendo mis órdenes, pero ha faltado a su misión. Permitió que alguien más lo tocara y ahora deberá pagar por ello.

— Pero, eso no es posible, Mi lord. —titubeó asustado—. Draco sigue saliendo con Potter y lo tiene comiendo de su mano, yo mismo he sido testigo de ello.

— ¡Tu hijo resultó un promiscuo, esta misma tarde se ha revolcado con alguien más, y tanto él como ese imbécil que se atrevió a ponerle una mano encima tienen sus días contados!

— ¡Tiene que haber un error!


Voldemort se acercó a ellos, y sujetando la barbilla de Draco le levantó el rostro olfateándole como perro de caza.


— Aún huele a sexo. —aseguró dejando caer la cara de Draco con repugnancia.

— Tal vez fue Potter... él debió pensar que era necesario para algo.

— ¡Eres igual de estúpido que tu hijo si piensas que puedo creer esa mentira!

— Pero...

— Conozco bien todo de ese niño, puedo identificar su magia... su esencia... su vida... ¡Todo!. Y el olor que desprende esa basura que tenemos aquí no es de Harry Potter.

— Amo...

— ¡Tu hijo protege a alguien, Malfoy, y quiero que averigües quien es o de lo contrario, lo que le depararía al atrevido será para ti y para tu vástago!


Voldemort giró sobre sus talones para retirarse, al abrir la puerta vio a sus mortífagos en fila, inclinados ante él en una respetuosa reverencia. Pero sus ojos se fijaron en una silueta del final por lo que dirigió sus pasos hacia él, y cuando estuvo lo suficientemente cerca, blandió su varita con rapidez.


— Llegas tarde, Severus, como siempre... ¡Crucio!


Severus cayó de rodillas al suelo ante el impacto de la maldición pero apenas emitió unos graves gemidos de dolor, nada comparado con los feroces gritos de súplica que lanzaba cualquiera que era sometido a un cruciatus por parte de quien mejor sabía invocarlos.


— Lo lamento, Señor. —dijo Snape mordiéndose la lengua para no gritar lo que realmente hubiera querido decirle, sobre todo luego de enterarse que ese Cruciatus lo había sufrido Harry con anterioridad.

— Ven conmigo, te tengo una misión que espero sepas cumplir, no como el inepto de Malfoy.


Severus asintió y siguió a Voldemort hasta sus habitaciones, ahí, el mago tenebroso encendió personalmente su chimenea y fue a sentarse en una butaca frente al fuego.


— Quiero que averigües como va la relación entre Draco y Potter.

— Según sé, todo va bien, Amo. —respondió sintiéndose cada vez más asqueado de esa situación.

— Eso supuse. —dijo mordaz—. Parece que mi mejor espía ha decaído en calidad. En fin, no se puede esperar mucho en estos tiempos. Pero quiero que dejes de ser el maldito Profesor de Pociones para Potter.


Severus asintió temiendo que no podía esperar nada bueno de aquel cambio de órdenes, tenía miedo por Harry, nunca en su vida había sentido tanto desasosiego por una persona.


— Draco ha cometido una falta grave, algo que no viene al caso mencionar contigo, pero ahora necesito que te acerques a Potter y te asegures si sus sentimientos por su novio no han cambiado.

— Lo intentaré, Amo, pero el muchacho no confía en mí.

— Ambos sabemos que es pésimo en Oclumancia, Severus. —le indicó furioso—. Por ahí puedes averiguar algo, mucho me temo que Malfoy ha sabido adiestrar bien a su hijo en ese sentido.


Severus asintió, era cierto, desde pequeño Draco había recibido lecciones de oclumancia y resultó ser realmente bueno en eso, tanto como para que a los quince años ya hubiera superado a su padre, y ahora con diecisiete fuera tan bueno como el mismo Severus.


Ante un ademán de Voldemort, Snape abandonó la habitación. No podía irse aún, recordó la promesa que le hizo a Harry de llevar a Draco de regreso al castillo, así que encaminó sus pasos hacia las mazmorras. No le fue difícil convencer al guardia de que lo dejara entrar, después de todo era ampliamente sabido de su estrecha relación con los Malfoy.


El impacto que sufrió al ver las condiciones en que había quedado Draco fue tal, que sintió que el alma le abandonaba del cuerpo. Se apresuró a acuclillarse junto al chico quien era curado exhaustivamente por su padre luego de soltarlo de las cadenas.


— ¿Porqué le hizo esto? —preguntó intrigado.

— Si no te lo dijo él, no lo haré yo, Severus.

— Tenemos que sacarlo de aquí, Lucius, o lo terminará matando.

— ¿Crees que no lo sé?... pero no puedo, tengo órdenes directas del Señor Oscuro.

— ¿Y entonces qué piensas hacer?

— Rogar y protegerlo con mi vida. —contestó abrazando a su hijo con vehemencia—. No tengo otra opción, sabes que jamás conseguiríamos salir de aquí vivos.

— Dumbledore enviará gente si no regresamos al amanecer, podemos esperar y entonces habrá una oportunidad para Draco.

— ¡No! —gritó apretando un poco más el cuerpo de su hijo contra su pecho—. ¡No lo voy a exponer, esa famosa Orden es un cúmulo de ineptos desinformados, no tienen idea de lo que pasa aquí!

— ¿Y prefieres que Draco continúe en este lugar, a pesar de que sabes cuáles son las intenciones del Señor Oscuro para con él?


Lucius apretó los dientes con impotencia, se sentía en un callejón sin salida. Tal vez debía aceptar la ayuda que se le ofrecía, probablemente eso daría una oportunidad para su hijo, así que luego de dejar salir todo el aire de sus pulmones, movió la cabeza aceptando la propuesta de su amigo. Severus respiró aliviado, quizá la Orden del Fénix no era un fuerte rival contra toda una horda de mortífagos, pero no se marcharía sin cumplir su promesa e intentaría salvar a Draco Malfoy.

Corazones clandestinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora