Navidad adelantada

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Navidad adelantada





Harry no sabía qué hacer, notaba a Remus sumamente nervioso y él mismo se puso así al percatarse de que Lucius Malfoy acariciaba tentadoramente su varita.


— Vaya, parece que tenemos un fugitivo por aquí. —comentó malévolo.

— ¿Y se puede saber qué haces tú, Malfoy, en este lugar? —le cuestionó Sirius sin amedrentarse—. Andas muy lejos de tu mansión.

— Eso es algo que no te importa... Remus, necesito hablar contigo, Ahora. —exigió enfatizando la última palabra.

— ¿Ustedes dos qué tienen qué hablar?


Harry les miraba a uno y a otro, preocupándose más por Remus, quien continuaba sin decir palabra. Y a pesar de que ansiaba reunirse con Severus, decidió que por el momento era mejor ayudar a su amigo.


— Vamos, Sirius, dejémoslos solos. Seguramente el Señor Malfoy quiere hablarle de las lecciones que Draco no podrá tomar... ya te contaré, ahora acompáñame para que platiquemos, aprovechemos que aún nos quedan unos minutos libres.


Sirius no estaba muy convencido, no le agradaba en lo absoluto el intercambio de miradas entre el rubio y su amigo, pero Harry le jaló y no pudo negarse. Al quedarse solos, Remus se hizo a un lado para dejar que Lucius pasara, finalmente consiguió reaccionar y poner una expresión enfadada.


— No tienes nada qué hacer por acá... ya no hay nada de qué hablar.

— ¿Qué hacía Black aquí? —preguntó furioso.

— No debería decirte porque no es algo que te incumba, pero para que dejes de molestar te aviso que se está quedando conmigo y será por una larga temporada.


Lucius abrió los ojos realmente iracundo con la noticia, no pudo contenerse y sujetando a Remus por la cintura le atrajo a su cuerpo, aprisionándole con la otra mano por la nuca para inmovilizarlo por completo.


— ¡Suéltame! —ordenó Remus—. ¡No tienes derecho a tratarme así!

— ¡Escucha bien, si ese amigo tuyo se atreve a ponerte una mano encima, te juro que lo mato con mis propias manos!

— ¡Eres un troglodita, Lucius, no puedes prohibirme nada porque todo se ha acabado entre nosotros!

— ¡¿Eso crees?!... ¡ahora mismo te demostraré que no!


Lucius unió sus labios a los de Remus, bebiendo ferozmente de ellos, y aunque el Profesor se resistió por unos segundos, finalmente sus defensas bajaron y sus brazos se cercaron alrededor del cuello del rubio, correspondiendo a la caricia de la misma manera. Aunque finalmente la razón entró de nuevo en su cabeza y con toda la fuerza de que era capaz, Remus empujó a Lucius lejos de él.


— ¡No vuelvas a besarme! —ordenó limpiándose los labios con la manga de su túnica.

— ¡No lo haré, la próxima vez serás tú quien me suplique que lo haga!

— ¡Sueña, Malfoy, yo jamás volveré contigo!

— ¡¿Todo es por ese Black, verdad?!... ¡Tú sigues enamorado de él!

— ¡Piensa lo que quieras!

— ¡Pues ahora mismo enviaré una carta al Ministerio para notificar de cierta persona que busca!


Lucius giró sobre sus talones para salir, pero Remus, sabiendo de lo que era capaz el rubio, se adelantó interponiéndose frente a él, esforzándose por bajar sus defensas, ahora no era prudente alterarlo más.


— No lo hagas, por favor. —pidió colocando sus manos en el amplio pecho del rubio—. Sirius es inocente y le estarías condenando a algo que no se merece y todo por celos.

— Tú me estás condenando a mí sin siquiera darme oportunidad de escucharme, Remus.

— No puedes compararte... tú sí eres responsable de tus acciones.

— Te propongo algo, no diré nada al Ministerio si regresas conmigo.

— Lucius, no puedes obligarme a hacer algo que no quiero.

— ¡Pero es que yo sé que sí quieres sólo que no te atreves! —exclamó abrazándolo, esta vez con más suavidad—. Dame una oportunidad, Rem.

— No puedo. —se quejó dolido, pero sin rechazarlo.

— Bien, no diré nada sobre la presencia de ese pulgoso, te demostraré que no soy el tipo asqueroso que piensas y un día, Remus, te darás cuenta que tu destino es a mi lado.


Lucius inclinó su cabeza para besarlo, Remus no le rechazó, recibió el suave beso casi con resignación, tal vez ya hubiera caído en sus brazos si no fuera porque Sirius Black no se salía de sus pensamientos, confundiéndole todavía más. Al quedarse solo, Remus se llevó los dedos a los labios, realmente no sabía qué hacer.

Corazones clandestinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora