Noche de amor y desamor

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Noche de amor y desamor






Molly casi cae desmayada al ver entrar a su hijo a la casa, los platos que llevaba al comedor cayeron al suelo provocando un estrépito.


— ¡Ronald Weasley! ¡¿Se puede saber qué haces fuera del colegio?!


Ron no respondió, se irguió luego de haber salido de la chimenea y abrazó a su madre con fuerza. Ella se sorprendió aún más, Ron jamás había dejado que le abrazara por voluntad propia y siempre enrojecía si llegaba a hacerlo cuando había alguien más presente, y ahora incluso lloraba, podía sentir sus silenciosas lágrimas humedeciendo su hombro.


Molly se olvidó por completo de reparar los platos, de reprenderlo por encontrarse fuera del colegio y hasta de que ya tenía diecisiete años. Para ella, ahora era su niño pequeño, aquel que se escondió en un armario para protegerse de las bromas de los hermanos mayores pero que enseguida salió corriendo, aterrado por la presencia de una araña.


Suavemente le hizo sentarse en el sofá de la sala, dejándole llorar en su hombro y conteniendo sus propias lágrimas al ver sufrir al menor de sus hijos. No dejó de acariciarle su espalda en suaves círculos, ni de besarle en lo alto de la frente intentando consolarlo. Finalmente Ron se esforzó por recuperarse y aún entre sollozos miró a los ojos de su madre.


— Necesito su ayuda, mamá... la tuya y la de papá. La de todos.

— No sé qué pasó, pero ahora mismo llamo a tu padre para que venga.


Ron asintió y dejó que su madre se acercara a la chimenea para llamar a su esposo. Éste no tardó nada en llegar, sobre todo cuando le fue comunicado lo que pasaba. Sin embargo, ni siquiera por haber sido alertado sobre la condición de Ron, le evitó sentirse impactado ante su mirada desesperada.


— ¿Le pasó algo a ese chico Malfoy? —preguntó sentándose a su lado, convencido de que el novio de su hijo era lo único que podría ponerlo así—. Creí que había salido ileso.

— Sí, pero quiere quitarme a mi bebé. —respondió enjugándose las lágrimas, el matrimonio Weasley suspiró al escucharlo.

— Pero, Ronald, eso ya lo sabías y te prometemos que intentaremos hacer algo... —dijo Molly—... pero primero hay que estar seguros de si realmente es tuyo, sabes que hay posibilidades de que no lo sea.

— Sí, pero ahora las cosas han empeorado. Draco le ha pedido a Harry que se haga cargo del bebé en cuanto nazca y él aceptó.


Molly y Arthur intercambiaron una mirada preocupada, involucrar el nombre de Harry realmente complicaba las cosas.


— No quiero luchar contra él. —les dijo Ron—. Es mi mejor amigo y ahora está pasando por un momento horrible, pero tampoco quiero perder mis esperanzas de quedarme con mi bebé.

— Entiendo. —respondió Arthur—. Ron, Harry es parte de nuestra familia, le conocemos desde pequeño y sabemos que no es posible que haga algo que te lastime.

— No lo haría si no estuviera seguro de que el hijo de Draco es de Voldemort. —aseguró asombrando a sus padres por escuchar a su hijo más tímido pronunciar ese nombre—. Pero Harry piensa que me está haciendo un bien al cuidar del bebé... Nada le va a convencer de lo contrario.

— Está tratando de sustituir el que perdió. —comentó Molly casi sólo para ella.

— No lo sé, mamá, pero lo que sí sé es que Draco continúa sintiéndose responsable de haber provocado esa pérdida.

— Ron, no quiero engañarte, es un problema muy serio. Hablaré con abogados del Ministerio, y haremos todo lo que esté en nuestra parte para que tengamos una oportunidad de quedarnos con el bebé, si es que es tuyo.


Ron asintió agradecido, aunque no le agradaba mucho que hubiera diferencia entre si era o no su hijo, nadie parecía creerle que eso no le importaba.


— Me comunicaré con Dumbledore para avisarle que estás aquí. —dijo Molly—. Seguramente no informaste y no quiero más complicaciones, le diré además que regresarás en un par de días con el resto de los alumnos.

— No, mamá, tengo que volver.

— Hijo, no tiene caso, necesitas descansar.

— Debo cuidar de Draco. —respondió poniéndose de pie para dirigirse a la chimenea.


Molly frunció el ceño y adelantándose se colocó frente a su hijo para impedirle tomar los polvos flú.


— ¡No puedo creer que sigas prendado de ese niño malcriado!

— Lo lamento, má, pero necesito regresar con él.

— ¡Ojalá él también te necesitara, Ronald Weasley, pero es obvio que no le importas!

— Molly... déjalo ir. —intervino Arthur.

— ¡No, te quedas aquí y espero que ese niño rico comprenda que no debe actuar así si quiere merecer un amor como el tuyo!

— Madre, puedes prohibirme usar la chimenea... —le dijo al ver que Molly tomaba el frasco con polvos flu para guardarlos bajo un hechizo en una gaveta—... pero aún tengo mis piernas y puedo usar la puerta para irme.

— ¡Por eso ese chiquillo te maneja a su antojo, no sabes darte a valorar, Ronald!


Ron guardó silencio, tal vez su madre tuviera razón, pero no podía quedarse y dejarle solo. Se inclinó para dar un beso en la frente a la robusta mujer y se dirigió a la salida.


— Ron, espera. —le llamó su padre—. Entiendo tu pensamiento, pero quizá sí sea mejor que te quedes, por lo menos esta noche.

— Pero...

— Hay que hablar más de lo sucedido. Llamaremos a Bill para que nos oriente y esperemos nos consiga un préstamo en el banco, lo vamos a necesitar.


Ron asintió, no quería quedarse pero tampoco podía dejar a sus padres con toda la responsabilidad de la ayuda que acababa de solicitarles. Y ante el consuelo de Molly, regresó sobre sus pasos. De inmediato la buena mujer se dedicó a prepararle su comida favorita.



Corazones clandestinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora