Su madre acababa de morir.
Fue una mujer que siempre estuvo a su lado a pesar de las adversidades que le traía la vida, pero la repentina aparición de su tío hizo que ella se distanciara. No la odiaba, pero llegó a dejar de amarla como hacía antes.
El día de su muerte fue hace un par de días, atropellada por un hombre que circulaba en dirección contraria a las dos de la madrugada. El golpe que recibió fue demoledor y le quitó la vida sin dejarle ni unos instantes de sufrimiento.
Cuando Miku y su hermano recibieron la terrible noticia, supieron que se quedarían solos eternamente. Su padre en prisión no recibía tantas visitas como cualquier otro preso con una familia, así que el día en que Mikuo y Miku fueron a visitarle después de tantos años, el hombre se puso muy feliz...
... hasta que le contaron lo que le había pasado a su mujer.
"Una desgracia tras otra", pensaba Miku constantemente, "¿no sería más noble otorgarme una muerte rápida?".
Lloró desesperadamente durante diez horas seguidas sin cansancio hasta secarse y dormirse. Cuando faltaba un día para tener que volver al colegio, se acordó de una cosa.
No tenía a nadie que le dijera "te quiero" antes de irse a dormir. Sólo quedaba Mikuo, y ahora que habían perdido a su madre, el chico tenía que hacer turnos doble en sus trabajos e incluso tenía que ir abandonando los estudios pues era muy difícil mantener la casa y a su hermana mientras intentaba ingresar en la universidad.
Recordó que Kaito le había dicho que sentía algo por ella, y un fuerte impulso la hizo levantarse de su cama, secarse las lágrimas, disimular lo máximo posible lo sucedido y dirigirse hacia la escuela con un único propósito: hablar con él.
¿Por qué? Cuando llegó a pisar la puerta de entrada del recinto recordó todo el dolor recibido la semana anterior y se le olvidó por completo la respuesta.
¿Por qué lo buscaba? ¿Qué le quería preguntar?
Había demasiados sentimientos acumulados y no entendía nada de lo que le estaba pasando. Mientras él la abrazaba calmadamente, dejó de llorar y levantó la vista lentamente para pensar en qué le tenía que contar.
-¿Qué?- murmuraba en voz baja. Kaito se apartó un poco de ella al ver que por fin reaccionaba-. ¿Por qué? ¿Por qué?
Repitió esas dos palabras más veces de las que el chico pudo recordar. ¿Qué era lo que le estaba ocurriendo?
-Ese camión tendría que haberme arrastrado a mí hacia la puerta del más allá, no a ella- dijo en un susurro mientras se rascaba la cabeza y cerraba los ojos con fuerza- ¡A mí!- repitió en un tono de voz más alto.
-¿Qué sucede, Miku?- preguntó él agarrando por los hombros a su amiga con preocupación.
-Demasiadas cosas- dijo con un hilo de voz-. Demasiadas. Mikuo no ha ido al instituto en una semana. Ella no está. No está más. Y él no vendrá más por aquí. ¿Por qué?
Kaito parecía empezar a asustarse por el comportamiento de la chica, pero mantuvo la compostura e intentó mirarla directamente a los ojos.
-Sólo quiero... Sólo quiero...- dijo ella en un momento de iluminación. Levantó la cabeza rápidamente. Tenía el rostro de su amigo a pocos centímetros de ella, pero lo dejó pasar.
-¿Qué es lo que quieres, Miku?- preguntó el chico con un tono de voz afable.
-Quiero volver a empezar. Quiero olvidar pero también quiero recordar- respondió ella tristemente-. Y... también quiero... Quiero que no dejes de quererme.
Sus palabras impactaron mucho al chico. Ella seguía mirándole fijamente a los ojos con una mirada triste pero confiada, pero él no pudo sostener la mirada y cerró los ojos mientras se levantaba.
-Por supuesto que no dejaré de quererte, Miku- respondió con una media sonrisa intentando disimular el pánico y nerviosismo que estaba sintiendo en esos momentos-. ¿Pero qué es lo que ha sucedido?
Después de un pequeño silencio, entre lágrimas ásperas, la chica le relató detalladamente la muerte de su madre, el sentimiento de vacío que ella dejó y la decadencia de la fe y la estima del resto de su familia. Por primera vez, le contó que su padre estaba en prisión y lo de su tío que, aun y saberlo, Kaito se quedó de piedra al oírlo decir de sus labios.
Fue arrastrada con la silla de ruedas hasta fuera. Tenía la cara enterrada en sus manos mientras intentaba no llorar más. Las caras de sus amigos al verla fueron un poema. No sólo les impresionó verla en silla de ruedas, sino que también fue chocante verle la cara después de un largo sollozo.
ESTÁS LEYENDO
Rolling Girl
RandomEnvuelta en un halo de críticas, burlas, insultos e incluso agresiones físicas, Miku se consigue deshacer de todo ese horripilante pasado y se cambia a un nuevo instituto lleno de personajes nuevos amantes de la música.