XXI - Una fiesta.

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Llegó el helado junto con unos tazones de plástico con dibujos de animes famosos bastante grandes para ser simples tarrinas de helado. Cada uno se sirvió una ración que podría alimentarles durante el resto del día.

-¿Nadie le teme al colesterol?- preguntó Rin sin dejar de comer.

-Eso es como el Hombre del Saco. Acabas por pensar que es una trola que se inventan los padres para que dejes de hacer lo que más te gusta- comentó Kaito apurando el tazón.

-Pero el colesterol existe de verdad- dijo Luka como si fuera algo demasiado obvio como para ser dicho en voz alta.

-Pero el Hombre del Saco no- dijo señalándola con la cuchara.

-¡No me apuntes con eso, que ha pasado por tu boca!

Rin soltó una carcajada, una risa dulce pero aguda, típica de ella.

-¿Alguien más quiere repetir?- dijo Gumi con ansiedad acercándose al gran cuenco de helado.

-Eh, cálmate un poco, colega- la interrumpió Rin-. Aquí todos tenemos hambre.

-¿Vosotros tenéis hambre?- preguntó Meiko-. Yo ahora sólo tengo gula.

-Comer por comer- afirmó Luka.

-Eso no es bueno para el cuerpo- dijo Len comiéndose su doble ración de helado de frutas.

-No eres el indicado para decir eso, chaval- le espeté Gakupo.

-¿Me estás llamando gordo?

-¿A ti? ¿Gordo? Pero si eres una maldita anguila de mar- rió Haku mientras se servía otra cucharada de helado.

-Sin faltar, Yowane, que tú también estás en los huesos.

-A eso se le llama estar fibrosa.

-Estáis pesaditos, ¿eh?- dijo Mikuo-. Parece ser que soy mayor que vosotros física e intelectualmente.

-No vayas de listo, hermanito, que el año pasado te quedaron cuatro- le dijo Miku sonriendo tímidamente.

La conversación se prolongó durante dos horas, en las cuales el helado se había transformado en un jugoso batido que a nadie le apeteció salvo a los gemelos Kagamine.

Al acabar, Rin se emocionó como una niña pequeña al ver una piscina de bolas de plástico como las que solía haber en las fiestas infantiles. Ella, su hermano y Gumi se pusieron a jugar dentro como crías de guardería, mientras los demás que se consideraban un poco más maduros charlaban animadamente en la mesa.

Pero Miku se fue a investigar un poco el local, pues la decoración e iluminación era bastante curiosa. Se veía claramente que ese sitio era para niños o jóvenes con corazón de niño.

Le paró un camarero qua parecía pasar de los veinte.

-¿Hoy es tu cumpleaños?- le preguntó al verla pasar.

Ella asintió.

-Supongo que teniendo la edad que tenéis, os interesará más la sección para adolescentes, ¿no?

-No- respondió con una sonrisa-. La verdad es que es bonito rememorar los tiempos de infancia.

-Eso ya lo había visto- y entonces rió-. Pero me obligan a preguntarlo porque esa sección es un poquito más cara- acabó la frase en un susurro.

-Estrategias de marketing. Pero en mi opinión, si alguien entra aquí, creo que es porque aún es conscientemente un crío.

-Mi jefe es idiota.

-Pero un genio al crear todo esto.

-¿Esto?- y miró alrededor como si fuera la primera vez-. Esto no lo ha hecho él. Lo hizo mi padre, pero el muy estúpido le vendió la empresa a ese gordo egoísta.

-¿Y no lo quieres recuperar?

-De querer, quiero. Pero es imposible. Tendría que ofrecerle el doble de dinero, y no tengo ni la mitad.

-¿Qué pasaría si volviera a ser de tu familia?

-Bajaríamos los precios un cincuenta por ciento, en primer lugar, como eran en un principio. Se pierden clientes por ese precio exuberante. ¿Y el local? Este es una mierda comparado con el otro que teníamos. Podías bajar de la tercera planta hasta la baja con un tobogán. Y el tracto del jefe a los clientes es... pésimo.

-Entonces esto es sólo una réplica, una ilusión inacabada del otro, ¿no?

-Podría decirse así.

Rin gritó a Miku desde la lejanía y saltó fuera de la piscina de bolas intentando no tropezar con nada. Al llegar junto a su amiga, la avisó que aún quedaba un regalo para dar.

Ella no se esperaba tanta amabilidad por parte de sus amigos. Nunca se esperó amabilidad por parte de nadie. Es más, creyó que el día de su cumpleaños no existía para nadie, ni tan solo para ella.

-Bueno- dijo el joven-. Adiós y feliz cumpleaños.

-Gracias- respondió Miku mientras se inclinaba agradecida.

Volvió a la mesa donde estaban todos antes, y en vez de un helado había un pequeño pastel de chocolate, el que le apeteció tanto cuando lo vio en la carta de postres.

-Toma- dijo Rin ofreciéndole un paquete bastante voluminoso y alargado.

Cuando Miku lo intentó coger, casi se le cae al suelo. Pesaba más de lo que esperaba, pero Luka la ayudó a abrirlo con cuidado. Y lo que había dentro hizo sorprender incluso a su hermano.

Era la guitarra eléctrica que había en el Aula, esa turquesa que tanto le gustaba y siempre procuraba coger sin que nadie la viese.

-Al profesor le pareció bien que la tuvieras tú- dijo Gumi sonriendo-. A Kaito y a mí nos costó lo suyo cogerla sin que ningún compañero se nos quejara.

-¡Muchas gracias!- dijo sonriendo de la felicidad mientras abrazaba su nuevo instrumento.

-Es la primera vez que le hacen un regalo tan... caro- comentó Mikuo impresionado.

-¿Y a ti?- le preguntó Gakupo.

-Mi cumpleaños es dentro de cuatro largos meses. Y mis amigos no saben el día, así que les da igual.

-Podríamos también celebrar el tuyo- propuso Rin emocionada por la idea que acababa de tener.

-¿Mi cumpleaños? ¿Celebrar mi cumpleaños?- se extrañó con una cara entre asombro y perplejidad.

-¡Pues claro!- apoyó Len.

-E invitaríamos a tus amigos- propuso Haku.

-Eh, pero, ¿vosotros vendréis?- preguntó su hermano.

-Claro- respondió Rin poniéndose de pie-. El hermano de nuestra amiga es también nuestro amigo.

-Entiendo...

-Aunque te moleste, nosotros estaremos ahí por encima de cualquier cosa.

-No se si le entusiasma o le molesta- rió Meiko.

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