XXVIII - Ella también.

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KAITO:

Menudo ridículo hizo. No pensaba que su hermana llegase a ser tan perspicaz. Y mucho menos que toda su pandilla lo fuese. Rin fue la más perceptiva, pero lo suyo es normal, pues siempre ha tenido un don innato para adivinar secretos de la gente, matándose a investigaciones por la escuela, entrevistando a amigos del sospechoso... Nunca estaba quieta hasta que lo descubría.

¿Pero cómo pudieron descubrirle eso? ¿Era tan obvio? ¿O es que Kaiko también lo comentó por ahí? ¿O era más bien que Rin lo había descubierto por sus medios y luego escampado por el recinto?

Se le aceleraba el corazón cada vez que ella la miraba, y tenía que mirar hacia otro lado o empezaría a ponerse aún más nervioso y a sudar como un cerdo.

Por otro lado, se percató de que Meiko estaba muy cabreada y cada vez que la miraba, ella desviaba la mirada a otro lado con unos reflejos bastante vagos. Definitivamente tenía que hablar con ella.

Al salir de clase, se dirigió directamente a su amiga para poder saber qué le pasaba, realmente. Estaba con los ojos rojizos y las mejillas húmedas, algo que indicaba que había estado llorando.

-Oye, Meiko, ¿podemos hablar?- le preguntó al acercarse a su pupitre con la mirada gacha.

-Sí, claro, ¿sobre qué?- dijo secándose las lágrimas.

-¿Te ocurre algo?

Ella se quedó mirándolo indiferente, sorbió por la nariz y se puso de pie de golpe.

-No. Nada- respondió mientras recogía todas sus cosas a la velocidad de la luz.

-Yo creo que sí. ¿Qué te pasa?- insistió.

-Nada, nada.

-Eh, Meiko- la cogió del brazo rápidamente para impedir que se fuera-. En serio. ¿Qué pasa?

-¿Quieres saber qué me pasa?- inquirió Meiko soltándose de la mano de Kaito. Miró alrededor para asegurarse que no quedaba casi nadie en clase, sólo Miku, que miraba por la ventana ausente, también Rin y Len, los cuales se peleaban en voz baja sobre quién le tocaba pagar el bocadillo, y Luka, la que hacía compañía a Miku mientras comentaba cosas sobre las nubes y ella respondía con una sonrisa-. Me pasa que a mí me gustas des de hace tiempo, ¿sabes?

Lo dijo demasiado fuerte. Miku y Luka se giraron de golpe impresionadas, mientras que Len y Rin dejaban de discutir y se miraban entre sí preocupados.

-¿Cómo?- se preguntó Kaito asombrado.

-Que me gustas, chaval- insistió ella con un tono de enfado fuera de lo normal-. Nos conocemos desde pequeños. Me has gustado siempre, prácticamente, y nunca te has dado cuenta. Pero en cambio, viene Miku a la escuela y ya te enamoras de ella, sin darte cuenta de que yo iba primero.

-¿Está celosa?- le preguntó Miku a Luka algo desconcertada.

-Mucho- le respondió su amiga en voz baja-. Tranquila, que contigo no se enfadará...

-Ahora me siento culpable.

-¿Culpable de qué? Si es él el que se ha encaprichado no tú.

-Pero...

Él seguía perplejo por la reacción de Meiko. Nunca se dio cuenta de eso, quizás porque lo sabía disimular muy bien. Pero a la vez le parecía muy extraño, pues ella siempre había sido de las chicas que lo dice todo sin preámbulos, directa al grano, sin temer tampoco a las consecuencias.

-Meiko- dijo él relajándose-. ¿Por qué te enfadas conmigo?

-Porque eres un insensible- respondió en un grito. A Rin le recorrió un escalofrío por la espalda al ver a su amiga soltando chispas.

-Tendrías que enfadarte contigo misma. Si no me di cuenta, será porque no quisiste. Vamos, digo yo- le respondió Kaito encogiéndose de hombros. Ella lo miró aún más enfadada, pero no tuvo tiempo a reaccionar-. Tú siempre vas dándolo todo, diciendo las cosas altas y claras, sin miedo a lo que pueda pasar en consecuencia. Enfadarte conmigo porque tengo sentimientos hacia otra persona es un poco irracional, ¿no crees? ¿Acaso piensas que es culpa mía que me guste Miku? Ni que yo lo eligiera. Tú podías enamorarte hipotéticamente de Len, pero eso no quiere decir que (suponiendo que le gustas) Oliver se enfade contigo, si nunca ha demostrado indicios de sus sentimientos verdaderos hacia ti.

-Kaito no es bueno con las metáforas- susurró Len a su hermana.

Realmente Meiko estaba que daba miedo, pero en el fondo todos sabían que lo que decía Kaito era totalmente razonable, incluso ella misma lo sabía. Miró al suelo mientras cerraba los puños con furia.

-Me siento como un obstáculo- le susurró Miku a su amiga entre el silencio que se prolongó.

-Relájate- le respondió en un susurro, golpeándole la espalda amistosamente-. Meiko siempre ha sido así de impulsiva.

Rin silbó en medio del maromo:

-¡Uh! Peleas de amor. Yo en eso ya no me meto.

Kaito salió del aula sin despedirse de nadie y cerró la puerta suavemente a pesar de su enfado repentino. Durante esas cuatro míseras horas se había creado un triángulo amoroso entre él, Miku y Meiko. Realmente no sabía cómo había llegado a eso.

¿Y Miku? Tampoco sabía de dónde salieron esos sentimientos. El primer día que la vio ya le pareció una persona peculiar, y quizás fuera por eso su interés hacia ella. ¿Pero por qué hacia ella y nadie más?
Se sentía frustrado a la vez que relajado. Quizás porque se había quitado un peso de encima, pero también estaba enfadado por el tema de Meiko y por el hecho de que toda la clase ya supiera sobre sus sentimientos. Eso era lo que más le sacaba de quicio.

Pero en un momento u otro tenía que salir a la luz, al fin y al cabo. No iba a callarse eternamente, como hizo Meiko durante los diez años que llevaban de amistad. Eso era de cobardes.

Salió de la escuela y se encontró con los cuatro chavales de la otra vez. Lo miraban con desprecio, y él ya se esperaba que eso fuese la gota que colmaba el vaso.

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