Navidad entre enamorados

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Navidad entre enamorados




Ajenos a lo que pasaba en el corredor, Harry y Severus descansaban de aquel largo día y abrazados sobre la cama planeaban sobre el nacimiento de su hijo.


— ¿Seguros que sigue ahí? —preguntó Pansy.

— Sí, entró hace como veinte minutos. —afirmó Crabble.

— Bien, lo cual no quiere decir nada, aún puede haber detenciones para Potter.

— ¿Eres tonto o inocente, Blaise?

— Lo que mejor te parezca, Pansy, no me importa tu opinión, pero lo que no quiero ni enterarme es quien anduvo regando el chisme, sé muy bien que ya todos los Slytherin saben lo que sospechamos.

— A mí lo que no me parece es que Potter haya pasado del imbécil que no sabe mezclar dos ingredientes al influyente que ya ni entrega los deberes.

— En eso Pansy tiene razón. —apoyó Nott—. Sin embargo, no podemos asegurarlo, así que mejor vámonos de aquí y olvidemos el asunto.

— Totalmente de acuerdo.


Blaise giró sobre sí mismo para irse a su sala común, Nott fue tras de él, y aunque un poco molesta, Pansy y los demás hicieron lo mismo, de todos modos no tenían modo de comprobar lo que pasaba dentro del despacho de Snape... si es que seguían ahí o ya habían traspasado la puerta que comunicaba hacia sus habitaciones privadas.



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Remus miró la snitch que tenía en su mano, podía escuchar la respiración de Sirius muy cerca en su cama, sonrió amargamente al recordar cómo su amigo se había apartado con rapidez cuando creía que al fin se besarían. Eso le dolió, ni siquiera sabía porqué pues ya conocía lo que el animago sentía por él y no era precisamente amor.


Cansado de tanto pensar, dejó la pelotita en su estuche colocándola a un lado para disponerse a dormir, ya no quería martirizarse más con cosas que no podrían ser.


No sabía que Sirius fingía dormir, él tampoco encontraba paz, se reprochaba el no haber tenido valor para acortar esos pocos centímetros que lo separaban de la felicidad. Ahora ya no había remedio, volvió a desaprovechar una oportunidad que quien sabe cuando aparecería nuevamente.



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Finalmente era víspera de Navidad. Harry despertó en su cama de la torre de Gryffindor, esa noche cenarían todos juntos. Aquellos días tuvo que esquivar a Sirius cada que podía, y algunas ocasiones usó el pretexto de ir con Draco para conseguirlo, a esa habitación jamás iría el animago. Sin embargo, aquel día no tuvo que hacer nada, Severus no tenía tiempo para estar con él debido a que Dumbledore le mantenía ocupado con documentación de última hora.


Esa noche, luego de arreglarse y ponerse su nueva túnica de gala, Harry exhaló hondo. Aunque moría de ganas por correr al comedor y ver a Severus, no podía olvidarse de Draco aquella noche. Ron le miró tomar un paquete envuelto para regalo antes de dirigirse a la salida.


— ¿Vas con Malfoy?

— Sí... ¿me acompañas?


Ron no sabía si aceptar o no, necesitaba un pretexto para estar con el chico pero no sabía si le agradaría ver como Harry besaba a su novio. Finalmente asintió, era demasiado el deseo de estar cerca del ojigris.


Unos minutos más tarde Draco miraba ilusionado la llegada del pelirrojo a su habitación, y no dejó de mirarlo por encima del hombro de Harry cuando éste le abrazó suavemente.


— Vine a traerte tu regalo. —le dijo Harry al soltarlo—. No sé si mañana pueda venir, ya sabes, creo que Sirius querrá que la pase con él.


Draco sonrió asintiendo y luego de invitarlos a sentarse, abrió el regalo de Harry. No pudo evitar enfatizar su sonrisa al encontrarse con un suéter de fina lana blanca, relucía lo costoso que era, pero su varita continuaba siendo inmejorable. Colocó el suéter en un cajón luego de inclinar su cabeza en señal de agradecimiento, y procurando que Ron lo viera, no dejó de acariciar aquel que siempre sería su regalo preferido.


El pelirrojo sonrió, por un momento temió que el regalo de Harry superaría al suyo.


— ¿Vendrás a la cena? —preguntó Harry.

"No, prefiero quedarme aquí" —respondió Draco colocando su varita en su cuello—. "¿No te molesta, verdad?"

— Claro que no. Lo que decidas estará bien.

"Si quieres, ya puedes irte, no es necesario que te entretengas demasiado cuando tu padrino debe querer pasar tiempo charlando contigo"

— Sí, bueno... nos vemos luego. ¿Vienes, Ron?


Harry se puso de pie despidiéndose con un beso en la mejilla de su novio. Ron también se levantó para ir tras él, a pesar de no haber dicho ni una palabra no quería marcharse. Draco aprovechó que Harry ya se dirigía a la puerta para colocarse la varita nuevamente en su lugar.


"Ven después... ¿podrás?"


Ron sonrió emocionado al leer las palabras y asintió feliz, ya nada más sería cuestión de escaparse para poder regresar al lado del rubio. Al caminar por los pasillos, ambos amigos lucían mucho más animados, Ron ante la perspectiva de volver a aquella habitación de la que acababa de salir, y Harry aliviado por haber cumplido ya con su deber de acudir a felicitar a Draco. Al llegar al comedor vieron que éste se encontraba casi lleno.


Ese año se quedaron muchos alumnos, aunque de cualquier forma sólo fue necesaria una de las largas mesas para que cupieran todos. Harry notó que en un extremo estaban los Profesores, pero no encontró a Severus. Sólo vio a Dumbledore, McGonagall y Hagrid, no había ningún otro docente en el colegio, claro, sin contar a Trelawney quien jamás bajaba de su torre.


Remus también estaba, ocupando un lugar junto a McGonagall y a su otro lado vio a un hombre castaño que Harry jamás había visto pero que comprendió se trataba de Sirius bajo el efecto de alguna poción multijugos.


Harry iba a seguir a Ron para sentarse junto a sus compañeros, quienes ahora ocupaban asientos sin distinción de casa, motivo por el cual Hermione lucía hermosa y feliz junto a Blaise. En ese instante la puerta se abrió y Harry giró instintivamente en espera de que se tratara de Severus, y lo que vio le dejó impactado.


El Profesor de Pociones hacía su magistral entrada, llevaba una esplendorosa túnica de gala verde oscuro que se ajustaba suavemente a su talle, con discreto bordeado en negro dibujando símbolos pequeños en los bordes de las amplias mangas, y una gran capa que ondeaba como solamente él podía conseguir que lo hiciera.


Harry no pudo evitar quedarse con la boca abierta, el vuelo de esa capa se movía de tal forma magnética que le dejaba casi hipnotizado. El cabello lo llevaba suelto pero parecía bajo el efecto de algún hechizo que le proporcionaba suaves giros en las puntas sin abandonar el brillante lacio que le caracterizaba, era sólo que se veía más... más sensual.


El Profesor pasó a su lado fingiendo ignorarlo cuando en realidad él también estaba fascinado con la gallardía de Harry quien ya no tenía nada del niño enclenque que había entrado a Hogwarts a sus once años... era hermoso, realmente el más bello de toda la reunión, y no supo cómo hacer para no comérselo a besos delante de todos.


Harry no podía despegarle la mirada de encima, se olvidó hasta de respirar, las rodillas le temblaban. Le era imposible dejar de mirarlo, y al girar para seguirlo con los ojos, los pies se le enredaron y cayó hacia atrás, aunque afortunadamente una silla disimuló que no se había sentado intencionalmente. El ojiverde se sentía a punto de aullar de excitación y gritar al mundo que aquel hombre era suyo y mataría a quien se le acercara.


Dumbledore no contenía una enorme sonrisa, lo que le parecía más atractivo del Profesor era el brillo intenso en su mirada que delataba su felicidad. Notaba divertido cómo hasta Sirius miraba sorprendido el cambio de Snape.


— ¿Alguien quiere fundar el club de admiradores de Severus? —bromeó Dumbledore ante las expresiones pasmadas de los concurrentes—. Yo me propongo como Presidente... Ven, Severus, siéntate a mi lado, que esta noche quiero ser la envidia de todos.


Severus frunció los labios pero obedeció, podía sentir las miradas de los presentes aún fijas en él e intencionalmente hizo volar su capa para poder sentarse en el lugar indicado. De reojo miró a Harry ocupando un lugar junto a Ronald... en ese momento envidió al pelirrojo.


— Harry... —llamó Dumbledore despertando al ojiverde de su embeleso—... necesito platicar algunas cosas contigo, espero que me perdones por alejarte de tus amigos pero ¿quisieras acercarte un poco más?. Tal vez mi querido Hagrid quisiera cederte su lugar por esta noche.


El Gryffindor casi se tropezó al levantarse apresuradamente para correr al lado de Severus. Le fue imposible no sonrojarse al sentarse a su lado teniendo que fingir frialdad con quien amaba. Frente a él, Remus contenía una risa, Sirius definitivamente sólo compadeció a Harry por tener que cenar junto a Snape, por muy bien vestido que estuviera siempre sería el grasiento murciélago.


Durante la cena, el chico apenas podía pasar bocado, se sentía profundamente nervioso por la cercanía de Severus, casi como cuando el Profesor le acosaba y él no sabía porqué su corazón retumbaba tanto y aparecían esas mariposas en su estómago.


Un pequeño respingo le nació del alma al sentir la mano de Snape deslizarse bajo la mesa para acariciarle la pierna. No se atrevía ni a voltear por temor a llamar la atención, pero creía que su rostro estallaría de tanto calor. Afortunadamente Hagrid a su lado, lograba ocultarlo de la vista de la mayoría de los presentes gracias a su enorme tamaño.


— ¿Algún problema, Potter? —preguntó Severus ocultando cuanto se estaba divirtiendo.

— No... ninguno.


Severus sonrió ligeramente y malicioso dirigió su mano a la entrepierna de su pareja notando halagado una incipiente erección.


— Severus... —le llamó Remus distrayéndole de su entretenimiento personal, a Snape no le quedó más remedio que volver a subir su mano a la mesa. Harry respiró aliviado—... muchas gracias por la poción que te pedí.

— Por nada, Lupin, ese es mi trabajo. —refutó mirando despectivo a Sirius usando su laboriosa poción multijugos.

— De cualquier manera lo agradezco mucho.


Severus se encogió de hombros, no le importaba lo que pasara con esos dos, ansiaba volver a su jugueteo con Harry, pero ahora fue Dumbledore quien le llamó ganándose un gruñido por parte del Profesor y una risilla escondida de Harry.


— Siento interrumpir tu cena, amigo, pero antes de que se me olvide quería pedirte que vinieras temprano a mi despacho por la mañana.

— ¿Trabajaremos en Navidad?

— Jamás te habías quejado de eso. —respondió sin ocultar su diversión—. También a ti quiero verte, Harry ¿podrás?

— Claro, Profesor. —asintió Harry de inmediato, cualquier oportunidad de estar junto a Severus le mejoraba el día.

— Gracias, entonces continuemos con nuestra deliciosa cena. —concluyó guiñándoles un ojo, haciéndoles ver que sólo les estaba proporcionando un pretexto para que nadie les buscara e hicieran lo que quisieran.


Harry y Severus intercambiaron una breve mirada, asombrados por la complicidad del Director, y luego se concentraron en terminar de degustar su comida. En sus lugares, los Slytherin no dejaban de observarlos usando su innata habilidad para actuar con sigilo.



Corazones clandestinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora