Quiero estar contigo
Harry abrió los ojos esa mañana pero no movió ni un músculo más. Su respiración irregular apenas le dejaba llevar aire a sus pulmones. Una vez se había sentido así antes, cuando Sirius le prometió llevarlo a vivir con él, eso aseguraba terminar por completo con la vida que llevaba al lado de sus tíos, y la felicidad que sintió acabó tan sólo unas horas después.
Era la misma sensación de pérdida, pero por alguna razón ahora la sentía más ácida, más dolorosa, más irremediable aún. Había tocado con sus propias manos la miel de la felicidad y renunció a ella, el vacío que sentía era demasiado, parecía haberse quedado completamente hueco del alma y del corazón. Ya no iba a llorar más, y eso tampoco le ayudó a sentirse mejor.
— ¿Harry?... ya es hora de levantarse.
Harry volteó a mirar a su amigo. Ron se encontraba completamente listo para sus clases, luego revisó el reloj, eran las siete de la mañana, sin embargo no tenía ganas ni de preguntar el porqué del que estuviera despierto tan temprano, simplemente asintió y salió de su cama para ir a bañarse.
Al quedarse solo, Ron borró la suave sonrisa que tenía y suspiró hondo.
"Tengo que conseguir actuar como siempre, Harry no tiene la culpa de nada y no debería estarme sintiendo celoso por él"
Se acercó a la cama de su amigo y tomó la escoba que Harry había dejado descuidadamente sobre el colchón, y se prometió que por ningún chico iba a perder a su mejor amigo. De esa forma consiguió volver a sonreír, ahora con más naturalidad.
Cuando Harry salió del baño, él también se sentía más relajado, no podía permitir que Ron se enterara de lo que le pasaba. Si con Draco no dejaba de criticarle, suponía que si supiera lo sucedido con Snape le daría un paro cardiaco.
Ambos amigos pudieron comportarse el uno con el otro como si aquel fin de semana jamás hubiera existido. Ron bromeaba y se quejaba como siempre de sus Profesores mientras que Harry reía con él.
— ¡Auch! —gritó Harry al momento de sentarse en la dura silla del comedor, hasta ese momento notó que casi todo un día de sexo desenfrenado podía tener consecuencias.
— ¿Estás bien, Harry? —preguntó Hermione a su lado.
— Sí, no es nada. —aseguró el chico volviendo a sentarse, esta vez con mayor suavidad.
— Si no fuera porque sé que te pasaste todo el día en Detención, pensaría que tú y Malfoy le dieron duro ayer. —se rió la castaña.
Harry jamás había enrojecido tanto como en ese momento. Ron se esforzaba por sonreír pese a que la broma de su amiga no le hizo mucha gracia.
— Harry estuvo volando, por eso anda cansado. —le justificó Ron.
— ¿Cómo sabes eso? —preguntó Harry, temeroso de que su amigo le hubiese visto llorar.
— Porque dejaste tu escoba sobre la cama.
Relajándose por esa respuesta, Harry volteó hacia la mesa de los Profesores. Severus Snape desayunaba tranquilamente, sin hacer caso de su presencia y ni siquiera ponía atención a la charla de su gran amigo Dumbledore.
— Buen día, joli.
Harry giró rápidamente la cabeza hacia la voz que le saludaba por su izquierda. Y eso hizo que el beso que Draco pensaba darle en la mejilla cayera directo en sus labios. Ambos se sonrojaron como si jamás se hubieran besado. Ronald apretó firmemente su tenedor y siguió comiendo sin importarle esparcir comida ante su brusquedad.
— Quisiera quedarme a desayunar contigo, pero ya ves que está el Profesor Snape ahí. —se justificó Draco fingiendo ignorar al pelirrojo—. Te veré en el descanso del mediodía, ¿de acuerdo?
Harry asintió y dócilmente recibió otro beso de Draco en sus labios antes de que el rubio se marchara. Ya no se atrevió a mirar más a la mesa de los Profesores y el silencio reinó entre sus amigos y él.
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Durante el descanso, Harry y Draco permanecieron sentados en la sala común de Gryffindor, pero en completo silencio. Harry fingía concentrarse en sus labores para no verse agobiado con las detenciones y al mismo tiempo tener un pretexto para no hablar demasiado con su novio, por el momento continuaba sintiéndose incapaz de sostenerle la mirada.
Draco no podía evitar mirar a lo lejos a cierto pelirrojo, quien sentado junto a la chimenea, se distraía jugando solitariamente un partido de ajedrez. El rubio no podía evitar desear ir con él, quitarle esa mirada triste de su rostro, la culpabilidad volvía a hacerlo su presa. No obstante, finalmente decidió bajar el rostro para ya no seguir viéndole, a su lado tenía a un chico brillante y que seguramente la mitad de Hogwarts deseaba, no sería muy inteligente no saber apreciar su valía... aunque aún seguía con ganas de que quien lo acompañara fuera otro.
Esa noche, Harry se presentó puntual a la Detención con Snape, y luego de abrirle la puerta, sin siquiera mirarlo, el Profesor le señaló sus obligaciones y él se fue a cumplir con las suyas tras el escritorio.
Nuevamente el ojiverde tenía que limpiar calderos, pero eso no le importaba, prefería mil veces eso a quedarse sin hacer nada y pensar solamente en esa inquietud que tenía en su estómago.
— He terminado. —dijo acercándose al escritorio luego de un par de horas del más pesado silencio.
— Puede marcharse entonces.
Severus ni siquiera se había dignado a levantar el rostro, continuó revisando las redacciones que ese día recibiera de sus alumnos de quinto año. Harry asintió pero no se movió de su lugar.
— ¿Qué espera, Potter? —preguntó Snape aún sin mirarlo—. Tengo mucho trabajo pendiente y no puedo perder el tiempo.
— Lo sé, pero es que me gustaría hablar con usted.
— ¿Hablar?
Snape por fin volteó a mirar a su alumno, pero sus labios dibujaban una burlona sonrisa y en sus ojos refulgía el brillo del triunfo.
— Para usted, Potter, hablar significa sólo un pretexto para pasar más tiempo conmigo.
— Lo único que quiero es disculparme. —respondió sin hacer caso de ese comentario.
— ¿Ah sí? —preguntó incrédulo.
— Sí. Anoche dije cosas hirientes, ambos las dijimos y no creo que sea una buena manera de terminar nada. A pesar de que jamás fuimos amigos, no quisiera que las cosas empeoraran, y mucho menos por mi culpa.
— Entiendo, su instinto de mártir resurge con fuerza.
— Profesor, por favor, intente entender que sólo quiero volver todo a la normalidad.
— No hay normalidad en lo que hicimos, jamás hubo ningún tipo de normalidad entre nosotros en ningún aspecto... ¿Qué intenta componer, Potter? Nada, porque simplemente nos acostamos y tuvimos sexo. Regrese a su vida de niño bueno y despreocúpese por mí, que no estoy cortándome las venas de dolor.
Harry asintió y se dirigió hacia la puerta, pero no llegó hasta ella, se detuvo a mitad de camino y sin volverse, murmuró.
— ¿Porqué me siento más culpable con usted que con Draco?
Aquella pregunta bajó las defensas de Snape, sintió la sinceridad en la confusión de Harry. Éste se mantuvo en su sitio, temblando, y no se movió a pesar de que escuchó los pasos de su Profesor acercarse. Fue imposible no estremecerse al sentir unos brazos rodeándole por la cintura estrechándole con firmeza y luego el mentón del hombre apoyarse en su hombro.
— Porque estás traicionándote a ti mismo, Potter. —susurró Severus muy cerca de su oído—. Te engañas fingiendo que no quieres estar conmigo. Ahora mismo no puedes disimular que ansías que te obligue a ir a mi habitación y que te tome con o sin tu consentimiento.
Harry cerró los ojos un segundo, luchando por no aceptar que quizá era cierto. Admitir abiertamente lo que sentía podía causarle aún más problemas de los que ahora lo aquejaban.
— Profesor, por favor, ¿puede cambiar mi castigo?
— ¿De qué hablas?
— No creo que sea prudente que estemos a solas. —admitió acariciando las manos que se entrelazaban en su cintura—. Puedo escribir todas las redacciones que usted me indique, puedo limpiar la sala de los trofeos o fregar pisos de los pasillos... pero ya no más detenciones juntos.
— ¿Y perderme de verte luchar contigo mismo?... No, Potter. Tú decidiste acostarte conmigo, y no te voy a obligar a hacerlo de nuevo, pero no te cumpliré caprichos. Porque serás tú, Harry Potter, quien un día me suplique que te haga el amor, y serás tú, sin que yo te lo pida, el que terminará mandando a Malfoy a freír espárragos... Porque llegará el día en que aceptes que estás perdidamente enamorado de mí.
Harry se separó abruptamente de su Profesor como si hubiese recibido una descarga eléctrica. Sin volverse a mirarlo, salió corriendo casi huyendo de aquellas palabras. Severus sonrió enigmáticamente ante aquella reacción. Ni siquiera sabía qué fue lo que lo impulsó a pronunciar su última frase, pero la forma en que Harry había escapado le confirmaba que no se equivocaba.
Pensar en que Harry realmente se había enamorado le cobijaba su corazón. Ahora no iba a dejarlo alejarse, porque Harry Potter ya tenía un dueño y ese era él, Severus Snape.
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Corazones clandestinos
FanfictionHay corazones que se cruzan en la vida, que se reconocen, se enamoran y luchan siempre juntos, sin interesar si son prohibidos, ocultos, ajenos, impulsivos o inesperados, lo importante es que son reales. Snarry