ROSE RIVERS
Bostezo y estiro los brazos para desesperezarme y seguir con la lectura del libro La literatura en el siglo XVI, asignado por la maestra y que, hasta el momento, me parece aburrido. No hay comparación con el libro que me regaló la psicóloga Leila.
Hanna está sentada frente a mí, elaborando un boceto de unas figuras alusivas al tema del ensayo. Román se encarga de la redacción.
—Chicas, me tengo que ir —avisa Román al levantarse de la silla del comedor. Lleva un uniforme de camarero. No sé mucho sobre él, salvo lo poco que recuerdo que Sun me contó: trabaja en el restaurante de su abuelo, un anciano quisquilloso que prácticamente lo explota a un bajo salario.
—Está bien, Román —responde Hanna—. Gracias por tomarte el tiempo para venir.
—No hay de qué, era mi deber —responde mientras recoge sus cuadernos de la mesa y los mete en su mochila—. Si surge algún inconveniente con el ensayo de Literatura, no duden en escribirme.
—Claro —le respondo.
Lo acompaño hasta la puerta y, al llegar allí, lo despido con un apretón de manos. Sin embargo, él se inclina para darme un beso en la mejilla, y yo retrocedo sorprendida e incómoda.
—Que tengas feliz resto de la tarde. Nos vemos mañana, Ros.
—Adiós.
Regreso a la sala. Encuentro a Hanna allí, sentada en el sofá de rayas de cebra, en una amena charla con mamá, quien le sirve unos brownies y luego se sienta a su lado. Me alivia el hecho de que la mantiene entretenida; temía que se aburriera conmigo si nos quedábamos solas.
Soy una compañía aburrida, lo sé. Hanna siempre tiene algo interesante por compartir, ya sea sobre horóscopos, alineamiento de chakras o yoga. En cambio, apenas respondo con monosílabos.
—¿Qué hora es? —Hanna saca su celular de la riñonera alrededor de su cintura y consulta la hora—-: Ah no, me queda mucho tiempo.
—¿Vas al gimnasio? —le pregunta mamá. Es lógico que pregunte, dado que lleva leggings y un sostén deportivo.
—No, practico yoga par de veces a la semana.
—Interesante. —Mamá centra su atención en mí—. ¿Por qué no pruebas a ir a una clase de yoga con Hanna? Podría ser algo bueno para ti también, especialmente con todo el estrés del colegio y todo. Por supuesto, si así lo deseas.
—Sabes que no me gusta dejarte sola.
—No te preocupes por mí, tu tía Jenna llegará en media hora y no estaré sola.
—Bueno, supongo que podría intentarlo. No lo sé —Me encogo de hombros, indecisa.
—¡Eso sería genial! —Chilla Hanna—. La primera clase es totalmente gratis.
—La mente y el cuerpo están conectados, Ros. Si estás mal mentalmente, tu cuerpo te lo hará saber —aconsejó Leila.
Ella me recomendó salir más y explorar mi entorno en lugar de encerrarme en mi mundo. Pero ahora me pregunto si realmente estoy lista para eso. «Quizás deba intentarlo, pero no estoy segura».
🔮🔮🔮
Como siempre, a pesar de que hay muchos estudiantes, la biblioteca está en profundo silencio. Echo un vistazo alrededor, buscando a Khai para dar los últimos retoques a nuestra maqueta antes de presentarla. El simple hecho de acercarme ahora me pone los nervios de punta.
ESTÁS LEYENDO
Azares del destino [Editando]
Teen FictionSon destinos que quizá no debieron estar destinados, caminos que al final del pavimento nunca debieron compartir la misma ruta, pero también son piezas que encajan más que un puzzle. PRIMER BORRADOR OBRA REGISTRADA EN SAFE CREATIVE.