Una noche muy agitada

463 39 0
                                    


Una noche muy agitada






Ron despertó abruptamente y de inmediato buscó a su lado. No fue posible evitar que el corazón le saltara con brusquedad al descubrir el espacio vacío. Miró su reloj, eran las seis de la tarde, había faltado a sus clases vespertinas pero eso no era lo que le preocupaba.


"¿A dónde fuiste, Draco?" Se preguntó en silencio mientras se ponía su ropa. Intentaba no preocuparse, tal vez el chico pensó en recuperar alguna clase a tiempo, o tal vez simplemente no pudo despertarlo y se fue. Buscó a su alrededor alguna nota pero no había nada y la angustia crecía.


Al salir al pasillo jamás notó el castillo tan solo, sentía que algo faltaba. Fue caminando con lentitud mirando las paredes y el techo, como queriendo encontrar lo que hacía el sitio tan diferente, a pesar de que no encontraba aún ningún cambio. Seguían siendo las mismas paredes mohosas y frías de las mazmorras, los mismos corredores oscuros y tétricos... pero ahora eran mucho más vacíos.


Llegó frente a la puerta de la Sala Común de Slytherin, apretó los puños conteniendo el deseo de tocar y preguntar por Draco, aquello no era muy sensato, jamás nadie vería con normalidad que él buscara al rubio, así que continuó su camino. Al pasar por el despacho de Snape volvió a detenerse, Harry seguramente estaba ahí, a veces ni siquiera tenía tiempo de cenar por tener que cumplir con sus detenciones, así que no podían estar juntos. Estaba tan desesperado que llegó a pensar en tocar y preguntarle sin importar lo que Snape dijera.


Pero finalmente no lo hizo y emprendió retirada, esperando poder noticias del rubio a la hora de la cena.




*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*



Harry jamás se imaginó lo cerca que estuvo su amigo de donde él estaba. Tampoco acudió a sus clases vespertinas, luego del beso en el corredor ya no tuvieron deseos de hacer ninguna otra cosa, aunque precisamente aquella tarde Snape la tenía libre, eso quizá les daba una coartada para justificar la ausencia de Harry. Un castigo inesperado y unas horas extras de detención lo librarían de problemas.


Unos ojos verdes del cuadro sobre la chimenea no se perdían detalle alguno de lo que pasaba en la cama frente a ellos. El verdadero ojiverde apretaba sus párpados y labios para no gritar demasiado, pero era un placer indescriptible sentir el miembro de Severus incrustarse potente dentro de sí, acariciándole su interior con maestría. El Profesor no dejaba de embestir, y aprovechaba para dejar salir su cálido aliento sobre el rostro congestionado de Harry, a veces lamiendo sus labios apretados, alternando con pequeños mordiscos.


Severus quería hacerlo gritar de placer, y era un fascinante juego ver al chico resistirse a hacerlo, así que aumentaba el frenetismo de sus embestidas, gruñía apasionado al sentirse apretado con fuerza, pero seguía sin conseguir ni un sonido proveniente de la garganta de Harry.


No dudaba del goce que estaba prodigando, disfrutaba del tormento de Harry por continuar callado, pero eso no podía durar mucho. Enfocándose en cierto punto en el interior del Gryffindor, realizó una serie de movimientos circulares que provocó que la espalda del chico se arqueara imposiblemente, sus mejillas acaloradas se encendían refulgiendo el orgasmo que estaba a punto de llegarle.


Fue deslizando su mano hacia el miembro de Harry y aprovechando la extensión de su cuello succionó goloso a un lado de éste. El ojiverde dirigió ahora sus manos a la cabeza de Severus, removiendo su cabellera con desesperación, ya no sabía ni qué hacer para mantenerse en control.


Severus sabía que estaba a punto de conseguirlo, que la resistencia de Harry menguaba rápidamente, lo sentía agitarse, removerse en su lugar conteniendo el éxtasis. A veces pensaba que no le caería mal un poco de trampa, miró su varita pero finalmente decidió no usarla. Hizo gala de su habilidad masculina y acariciando alrededor de los testículos de Harry y su sensible periné, volvió a conseguir otro estremecimiento.


Estaba a punto de frustrarse al ver que Harry seguía en silencio cuando de pronto, en una de las embestidas, notó que el chico se tensaba, abría los ojos y sus pupilas se dilataron tanto que hicieron desaparecer todo el verde de su mirada.


— ¡Severus! —gritó de improviso mientras todo su cuerpo se envolvía alrededor de su pareja estrechándolo con fuerza.


Severus sintió como era apretado, tanto por fuera como por dentro, ya no podría contenerse más. Creyó que perdería, que no conseguiría esperar a Harry, sin embargo, una humedad en su mano le hizo ver lo equivocado que estaba. El chico se dejó caer sobre la cama, su mirada continuaba perdida, la respiración más agitada que nunca y los labios temblándole notoriamente.


— Severus... —titubeó jadeante al momento de sentir como su interior era llenado de una oleada húmeda y cálida—... ¡Severus, te amo!


El ojinegro se quedó petrificado ¿así se había sentido Harry cuando se lo dijera? ¿Era la misma felicidad que impedía reaccionar?... ¿Era eso que sentía la dicha de saberse amado?


— Creí que querías esperar para decirlo. —dijo finalmente, procurando mostrarse sereno, aun cuando todo su cuerpo aún vibraba, más por la declaración de amor que por aquella sublime y apasionada entrega.

— Yo también lo creí. —respondió todavía con dificultad para respirar adecuadamente, pero sonrió al acariciar el rostro de Severus tan cerca del suyo—. Pero no creo soportar más tiempo, acepto mis limitaciones.

— Mi única limitación siempre serás sólo tú.


Harry le miró perdidamente enamorado, una frase como esa proveniente de la boca de Severus Snape valía oro y lo sabía, era realmente afortunado en ser el elegido de su corazón. Atrajo la cabeza del Profesor contra su pecho, sin ahogar ahora un gemido de protesta cuando, con el movimiento, el miembro descargado de Severus salió de su interior dejándole con la sensación de que algo perdía.


— Gracias por esta tarde, ha sido maravillosa, Sev.

— Tendrás todas las tardes que quieras, Harry, las noches también. Yo pretendo que llegues conmigo hasta el final de mis días.

— Llegaré, y tú estarás a mi lado también.

— ¿Cómo puede ser eso? —preguntó divertido.

— Porque moriremos juntos, cuando tengamos diez años más que Dumbledore y Merlín juntos.


Severus rió y fue ahora Harry quien le levantó el mentón para besarlo. El Profesor se acomodó para disfrutar del beso. Al final hizo girar a Harry para que ahora fuera él quien reposara tranquilamente en su pecho.


— Tienes mucho aguante, Potter. —le dijo al oído—. Sabes contener muy bien tus emociones, eso es algo nuevo para mí, siempre creí que explotabas con facilidad.

— Tal vez grite si no gana mi equipo de quidditch, pero nunca me verás suplicar por un cruciatus... así supe que sí podía controlarme.

— ¿Has... has sufrido cruciatus? —preguntó palideciendo.

— ¿No sabías? creí que sí.

— ¿De quién?

— Eso no importa.

— ¡¿De quién?! —requirió con más fuerza.

— Bellatrix. —respondió algo atemorizado por el tono empleado por el Profesor—. Y de Voldemort, por supuesto.


Severus desvió la mirada y Harry buscó afanosamente saber qué pasaba. Notó sus ojos negros brillando de una ira que no le había visto nunca, ni siquiera en sus más férreas peleas con Sirius. Prefirió no decir nada más, esperaba que quizá así lo olvidara, después de todo, era cosa del pasado.


Pero Severus no olvidaba, una idea se había grabado en su mente y repetía una y otra vez... "La mataré, ¡juro que la mataré con mis propias manos!".


Corazones clandestinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora