Cuando terminó la clase de matemáticas, Miku se levantó y se fue directamente hacia esa sala que compartía con Kaiko. Había pasado mucha vergüenza y ahora necesitaba la compañía de alguien que no había sido testigo de su ridiculez.
Pero cuando llegó a esa aula, vio que estaba completamente vacía. Se sintió frustrada pero, en el fondo, eso la tranquilizó, pues no estaba obligada a contarle a nadie su vergonzoso momento.
Se iba a sentar al suelo de la otra punta de la sala, bajo una ventana, pero escuchó una voz detrás de ella.
-Kaiko hoy no ha ido al instituto- dijo Kaito. Se oyó como la puerta se cerraba tras de sí.
"Oh, por favor, Dios, dime que esto no está pasando", suplicó Miku para sus adentros. Ahora sí que no tenía por donde huir. Kaito siempre le pareció muy persistente, y eso la sacaba de sus casillas constantemente. Pero, irónicamente, también era una de las facetas que más le gustaba de él... Pero a ella no le gustaba él.
¿O sí?
-¿Por qué estás aquí si sabías que no había venido?- preguntó sin girarse para verle.
-Obviamente para hablar contigo- respondió. Se oían sus pasos avanzar hacia ella, pero de una manera tan lenta que parecía que él tampoco estuviera preparado para acercarse demasiado.
-¿Sobre qué?
-Sobre lo que has dicho antes.
Miku suspiró y se abrazó a sí misma mientras acariciaba una de sus coletas con la mirada clavada en el suelo.
-¿Te refieres a esa sarta de tonterías que he chillado como si fuera una idiota?- dijo con una risita al final.
-Puede- respondió el chico encogiéndose de hombros.
-Di lo que tengas que decir, entonces.
Ella no estaba enamorada de Kaito. No podía ser que lo estuviera. Además, aún no se acababa de creer que un chico la quisiera de verdad y de una manera tan pura. Que alguien estuviera enamorada de ella era algo que, por mucho que quisiera reconocer, no podía admitir. Ese era el problema principal.
-En realidad... No tengo ni idea de qué decir- dijo tras unos segundos de silencio-. ¿No lo estás?
-No estoy qué- preguntó Miku girándose levemente.
-Enamorada, digo. Ya sé que quizás es una tontería viniendo de ti, pero lo que has dicho antes me ha dejado desconcertado.
-Pues bien que te reías...
-Es que cuando te pones nerviosa estás adorable. Además... ¿cómo hubieras preferido que reaccionara?
-Hubiera estado bien que me hicieras callar. Estaba haciendo un ridículo espantoso.
-Expresar lo que piensas no es hacer el ridículo. ¿Acaso no era eso de lo que más estabas orgullosa, de plasmar tus sentimientos en palabras?
No respondió después de eso. No estaba para reflexionar sobre sus principios ni nada parecido. Ella sólo quería que la gente de toda la clase olvidara esa escena y volver a reír con las amigas sobre qué chico de la clase era más apetecible para cada una.
-¿Lo estás o no?- Al ver que no respondía, él mismo lo hizo-. Bueno, por supuesto que la respuesta es no, pero...
-A veces puedes resultar muy perseverante- dijo Miku girándose completamente para ver mejor con quién estaba hablando. Tenía las manos en los bolsillos, como normalmente, y de vez en cuando desviaba la mirada al suelo.
-Gracias. Es una de mis facetas más vistosas.
-En realidad, como dijiste tú aquella vez... Puede.
-¿Puede?
- Sí.- Pero se lo pensó mejor y, tras mirar a todas direcciones impacientemente, siguió:- Quiero decir... no.- Tampoco la convencía-. Quizás. Bueno, no lo sé. Dejémoslo en puede.
Ambos se miraron unos cortos instantes con la esperanza de que alguno de los dos diera un pequeño paso, pero en lugar de eso, se pusieron a reír alegremente.
-Es literalmente lo que dije- dijo Kaito entre risas.
-¡Es verdad!- dijo ella riendo.
Cuando las risas cesaron, el silencio volvió a inundar la sala y esta vez ninguno de los dos cruzaba la vista con el otro. El sosiego se prolongó y se convirtió en un momento incómodo pero, al mismo tiempo, cálido y reconfortante. Era irónico. Pero es que en aquellos instantes, la lógica no tenía ningún lugar.
-¿Sólo era eso?- preguntó Miku con ganas de irse y perderse.
-Hm...- el chico pareció reflexionar en su interior. La distancia entre los dos se había acortado, pero no lo suficiente-. Sí, otra cosa.
La chica se sorprendió al ver que Kaito daba pasos hacia ella firmemente, dispuesto a hacer lo que fuese que iba a hacer. Pero más la sorprendió ver que le ponía suavemente la mano en la nuca y la besaba tímidamente, como si realmente no quisiera hacer eso.
Sólo pasaron unos pocos segundos, pero a Miku ese tiempo se le hizo eterno. No sabía por qué ni cómo, pero ese beso le pareció muy reconfortante y, a pesar de haber sido modesto, también le pareció apasionado.
Cuando Kaito se separó de ella, no dijo nada más. Dio media vuelta y se dirigió a la puerta, pero antes de salir, dijo una última cosa mirándola de reojo con una sonrisita:
-Creo que ahora te lo he dejado más complicado, ¿no?
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Rolling Girl
RandomEnvuelta en un halo de críticas, burlas, insultos e incluso agresiones físicas, Miku se consigue deshacer de todo ese horripilante pasado y se cambia a un nuevo instituto lleno de personajes nuevos amantes de la música.