ROSE RIVERS
Cinco sílabas que resumen mi vida en estas dos semanas: Monotonía.Mamá y yo —exceptuando la visita que le hicimos a papá— solo hemos salido al centro comercial para hacer la despensa y comprar algunos arreglos para nuestro nuevo hogar. También visitamos una preparatoria a pocas cuadras del vecindario para investigar el proceso de inscripción, sus pros y contras.
La oficina es modesta. Consta con un escritorio en forma de L, un archivero en un rincón y un mapa mundi desplegado junto a la ventana.
—Rose Esmeralda Rivers Méndez —enuncia el señor de tez albina y prominentes pómulos, mientras lee mis documentos. Levanta la mirada de mi expediente por un breve momento. Luego da varios sorbos a su té de jengibre, coloca la taza en el plato de porcelana y teclea en la computadora—. ¿Me corroboran la información, por favor?
Asiento y fijo mi vista en la placa dorada que exhibe su nombre y cargo.
—Es correcto, director Hamilton. Solo que se pronuncia Rouse, no Rous —aclara mamá.
—Me llama la atención la cantidad de ausencias en el registro —comenta con voz aguda y nasal—. Soy muy exigente al admitir estudiantes. Esta escuela es un verdadero modelo de excelencia. Las placas de reconocimiento que cuelgan en la pared detrás de mí lo demuestran con claridad.
Abro la boca. Estoy a punto de replicarle que haga lo que quiera con su institución de mierda. Sin embargo, el toque reconfortante de mamá en mi brazo me calma. Sé que su mirada me pide aprobación para explicarle, pero no quiero hacerlo.
¿Cómo podría empezar?
Dejé de asistir a la secundaria cuando mi padre recibió aquella paliza que lo dejó en coma. A pesar de mis esfuerzos por mantenerme al día, la incertidumbre sobre si despertaría o no afectó mi salud mental en todas las formas posibles. Perdí el interés por tocar el piano y otras actividades que antes disfrutaba, bajé de peso y me aislé.
—¿No cree que a sus diecisiete años está un poco adelantada? —defiendo mi posición—. Mi hija es una joven inteligente y capaz; de hecho, a los once años le adelantaron un curso sin haberlo cursado previamente. Nuestra familia ha enfrentado diversas dificultades que han contribuido a esas ausencias, las cuales nada tienen que ver con su desempeño.
—No le insistas, mamá.
Me levanto del asiento y recojo los documentos que están esparcidos sobre la mesa, algunos de los cuales están salpicados con la bebida de jengibre. Arrugo las cejas al ver el desorden.
—Si no me cede una oportunidad, nunca conocerá mi verdadero potencial. Hay muchas otras preparatorias en esta ciudad, señor. Buscaré en otro lado, sin más —reprocho.
—¡Bien! —exclama, como si se hubiera sacado la lotería.
—¿Qué...? —pregunto, media aturdida por su reacción.
—Eso era justo lo que quería ver, que usted asumiera el compromiso.
Mamá y yo nos miramos confundidas, sin entender del todo por qué era tan importante para él. Pero al instante lo comprendemos: el director quería enseñarme una lección, dado que ella había llevado la mayor parte de la conversación.
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Azares del destino [Editando]
Teen FictionSon destinos que quizá no debieron estar destinados, caminos que al final del pavimento nunca debieron compartir la misma ruta, pero también son piezas que encajan más que un puzzle. PRIMER BORRADOR OBRA REGISTRADA EN SAFE CREATIVE.