XXXVII - IA

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Nadie habló sobre el tema. Ni el de su madre y mucho menos de la noche de Kaito en la casa de ella.
Al llegar al instituto, todos saludaron a la chica como si fuera un día normal y corriente, y a pesar de que a veces se la encontraban llorando desconsoladamente, los llantos fueron cesando hasta que desaparecieron.
Cuando Miku pudo usar ya sus dos piernas, ese tema había caído en el olvido. Nadie le pidió explicaciones, nadie le pidió respuestas. Todo seguía su curso tranquilamente hasta que, un día, un suceso extrañó ocurrió en la escuela.
-¿¡Una persecución!?- exclamó Rin.
Todos los alumnos estaban haciendo bulto delante de su respectiva aula, dejando un pequeño espacio en el pasillo por si se encontraban con la presunta persecución. Los profesores, alterados. Los alumnos, emocionados. Miku, desconcertada.
-¿Qué dicen?- preguntó Miku. Estaba detrás de todos sus compañeros de clase, al lado de Luka, quién tampoco parecía enterarse de nada.
-Hm- soltó tras dar un pequeño saltito para ver más allá de las cabezas de sus amigos-. Creo que alguien se ha infiltrado en la escuela y está siendo perseguido por tres mafiosos.
-¿Han llamado a la policía?
-Es lo primero que han hecho al ver saltar un par de hermanos gemelos dentro del recinto sin autorización- dijo Oliver, que también estaba detrás del todo.
-¿Son dos hermanos gemelos?
-Eso se comenta.
-¿Y llevan armas?
-... Quizás.
Rin estaba que estallaba del entusiasmo. A su lado, Len también permanecía expectante, pero quizás un poco desilusionado por el hecho de no ver a nadie por ningún lado del pasillo.
-Quizás ya los han atrapado- dijo un poco decepcionado.
-¡Para nada, hermanito!- saltó Rin, y señaló hasta una de las puntas del largo pasadizo. Un par de clases más también observaron esa esquina.
-¡Coño! ¿Pero cuánta gente hay en este instituto?- se quejó la chica que corría a una velocidad inhumana detrás de un chico de su misma edad.
-Da igual, da igual, da igual- repetía él-. ¡Que no nos atrapen!
Pasaron entre los alumnos como si fueran rayos, esquivando y corriendo al mismo tiempo, limpiamente. Su precisión y delicadeza, su fuerza y velocidad, les hacía parecer atletas profesionales.
Pero no contaron con algo. Cuando cruzaron la esquina al ritmo de los gritos de ánimo de los alumnos y de los gritos de indignación de los profesores, el chico chocó con alguien que caminaba tranquilamente por el pasillo, sin ser consciente de la situación que se vivía en ese momento dentro del recinto.
Ambos se cayeron al suelo. Pero no había tiempo para levantarse y huir. Ambos chicos cogieron al obstáculo y se encerraron dentro de un cuarto de mantenimiento que había cerca sin hacer ruido. El chico le tapaba la boca al que había hecho caerle para que no dijera nada, pero su cara pedía a gritos ayuda.
-Jo...- se quejó Rin entrando en su aula con cara de pocos amigos.
-Han sido tan rápidos que ni los he visto- comentó Len.
-Creo que la chica me ha dado un codazo- se quejó Gumi entre risas.
-A mí el tío me ha pisado- dijo esta vez Meiko.
-Pero aun así, ha sido formidable- intervino Gakupo-. Se ha tropezado con el pie de uno de la clase 4-1 y, tras una voltereta, ¡se ha puesto de pie!
-Parecía un videojuego- rio Yuma.
A pesar de lo bien que se lo estaban pasando en clase, una de las chicas no estaba tan cómodamente sonriente.
SeeU era el apodo que le habían puesto a una pequeña chica con el pelo largo, ondulado y voluminoso de un rubio dorado. Y, en esos momentos, SeeU estaba que se moría de miedo. En una habitación pequeña con trapos y productos de limpieza, un chico le tapaba la boca y su hermana escuchaba a través de la puerta con una mirada de concentración. Estaban a oscuras y no podía distinguir ninguna cara concreta.
-¿Se han ido?- preguntó el chico.
-Se han ido- confirmó la chica.
SeeU se pudo deshacer de la mano del secuestrador con un buen mordisco, e intentó salir de esa claustrofóbica habitación. Pero el chico que la retenía se lo impidió.
-Eh, para el carro- le espetó de mala gana-. Los tíos esos se creen que nos hemos escapado y han salido, pero tú sabes la verdad. No te podemos dejar salir aún.
-Yo no decidí chocar con un fugitivo- se quejó SeeU. Tenía una voz dulce y aguda. Cualquiera diría que la que hablaba iba todavía en primaria.
-Será mejor que cierres el pico- dijo esta vez la chica-. Aún hay profesores por los pasillos buscándonos desesperadamente. Nos pueden oír.
Dejó de forcejar para que el chico le dejara el brazo y, refunfuñando en regañadientes, se sentó bajo una estantería con una cara que indicaba totalmente que estaba muy indignada. Ni siquiera había visto la cara de los secuestradores.
-Bueno, ¿y cuál es tu nombre?- dijo el chico.
-¡IO!- le avisó en un susurró la otra chica.
-¿Qué? Sólo quiero pasar el rato.
-La gente me llama SeeU- respondió con un claro tono de enfado y frustración.
-Un placer, SeeU. A mi me llaman...
-¡IO!- volvió a espetarle la chica.
-Eso mismo.
-¡No! ¡Que la dejes!
-Bah. Cállate, IA. ¿Qué más da que hable con ella?
-¿No sabes que nunca debes ponerle nombre al cerdo que te vas a comer?
-¿Acaso vas a matarla?
-No.
-Entonces déjame en paz.
-Eres exasperante.
-¿De qué huis?- preguntó SeeU con curiosidad.
-Oh, verás, es una historia divertida...- empezó a contar el chico, pero su acompañante rápidamente le interrumpió.
-No es de tu incumbencia.
-Ah...- suspiró el chico-. Tú sí que eres exasperante...
-Vía libre.
Al decir eso, la chica abrió la puerta de golpe. El chico, que estaba apoyado en ella, cayó de espaldas, pero pudo levantarse sin pesadez. SeeU se quedó debajo de la estantería, con las piernas recogidas, mirando expectante al par de fugitivos. Ambos eran prácticamente idénticos. La chica tenía el pelo largo de un color rubio que más bien parecía un rosa pálido. Llevaba falda y una camiseta bastante ancha y corta encima de otra. El hermano iba con una sudadera negra y el pelo corto y alborotado. Realmente no parecían tener mucho cuidado de su aspecto.
Entonces los dos se pusieron frente la puerta del cuarto de mantenimiento y miraron a SeeU desde arriba, la chica seriamente y el chico con una cara divertida y los brazos cruzados, como si la situación le pareciera divertida.
-¿Qué hacemos contigo?- dijo la chica.
-¿Tenemos que hacerle algo? Sólo tienes que chantajearla, IA- dijo el chico.
-Supongo que tienes razón, pero, ¿con qué?
-Le dices: "como le cuentes esto a alguien, te verás obligada a escucharme cantar durante cuatro horas".
La chica pegó a su hermano en el brazo.
-Muy gracioso- dijo enfadada.
-Eh... Esto...- dijo SeeU tartamudeando, un poco asustada por la situación-. Podéis confiar en mí. No se lo diré a nad...
-No te creo.
El chico miró a SeeU como si la estuviera estudiando psicológicamente y luego se encogió de hombros.
-Pues yo sí- dijo finalmente.
-¿En serio?
-Vamos, hermanita, ¿qué va a decir esta inocente criaturita?
-Pues...
-Déjala. Nos vamos. No tienes que preocuparte.
-Está bien.
Acto seguido, salieron disparados, a lo que SeeU aprovechó para salir de debajo de la estantería con las piernas temblorosas y la mirada perdida. ¿Qué acababa de pasar?, se preguntaba.
Entonces, percató algo en el suelo.
-Un móvil.

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