Capítulo introductorio

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ROSE RIVERS

¿Acaso el destino tiene sus jugadores favoritos?

Mi alma arde como el fuego, como si algo dentro de mí se hubiera transformado en lava.

Deslizo la cortina empapada a un lado y pongo un pie sobre las losetas. Mis pasos tambaleantes dejan un rastro de huellas. Me ato el pelo en un moño desordenado y me envuelvo en la suave bata de girasoles. Aprieto mis pies contra la alfombra esponjosa y camino hasta el lavabo. Me miro en el espejo ovalado; los círculos oscuros bajo mis ojos revelan las mil y una horas sin dormir.

-El juez ha denegado la apelación del señor Aarón Rivers -informó el abogado en un tono frío y distante-. La corte no aceptará más apelaciones a menos que haya nuevas pruebas contundentes de inocencia.

Alzo mi puño para hacer añicos el espejo, pero la voz fatigada y afligida de mi madre me detiene en seco.

-Rose, cariño, tenemos que hablar.

Inspiro hondo e intento calmar mis nervios. Después de unos segundos, logro hablar con una voz ronca:

-Dame unos minutos, por favor.

Mis dedos tiemblan al abrir la puerta. Mi madre está bajo el dintel, con lágrimas en las mejillas y una expresión de dolor en los ojos.

-¿Qué sucede, mamá? -balbuceo, sintiendo un nudo en la garganta.

-El director del centro penitenciario me acaba de llamar. Se produjo un motín y tu padre está gravemente herido.

El suelo parece desplomarse bajo mis pies. Las lágrimas caen mientras trato de procesar la noticia. ¿Cuándo saldrá de prisión? ¿Por qué le hicieron esto?

La rabia se desborda y, en un arrebato de impotencia, arrojo el perchero de metal hacia la ducha. Retrocedo hasta quedar apoyada en la pared y me dejo caer despacio hasta sentarme en el suelo.



🔮🔮🔮

Los amargos recuerdos de hace un año todavía persisten. Cuando ví a mi progenitor luchar por su vida, conectado a un montón de aparatos, deseé que la tierra me tragara.

Él sufrió graves traumatismos que le provocaron una profunda lesión cerebral, lo que lo sumió en una angustia durante un mes. Los doctores advirtieron que debíamos prepararnos para lo peor, ya que su supervivencia era improbable. Sin embargo, en una tarde lluviosa en el hospital, ocurrió un milagro: mi padre despertó. Mi primer instinto fue besarle la frente, apretar su mano y susurrarle:

Te amo.

A pesar de la alegría que sentía, también había una carga de miedo y tristeza. Sabía que su recuperación iba a ser una batalla larga y ardua, y que al final regresaría a su destino cruel: su celda.

Se le conoce como prisión, cárcel y otros sinónimos. Es un lugar donde se relazan almas limpias y sucias, un espacio donde la justicia y la injusticia coexisten.

-¿Estás lista para verlo? -Mi madre me toma de la mano con fuerza y me pregunta, con una mirada perdida en el vacío.

Respondo con un sí, como siempre, aunque en mi interior sé que nunca se está completamente preparado para esto. Es una costumbre arraigada más que cualquier otra cosa.

Odio este horrible lugar.

El área de visitas es un lugar desolador y deprimente. Las paredes, cubiertas de pintura gris descascarada, crean un ambiente opresivo y sombrío. El olor a moho y productos de limpieza impregna el aire, dificultando la respiración. Las mesas y sillas, desgastadas por el tiempo, contrastan con el suelo manchado de forma oscura.

Azares del destino [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora