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Draco se despertó cuando el resplandor del sol que entraba por la ventana le dió directamente en los ojos. Parpadeó un par de veces y varias cosas le impactaron de lleno antes de incluso reaccionar. Sentía un leve peso en la cabeza, mucho calor y un perfume que reconocía con claridad le inundaba las fosas nasales. Giró la cabeza y vio a Astoria, dormida, semisentada, con una mano en su cabeza. Se sentó de un salto en la cama, y la chica abrió los ojos, asustada. Ambos estaban aún con la ropa de la noche anterior. 

- Creo que me quedé dormida...-murmuró la chica con voz somnolienta.

- Ya veo. -respondió Draco, con voz queda.

- Lo siento. -se disculpó la castaña, poniéndose de pié.

El chico sacudió la cabeza, como quitándole importancia. Miraba a la joven con gesto extraño.

- ¿Por qué estás viéndome así? -preguntó Astoria, y caminó ligero hasta un espejo en la pared.

- Yo...-el rubio dudó.- No tuve pesadillas anoche. De hecho, siquiera me desperté.

Astoria alzó ambas cejas y luego se encogió de hombros.

- Pues...me alegro. -comentó, aún no entendiendo.

Draco asintió y no dijo más nada.

- Iré a cambiarme y armar el baúl...te veo abajo para desayunar. -dijo la chica, mientras se quitaba los tacones, para luego salir descalza de la habitación.

Draco se dirigió al baño, abrió la ducha y dejó correr el agua hasta que todo el cuarto de baño se llenó de vapor. Se quitó la ropa, que por dormir vestido le había dejado alguna marca, y se metió bajo la ducha, dejando que sus músculos relajen la repentina tensión que le dió el despertarse con Astoria a su lado, y caer en la cuenta que desde la Batalla de Hogwarts no dormía sin pesadillas. Y estaba seguro que la chica tenía algo que ver en ello, aunque no lo dijera a viva voz. 
Cuando terminó de ducharse, se vistió, alistó su baúl y luego bajó a desayunar. Su madre estaba sola, bebiendo té, con una tostada en la mano.

- Buen día, querido. -dijo la mujer.

- Buen día, madre. 

Se sentó en su lugar habitual y se sirvió café.

- No quise despertarlos ni a ti ni a Astoria, supuse que estarían cansados. -comentó Narcissa.

- No tengo idea qué estará haciendo Astoria, la verdad. - mintió el rubio, bebiendo un sorbo de su taza.

Al finalizar la frase, la puerta se abre, y la joven entra, con el pelo recogido, un pantalón negro y un saco beige, sin maquillaje, y colgando del cuello el collar que Draco le había dado en navidad. Nadie diría que durmió medio sentada con el vestido y los tacones puestos toda la noche.

- Buen día. -saludó, y se sentó.

- Buen día. -saludaron ambos Malfoy al unísono.

- Justamente le decía a Draco que no quise despertarlos porque supuse que estarían cansados...-comentó Narcissa.

- Si, yo al menos estaba agotada. Me alegra no haberme quedado dormida más tiempo o habría tenido que arreglar todo a último momento.

- Para algo sabes hacer magia...-le dijo Draco, poniendo los ojos en blanco.

- No deja de ser magia de último momento. -respondió la chica, imitando el gesto.

Narcissa soltó una levísima risita en voz baja, que intentó cubrir con un sorbo de té, pero Draco llegó a identificarla.

Draconem et ReginaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora