Len estuvo un rato pensando en lo que ella dijo, quizás estudiando a fondo qué podían sacar de ese tema que parecía muy jugoso.
-Esto sí que es difícil. ¿El amor es guerra? Eso no suena muy bueno...- dijo frotándose la barbilla mirando al infinito.
-Si lo piensas, sí que es bueno- indicó ella aferrándose a su falda mientras le miraba de reojo-. Muchos creen que el amor es algo que duele en sí, pero nadie lo ha visto como si fuera una guerra.
-Tienes razón. ¿Y por dónde quieres empezar?
-Estaría bien hablar de algo gris y olvidado. Quizás sobre una chica que aún ama a un chico pero se equivocó en algo y éste la abandonó. Una guerra para conseguirlo de nuevo, un error, una herida que sanar.
Len se quedó expectante mirando a Miku, como si le impresionara esa mente tan creativa.
-¡Fantástico!- dijo dando un pequeño golpe en la mesa-. Suerte que me han enviado contigo y no me he quedado con mi hermana.
Los dos se levantaron y siguieron el largo pasillo buscando algún aula vacía para escribir sin molestar. El muchacho iba cargado con un bajo, mientras que ella llevaba esa guitarra que antes le había llamado la atención. Una eléctrica de color turquesa, su color favorito, con todo el equipamiento que le pesaba en la espalda.
Encontraron un aula con las sillas apiladas en un rincón y las mesas tiradas, algunas rotas, entre cajas y telas de todo tipo.
-Aquí irá bien- dijo el chico mientras cerraba la puerta tras de sí.
Ella se miró el lugar con curiosidad. Observó la pizarra, con un dibujo de un profesor haciendo sus necesidades mientras los alumnos le hacían fotos. Sonrió por lo debajo y dejó la guitarra en el suelo.
Tras pasar unas tres horas, llegó la hora del almuerzo, y los dos ya tenían la canción acabada. A él le fascinó la rapidez de su compañera, que componía como si del dedo le saliera toda la inspiración.
Len se despidió de ella y se fue a reunirse con sus amigos, a pesar de que insistió en que ella también viniera. Pero decidió quedarse en ese aula descansando.
Sus años de soledad la habían hecho querer ese sentimiento cuando no estaba, y aunque eso le molestara, sabía que lo necesitara.
Se había acomodado sentada contra la pared y las piernas recogidas, mirando al infinito, pero de repente la puerta se abrió y entró una chica bastante parecida a Kaito, un poco más pequeña y del mismo color de pelo.
-¡Oh! Disculpa- dijo con una voz tímida pero tierna-. Creí que estaba vacía.
Acabó de entrar y miró a Miku con intriga, ladeando la cabeza intentando comprender el por qué de ella. Esa postura le pareció muy adorable.
-¿Quién eres?- preguntó la pequeña sacando de su mochila una fiambrera azul oscuro.
-Miku Hatsune- respondió aún desconcertada.
-Perdón por haber entrado sin avisar. Suelo comer aquí todos los días.
Cerró la puerta y se volvió a mirar a la chica.
-¿Eres la hermana de Kaito?- preguntó Miku.
-Sí. ¿Cómo lo sabes?- dijo con una sonrisa.
-Os parecéis bastante.
-Mi nombre es Kaiko Shion. ¿Puedo sentarme a tu lado?
-Vale.
Después de acomodarse a unos cuantos centímetros al lado de Miku, abrió la fiambrera dejando ver una ración enorme de comida.
-¿Quieres?- le ofreció Kaiko.
-Gracias- aceptó con una sonrisa amable en la cara.
-Es que mi madre siempre me da una ración extra para que comparte con amigos- le explicó algo triste mientras sacaba otro par de palillos para comer-. Pero como no tengo amigos, normalmente le ofrezco a Kaito. Sin embargo, siempre está con los suyos y nunca está por mí dentro de la escuela. Cuesta encontrarlo.
-¿Por qué?
-Bueno...- se puso un trozo de carne en la boca y tras tragar, prosiguió-. Se podría decir que es casi inaccesible.
-¿Inaccesible?
-Puede parecer extrovertido y muy seguro de sí mismo, pero es todo lo contrario. Hacerse amigo de él es algo complicado, pues es muy inseguro con la gente. Sus amigos son pocos porque la mayoría sólo van por interés. Que hable contigo, en opinión de mis compañeros de clase, es todo un privilegio.
-Pues hoy ha hablado conmigo- dijo como si fuera algo normal.
-Eso si que es raro. Porque eres nueva, ¿no?
-Pero eso es irrelevante.
-Sí.
Siguieron comiendo mientras miraban fijamente a la puerta sin esperar que nadie saliera de ella. Miku estaba absorta en sus pensamientos, muchos en realidad. No sabía que pensar de esa escuela.
De repente, alguien abrió la puerta llamando a Kaiko como si se hubiera perdido un perro. Resultó ser su hermano mayor.
-¡Kaiko! Estabas aquí- dijo él-. Te he buscado por toda la escuela.
La pequeña se puso de pie dándole su fiambrera a su compañera mientras miraba su hermano con tristeza.
-Yo también- le respondió-. Le he dado tu porción a Miku.
-¿Miku?
Entonces ladeó la cabeza para ver tras de su hermana y vio a la nueva integrante de la escuela sentada y con la fiambrera en el regazo.
-Ah. No pasa nada, entonces- dijo sonriendo-. Te estaba buscando porque la profesora Furukawa te necesita en su aula.
-¿A mí?- preguntó su hermana algo confusa.
-No me preguntes por qué.
La chica se encogió de hombros y caminó hasta la puerta. Antes de salir, se giró hacia Miku y le envió una sonrisa.
-Puedes acabártelo, si quieres.
Dicho eso, marchó cerrando la puerta.
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Rolling Girl
RandomEnvuelta en un halo de críticas, burlas, insultos e incluso agresiones físicas, Miku se consigue deshacer de todo ese horripilante pasado y se cambia a un nuevo instituto lleno de personajes nuevos amantes de la música.