XIII - El amor es guerra

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Llegó toda la clase minutos después, y el profesor Sunohara decidió abrir el día pidiendo a todas las parejas que entregaran su poema. Algunas se excusaron por su falta de inspiración, y otras buscaban excusas rápidamente porque, simplemente, no lo habían hecho.

Len se levantó de la silla para entregarle la canción al señor, y éste al verla pidió a Miku que se levantara también y se acercase.

-Muy buen tema, sí señor- dijo satisfecho-. ¿La idea fue suya, Kagamine?

-No- respondió Len sonrojándose-. En realidad fue Miku.

-¿Usted pensó en este tema?- se preguntó el profesor asombrado-. Le veo raro ese sentimiento.

-El sentimiento no es mío. Es sólo un punto de vista que tengo- respondió tímidamente.

La clase estaba completamente en silencio hasta que uno de los chicos, Gakupo Kamui, se levantó y pidió que se enseñara la canción porque le estaba matando la curiosidad.

Miku intentó negarle de una manera amable, pero el profesor pensó que era una muy buena idea y le devolvió el papel a la chica. Len preguntó si él debía cantar, pero el profesor lo refutó con una sonrisa alegando que tenía que ser ella la que cantara.

-¿T... tengo que cantar?- preguntó tambaleándose.

-Efectivamente. Usted ha sido la ganadora- comentó el profesor.

-¿Ganadora? ¿Esto era un concurso?

-Algo así.

-Pero... No quiero cantar.

Al decir eso, ella pensó que debía haberse resignado y cantar como le mandaba el profesor, pues quizás cada mes alguien tenía que hacerlo. Pero su instinto le dijo que no, que no podía hacerlo.

-¿Y por qué no?- se extrañó el señor Sunohara.

-Porque...- intentó buscar una excusa coherente-. No es que odie cantar, pero sí odio cantar para los demás.

-¿Acaso tienes miedo?

-Se podría decir que sí, aunque el sentimiento que tengo es más bien de sentirse intimidada.

-Entiendo. Si no quiere... Es comprensible, teniendo en cuenta que es usted nueva. ¡Te has librado de una buena, Len!

-¿Cómo? ¿Qué?- se extrañó el chico, viendo que lo trataba en segunda persona como si fuera un amigo íntimo. Toda la clase soltó una pequeña risita.

Miku se inclinó levemente para agradecérselo. Volvió a su sitio con las mejillas ardientes y se sentó, sintiéndose de nuevo muy pequeña.

En la hora del almuerzo, ella esperó que todo el mundo se fuera del aula para quedarse a solas con su canción que había compuesto junto con Len, el cual también se había ido con los compañeros.

Reposó su cabeza entre sus brazos y se quedó en esa postura un buen rato, pensando en su canción y el hecho de que el profesor la incitase a cantar por segunda vez en tres días.

Alguien interrumpió sus pensamientos. Al levantar su cabeza, vio que ese alguien era Kaito. Ese chico parecía seguirle.

Él se sorprendió al ver los ojos humedecidos de la chica, algo que le hizo pensar que quizás hubiera estado llorando en la soledad de esa aula.

-¿Te encuentras bien?- le preguntó con cariño.

-Sí- respondió en un susurro-. ¿Por qué estás aquí?

-Los fans no me dejan respirar- le contestó- y he venido aquí en busca de paz.

-Bien.

Volvió a su postura principal junto con sus pensamientos. La verdad es que la nueva escuela era mucho mejor, pero se paró a pensar en Michael y eso la puso demasiado triste, pues gracias a él consiguió ser transferida. Y ahora él no estaba.

Además, había algo que la aterraba y no quería comentarlo a nadie, ni siquiera se atrevía a revelarlo en sus pensamientos

-¿Seguro que no te ocurre nada?- volvió a preguntar Kaito.

-No es que no me ocurra nada. Pero eso no significa que no pueda estar bien- le respondió ella aún con la cabeza entre sus brazos.

-Sí, claro- dijo él con una media sonrisa-. ¿Pero qué te ocurre?

No quiso responder. No iba a contarle más sobre su vida, en tres días ya había tenido suficiente.

-¿Siempre eres tan callada?- preguntó.

-Sí- respondió simplemente, aunque de eso no estaba orgullosa.

Pero luego decidió levantarse y darle a entender que tampoco era tan cerrada como parecía. Y además hablar con Kaito le hacía alejarse de ese mal pensamiento.

-Tu hermana me contó que eres también muy callado e introvertido. Incluso con gente que se preocupa por ti.

-Bueno... Pero contigo no lo estoy siendo, ¿verdad?

-Verdad. Y eso ¿por qué?

Kaito reposó todo su peso a un pie y miró al techo pensativo mientras se frotaba la barbilla.

-Sí, eso, ¿por qué?- se preguntó a él mismo.

-¿De verdad no lo sabes?- inquirió Miku confusa.

-Quizás me pareciste alguien que no debía dejar escapar, o no lo sé.

Michael también se había preocupada por ella sin ningún motivo. Bueno, ella lo veía así, aunque en realidad estaba con ella para evitar que cometiese ninguna estupidez. Aun así, le pareció una gran persona.

Pensar en él la puso triste, pero rápidamente sacudió la cabeza para sacárselo de la mente. Tenía tantos problemas encima... No lo soportaba.

-Sigo sin entenderte- dijo Miku, alejándose de su mente lo máximo posible.

-Da igual. Lo que quería preguntarte era que de qué trataba esa canción- respondió él para cambiar de tema.

-Sobre que el amor es una guerra.

-¿Y vas a cantarla alguna vez o nos vas a dejar a toda la clase intrigada?

-Para nada voy a cantarla. Se la daré a alguien para que la interprete.

-¿Cuál es la razón por la que no quieres hacerlo?

-No es un sentimiento real.

-¿No sientes eso? ¿Sobre que el amor es guerra?

-No siento amor, así que no lo sabría interpretar, y eso me costaría mucho más de cantar en público.

-Vaya, qué complicada eres.

Ella se encogió de hombros indiferente mientras volvía a su postura original. Realmente le tocaba las narices el hecho de que la clase insistiera en que ella debía cantar. Era innecesario, sinceramente.

Lo de cantar era la gota que colmó el vaso de su devastadora existencia. Michael la había abandonado, no le quedaba a nadie, prácticamente. Y luego estaba aquello...

-Odio tener que hacer esto- dijo Miku cogiendo su hoja con la canción-. Toma.

-¿Me la das?- se preguntó Kaito al ver que la chica le ofrecía un papel.

-No. Quiero que se la devuelvas a Len y le digas de mi parte que haga lo que quiera con ella, pero yo no quiero tener que cantar delante de nadie.

Él la miró algo extrañado, hasta que vio que mantener una conversación con ella, en esos momentos, era algo complicado, así que decidió irse y hacer lo que le había encomendado.

-Tengo miedo...- susurró ella cuando Kaito ya se había ido-. Ni siquiera quiero pensarlo.

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