Capítulo 48: Valentía en saber cuándo rendirse

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ROSE RIVERS

—¡Cariño, esperamos por ti! —la voz de mamá suena apurada, acompañada de dos golpes suaves en la puerta de mi aposento.

—¡Voy enseguida! —respondo.

Cierro los cuadernos, los apilo en el escritorio y coloco los bolígrafos en el portalápices. Abro la puerta, bajo los escalones detrás de ella y salimos juntas al patio. Papá está frente al asador con el delantal puesto, dándole vueltas a unas costillitas de cerdo —que chisporrotean en la parrilla— con unas pinzas largas. A su lado, Abidin, el guardia de seguridad, le ayuda a preparar la famosa salsa china. En poco tiempo, ambos se han vuelto cercanos.

Hay una mesa estrecha y alargada, sobre la cual descansa una bandeja con una generosa porción de lasaña con salsa cremosa y ensalada mixta. El parpadeo de las estrellas y la tenue luz de una bombilla apenas iluminan este rincón del patio.

Doy pequeños brincos hacia ellos.

—¿Qué es todo esto? ¿Qué celebramos?

—Una agradable noticia —responde papá, entusiasmado.

—Quiero saber qué es.

El guardia se retira para darnos privacidad, y mamá me pasa un periódico enrollado con un lazo rojo. Los dedos me tiemblan ante la anticipación, y ese nerviosismo se intensifica al tocar la textura áspera del diario.

«¿La disculpa publica?»

Desato el nudo, despliego el diario y lo leo bajo la atenta mirada de ambos. Lo primero que veo es una foto de papá en la portada, tomada durante el juicio. El artículo que la acompaña informa que la empresa Inversiones Orions ha emitido una disculpa pública hacia mi padre, un empleado que trabajó como gerente de operaciones desde el 2,000 al 2,017. También se detalla que, tras una revisión exhaustiva, se ha demostrado que él es inocente del delito del que se le acusaba. La empresa también se compromete a reparar el daño causado y anuncia que se investigará hasta dar con los verdaderos responsables.

El corazón me retumba como un tambor mientras mis pies trazan un camino veloz hacia mi progenitor, cuyos brazos se abren para acogerme.

—Estoy muy feliz de que la verdad haya salido a la luz. Este periódico tocará muchas puertas. —Lo arrugo entre mis manos—. Yo me encargaré de difundir la noticia en mis redes sociales. La gente tiene que saberlo.

—Esto es apenas el principio, hija. Thomas Anderson me explicó que un ex empleado ha sido retenido para fines de investigación. No tengo más detalles porque el caso es confidencial.

—¿Un ex empleado? ¿Pero cómo lo relacionan con todo esto? ¿Qué saben de él?

Papá vuelve a sostener las pinzas de la parrilla, levanta la tapa del horno, y una espesa nube de humo se eleva.

—No lo sé, cariño. Pero es una posibilidad. Anderson dijo que este hombre manejaba varios proyectos importantes en la empresa, y algunos de los contratos que firmó son los mismos que investigaron durante mi juicio. Eso no puede ser una coincidencia. Están siendo cautelosos, porque no quieren que se les escape como la última vez.

—¿La última vez? —pregunto, sorprendida—. ¿Ya lo habían investigado antes?

No tenía idea de ese dato, y es probable que haya muchos más. Mamá trató de mantenerme lo más al margen posible. Era una "niña".

—Sí, unos años después, cuando renunció. Hubo una auditoría interna, pero todo quedó en nada. Desapareció del radar, y luego las acusaciones cayeron sobre mí. Pero esta vez será diferente. Tienen más información y van a conectar los puntos. Esta vez habrá justicia.

Azares del destino [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora