Amantes celestinos

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Amantes celestinos





Severus gruñó al escuchar que alguien tocaba a la puerta, Harry dormía serenamente a su lado luego de hacer al amor. No quiso despertarlo para que fuera a descansar a su sala común, en ningún lugar podía estar mejor cuidado que a su lado, y ahora resultaba que un inoportuno tocó a la puerta haciendo ruido.


El chico se removió un poco en la cama, pero Severus, inclinándose hacia él le arrulló cariñoso consiguiendo que no terminara de despertar. Cuidadosamente le acomodó las cobijas antes de ponerse de pie abandonando su lectura a un lado. Sonrió enamorado viendo como el muchacho tenía una dulce y tranquila sonrisa en su rostro mientras respiraba suavemente en sus sueños.


Estaba colocándose una bata encima de su pijama cuando escuchó voces en el pasillo, aquello le parecía de lo más extraño, sobre todo reconociendo a quienes pertenecían. Tal vez no fuera buena idea salir, pero tampoco iba a permitir que armaran escándalos cuando Harry necesitaba descansar.


— ¿Qué haces aquí, Black? —preguntaba Lucius al momento en que Severus salió de su habitación, cuidando de cerrar la puerta tras de él, y sigilosamente, mover su varita colocando un hechizo de silencio para el interior de la recámara.

— Nada que te interese, sucio mortífago, regresa por donde has venido y deja de involucrarte en mi vida.

— Tu vida me vale un pepino, yo he venido a visitar a Severus.

— ¿Pueden guardar silencio? —ordenó el Pocionista en un amenazador susurro.


Tanto el rubio como el moreno recordaron que no estaban solos y se giraron a mirar al Profesor, ambos con la interrogante en la mirada. Severus intentaba ser paciente y no echarlos de inmediato.


— ¿Puedo saber qué hace éste tocando a tu puerta? —preguntó Lucius señalando a Sirius.

— Justo eso me gustaría saber... ¿Black?


Severus fijó su negra mirada en el animago esperando una respuesta a su pregunta. Sirius le observó con enfado, le fue obvio que los dos amigos se unirían en su contra, y les odió todavía más.


— Yo sólo ando buscando a Harry.

— ¿En mis habitaciones? —interrogó Severus arqueando una ceja mientras sonreía mordaz—. Interesante, Black, muy interesante tu deducción... Pero siento informarte que tu ahijado se encuentra dormido, quedó profundamente cansado luego de hacerle el amor por horas, tal vez sea desconsiderado de mi parte despertarlo... pero si quieres lo hago.

— ¿Te crees muy gracioso, verdad? —increpó furioso ante lo que supuso una burla—. Lo que quiero saber es a qué hora le dejaste libre de sus detenciones, me parece que te estás sobrepasando, Snape.

— Lo que hago con mis alumnos no es de tu incumbencia, así que largo.


Sirius frunció el ceño, supo que no iba a conseguir nada más y se marchó luego de dirigirle a ambos Slytherin su mirada más despreciativa. Lucius soltó el aire de sus pulmones cuando por fin desapareció el animago, y más suavemente, se dirigió a su amigo.


— Necesito hablar contigo... ¿entramos?

— Es tarde, ¿no puedes esperar a mañana? —preguntó sin hacerse a un lado para que el rubio pasara como éste intentó hacer.

— No, es algo que tengo que hablar contigo.

— Entonces vamos a mi despacho.

— ¿Porqué no en tu habitación? Voy a pensar que de verdad tienes a Potter en tu cama, amigo.


Severus sonrió enigmáticamente pero el rubio no captó su verdadera intención, simplemente se encogió de hombros luego de divertirse con su intento de broma. Satisfecho de haber logrado despejar el corredor, el ojinegro fue tras de Lucius con rumbo a su despacho.



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Procurando ser lo más suave posible, Ron separó a Draco cuando el chico intentaba despojarle de su ropa.


"¿Qué pasa?" —Preguntó Draco poniéndose la varita en el cuello.

— No creo que sea tiempo, Draco. Ha pasado muy pocos días y no quiero lastimarte.

"No me lastimas y yo quiero hacerlo"

— Entiende, será mejor que no... Sé que un día lo aceptarás.


Draco asintió y dejó libre al pelirrojo, pero a pesar de su sonrisa comprensiva, su corazón no estaba nada tranquilo. "¿Me tendrá repugnancia?" se preguntó en silencio, temiendo que esa fuera la razón por la que Ron no quisiera tomarlo, tal vez le asqueara la idea de que Voldemort le hubiese tocado. Hizo un esfuerzo sobrehumano para no ponerse a llorar de angustia y aceptó el suave abrazo que Ron le dio, pero ya no sabía si considerarlo sincero o no.


Por su parte, a pesar de su aparente seguridad para no querer proseguir, Ronald en realidad tenía dudas de estar haciendo lo correcto, pero era demasiado el temor de lastimarlo, de hacerlo revivir momentos terribles, así que, aunque se muriera de deseos por volver a hacerle el amor, ahora esperaría, sin importar si con ello tenía que soportar tanto el dolor físico como el del alma.



Corazones clandestinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora