Aguerrido

456 39 3
                                    


Aguerrido








"¿Y bien, qué hago yo aquí?" Se preguntó Harry escondido bajo su capa de invisibilidad mientras esperaba apoyado en la pared frente a la sala de juntas de los Profesores. Se suponía que a él no debía importarle lo que hiciera Snape, pero sería hipócrita decir que no era así.


Suspiró hondo pensando en que debía regresar a su sala común y olvidarse de Snape, pero ni uno sólo de sus músculos se movió de su lugar, en ese momento, poco le importaba su promesa de sacar a Severus Snape de su vida.


Fue hasta casi dos horas después cuando la puerta que se abría lo hizo erguirse, estaba a punto de quedarse dormido de pie en su espera. Nada de lo que vio parecía anormal, todos los Profesores salían conversando tranquilamente entre ellos, menos Snape, él simplemente caminaba con la intención de irse a sus mazmorras.


Harry sonrió ante eso, enternecido al verlo comportarse como todo un niño bueno que no coqueteaba con otros Profesores.


Pero enseguida dejó de hacerlo al ver que Remus salía apresurado para darle alcance al final del pasillo. Quiso acercarse pero ellos simplemente intercambiaron un par de frases y el licántropo se marchó sin darle tiempo de llegar a escuchar lo que dijeron.


Avergonzado consigo mismo por andar de fisgón, Harry regresó a su sala común luego de asegurarse que Snape había retomado el camino a las mazmorras y que Remus no lo seguía.


Los días que siguieron, Snape no dejaba salir la sonrisa que guardaba para su interior cada vez que veía que Harry le seguía con la mirada en todos lados, y particularmente cuando intercambiaba alguna palabra con Remus. Intencionalmente empezó a buscar pretextos para acercarse al licántropo y se divertía al ver al ojiverde enrojecer de ira y celos.


La atención que Harry ponía siempre en su Profesor le impedía ver que, tanto su novio como su mejor amigo mantenían situaciones semejantes. En el comedor, no dejaban de mirarse pese a que ocasionalmente desviaban la mirada hacia otro lado intentando recapacitar, finalmente siempre volvían a buscarse y con sus ojos se decían lo que hasta el momento no se habían atrevido a confesarse.


Durante las detenciones, Harry notó que Snape era demasiado indiferente con él, a veces hasta le dejaba solo por horas y sólo regresaba a decirle que su castigo había terminado. No volvía a pronunciar ninguna palabra y el chico no tenía más opción que marcharse, aunque siempre con una amarga sensación en el pecho de no poder hacer más.



*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*:*




Una noche, Ron salió de su sala común. El corazón le retumbaba con violencia, pero lo había estado pensando demasiado y no se acobardaría en esa ocasión. Aprovechó que Harry se encontraba encerrado en otra de sus detenciones para dirigirse a la mazmorra abandonada donde se había encerrado alguna vez con Draco, tan sólo quería sentir e imaginar de nuevo su presencia como aquella noche.


Se detuvo frente a la puerta con la mano fija en el picaporte, recordó que se había dicho que jamás podría volver a entrar, ahora sabía que las decisiones pueden cambiar de un momento a otro, fueron sólo unos segundos de duda y enseguida abrió con decisión.


Grande fue su sorpresa al ver que no estaba solo.


Draco se encontraba sentado en el frío suelo, al igual que cuando hablaran, y al escuchar que alguien entraba se giró asustado por haber sido descubierto. La figura de Ron estaba a contraluz pero podía identificarla donde fuera. Sus mejillas se tiñeron de rosado al comprender que no iba a poder dar algún justificante para su presencia en ese lugar y simplemente regresó su mirada hacia el frente, dejando de ver al pelirrojo.


Cerró los ojos, no sabía qué decir y pudo escuchar cómo la puerta se cerraba tras de él. Sin embargo sabía que Ron continuaba ahí, lo podía sentir... era algo tan extraño que jamás le había pasado.


El eco de los pasos de Ron se escuchó a sus espaldas y cerró los ojos intentando controlar la emoción que sentía. Una emoción que no debía ser para el pelirrojo sino para su novio, para Harry, y sin embargo, apenas podía pensar en él en ese momento.


Todo su cuerpo se estremeció cuando Ron se sentó tras de él, y con suavidad le abrazó apoyando su barbilla en el hombro del rubio.


— Creo que será mejor que te vayas. —formuló Draco al momento de sentir los suaves labios de Ronald rozando suavemente la piel de su cuello.

— No... no quiero irme.


Draco giró su rostro para mirarlo a pesar de la penumbra, pero Ron aprovechó ese movimiento y capturó sus labios en un cálido beso que derrumbó todas las débiles defensas del rubio. Sin poder resistirse más, el Slytherin terminó de girar su cuerpo y correspondió al beso plenamente para enseguida dejarse recostar sobre el suelo, percibiendo febril cómo el cuerpo de Ron se sentía tan bien sobre él.


Al cabo de unos minutos de sólo besarse sin descanso, instintivamente Ron frotó su cuerpo contra el del otro chico consiguiendo ganarse un fervoroso gemido que brotó del alma de Draco. Éste le rodeó entonces con sus piernas, sintiéndose incapaz de dejarlo ir, sobre todo cuando sus pulsaciones estaban al límite y su entrepierna reclamaba por más tocamientos.


Ron apoyó sus codos sobre el suelo a ambos lados de la cabeza del rubio y sin dejar de besarlo, entrelazó sus dedos entre la platinada cabellera, asombrándose de lo suave que era. De pronto, un cosquilleo fue subiendo por el dorso de su mano, en un principio pensó que eran hebras del cabello que lo acariciaban pero pronto comprendió que no era así... había algo más ahí.


De un salto, Ron retrocedió gritando despavorido mientras sacudía su mano con fuerza.


— ¿Qué pasa? —preguntó Draco incorporándose intrigado.

— ¡Una araña, una maldita araña!


Draco tardó un segundo en comprender lo que sucedía, y cuando lo hizo, le fue imposible ofenderse, dejó escapar una carcajada, divertido ante la exagerada reacción del pelirrojo por su fobia.


— ¡Eres un torpe, comadreja! —exclamó sin dejar de reír—. ¡Sólo a ti te puede dar miedo una simple arañita!

— No te burles de mí, hurón malcriado.

— ¡Ni idea de cómo me pude enamorar de ti!


Ron se olvidó por completo de cualquier bicho, las palabras que salieron espontáneamente de la boca de Draco sin que éste se hubiese dado cuenta le ocuparon por completo la existencia. El rubio continuaba riendo ajeno a lo que sucedía, y no fue hasta que volvió a sentirse aprisionado con el cuerpo de Ron sobre él que finalmente guardó silencio. Aún en la penumbra pudo percibir un suave brillo en los ojos que se mantenían a unos centímetros de los suyos.


— Yo también te amo, hurón. —susurró Ron provocando un estremecimiento en el rubio.


La respiración de Draco se aceleró, de repente comprendió las palabras del pelirrojo y recordó las suyas brotadas con sinceridad. Llevó su mano hacia el rostro que tenía enfrente y le acarició con el dorso aquellas mejillas que sentía tan acaloradas.


— Yo debería negarlo ahora... —dijo suavemente—... pero no puedo. Sin embargo, debemos separarnos.

— ¿Porqué? —preguntó angustiado.

— Por Harry, ¿no es esa una buena razón?


Draco percibió en su mano el asentimiento de Ron. Un vacío inmenso le invadió el alma al sentirlo alejarse para quedar sentado en el suelo. Él también se incorporó y volviendo a sujetar las manos del pelirrojo, las acarició cariñoso.


— No me odies por esto.

— Yo ya no podría odiarte, hurón... ¿no escuchaste que te amo?

— Lo escuché bien, yo siento lo mismo.


Draco se inclinó hacia el pelirrojo y depositó un suave beso en sus labios antes de murmurar un "Adiós", ponerse de pie y marcharse. Ronald no se movió de su lugar, confundido sin saber si se sentía feliz al saber sus sentimientos correspondidos, o triste ante la despedida con que siempre terminaban.

Corazones clandestinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora