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Aquella noche, otra vez Astoria y Draco tienen castigo con la profesora Lange.

- Varitas, jóvenes. -indica la esbelta mujer, cuando ambos Slytherin están ya en su despacho.

Ambos dejan sus varitas en el escritorio, y salen en dirección a la Sala de Trofeos, seguidos de cerca por Filch.

- Volveré en media hora o menos para controlar que estén haciendo lo que deben. Ah, si tan sólo pudiéramos volver a la época de los azotes... -le oyen murmurar lo último mientras se aleja cojeando y seguido de su peculiar gata, la señora Norris.

Astoria echa un vistazo a Draco y luego saca de debajo del suéter un libro de bolsillo, una versión de Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos, de Newt Scamander. Camina hasta una ventana cerrada y se encarama en el borde, para luego abrir el libro en una página marcada.
Draco la observa con una ceja alzada, y echa un vistazo al título del libro para luego soltar un bufido.

- Greengrass ¿Qué haces leyendo eso? -pregunta, y se apoya en una pared, cruzando los brazos.

- Quetei.

- ¿Qué dices? -pregunta el rubio sin comprender.

- Que te importa. -aclara, cayendo en la cuenta de que el contrario no ha comprendido.

Draco chasquea la lengua, y comienza a pasearse por la sala, leyendo los nombres que rezan los trofeos. Astoria cada tanto levanta la mirada de su lectura para observarlo, hasta que acaba por hablar.

- ¿No piensas hacer tu trabajo?

Draco se detiene y la mira por entre dos copas de oro.

- No. No voy a perder la apuesta.

- Ni yo.

- Eso lo veremos.

La castaña cierra el libro de un golpe, produciendo un ruido seco.

- Nadie va a venir a sacarte las papas del fuego, Malfoy. Tendrás que aprender a arreglartelas solo.

- Sé arreglármelas solo, Astoria. He hecho más cosas solo que acompañado, algo que dudo que puedas decir tú también, princesita Greengrass. -responde el chico con frialdad.

- ¿Tú solito metiste a los Mortífagos en Hogwarts? -suelta la joven, y se arrepiente al instante. Se ha dejado llevar por la bronca.

Malfoy se queda en el lugar, con los ojos grises clavados en la castaña, como si ésta le hubiera dado dos bofetadas.

- Sí, eso lo hice yo solo. -responde.

Astoria siente como si el estómago se le llenara de plomo, y tiene ganas de golpearse a sí misma.

- Yo... Lo siento, no debí decir eso. -se disculpa la joven, dejando el libro a un lado y caminando unos pasos hasta Draco.

Él retrocede y le da la espalda.

- No es nada que no haya escuchado desde que volví a ésta estúpida escuela.

- ¿Y por qué volviste? -pregunta ella con curiosidad.

- Por darle gusto a mi madre. Ella quería que regresara a finalizar mis estudios. ¿La culpa te ha puesto en plan Rita Skeeter? -suelta Draco, mirando a la chica por encima del hombro.

Ella se limita a negar y suspira. Se siente muy mal, nunca ha juzgado a nadie, ni siquiera a Draco. No conoce la historia al completo pero todos saben que su padre era un Mortífago, desde siempre. ¿Y si Draco no tuvo más remedio que obedecer al jefe de su padre? Esa pregunta siempre le ha rondado la cabeza, pero ella y el rubio no tienen ni un décimo de la confianza que precisaría para abordar semejante tema.

Draconem et ReginaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora