Capítulo 56: Corazones invencibles

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ROSE RIVERS

Parpadeo varias veces hasta adaptarme a la luz fluorescente de un techo de panel acústico. Hago una mueca de dolor. El peso de mi cuerpo es insoportable, como si hubiera durado una eternidad ejercitándome.

La figura de la persona que acaricia mi cabello y sujeta mi mano se vuelve cada vez más clara. Pese a que lleva un gorro y un tapabocas, sus ojos son inconfundibles. El azul de dichas prendas médicas acentúan aun más la profundidad del café de estos.

Mojo mis labios resecos para hablar.

—¿Khai? —mi voz entrecortada por la debilidad.

—¿Cómo te sientes?

—Cansada, pero bien.

Bajo la mirada y veo mi pierna enyesada y elevada con almohadas. Hago el intento de incorporarme un poco, pero él me hace una seña para que me relaje. Se sienta en la silla junto a la camilla, su mano aún aferrada a la mía. El silencio roto solo por el sonido del goteo del suero en la habitación es cálido y cargado de sentimientos no expresados.

—¿Qué haces aquí?

Mi rostro se contrae por el ardor de la vía intravenosa en mi antebrazo.

—Lo siento, no quería molestarte. Solo quería asegurarme de que estuvieras bien. No importa si nos hablamos o no, siempre estaré cada vez que me necesites.

Apenas puedo divisarlo por la acuosidad de mi mirada. El dolor físico no es nada comparado con la punzada en el pecho, como si brasas ardientes lo atravesaran.

—No me molestas —Aprieto su mano con más fuerza y le suplico—: Por favor, no te vayas. Quédate conmigo.

A estas alturas, ya no me importa nada. Estoy cansada de fingir que no significa nada para mí, de actuar como si no fuera una parte importante de mi vida.

Amo a papá, pero no puedo seguir haciéndome daño a mí misma. Soy consciente de que un conflicto tan complejo como el que enfrentamos no se resolverá fácilmente y que él no aceptará que Khai y yo estemos juntos, pero necesito liberar esto de mi pecho para poder avanzar.

«Debo enfrentarlo».

Después de todo, esto se pudo haber evitado. No lo juzgo por haber callado, porque somos humanos y cometemos errores. Pero no voy a tapar el sol con un dedo. Entendí sus razones y espero que él también comprenda las mías.

El accidente, aunque no fue grave, ha sido un despertar para mí: un despertar de que la vida es frágil y puede ser arrebatada en cualquier momento. ¿Qué recuerdos me llevaré si eso ocurre? ¿Logré hacer lo que querías a pesar del miedo?

«Viviré el presente mientras pueda».

—Te necesito —Esbozo una leve sonrisa.

—Yo también a ti, Ros. No te imaginas cuánto.

Él acaricia mi mejilla y aparta un mechón de cabello húmedo de mi frente. Luego, se quita el cubrebocas y posa sus labios sobre el moretón en esa zona. Después, observa mis nudillos enrojecidos y también les da un dulce beso.

—Bésame. —ordeno, pero se siente como una suplica. 

Se pone de pie, se inclina y, con lentitud y el mayor cuidado posible, encaja sus labios con los míos. El gélido frío del hospital desaparece y todo lo que corre por mi cuerpo es un  calor reconfortante. Muevo mis labios al ritmo de los suyos, como si este acto fuera mi salvación. Es dulce y, a la vez, salado por la lágrima que he derramado.

Azares del destino [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora