XXIV - Voy a cantar.

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Se levantó el sábado después de faltar absolutamente toda la semana a clase. Alguien llamaba a la puerta, y resultaba que Mikuo no estaba en casa. Quizás él sí que acudiese a los estudios, o quizás fuese a buscar comida o un trabajo para conseguirla.

Así que se levantó con desgana, arrastrando sus zapatillas con forma de osito panda, y fue hasta la puerta del pequeño piso en el que vivía. El visitante volvió a picar el timbre.

-Déjalo, o se va a romper- murmuró Miku abriendo los cinco candados que había en la puerta de entrada. Al abrirlos, giró el pomo-. ¿Quién es...?

Su tono de voz disminuyó al ver quién estaba delante de su piso, con las manos en los bolsillos y mirándola fijamente.

-Hola- dijo con una voz amable.

-¿Qué haces aquí, Kaito?- preguntó reposándose en el marco de la puerta.

-Me preocupaba que no acudieses a clase durante esta semana. No sabía si estabas bien- respondió.

-Estoy bien. ¿Cómo supiste dónde vivía?

-Bueno... Me crucé con tu hermano por los pasillos de clase y se lo pregunté. Me miró con una sonrisa de complicidad y me dio el número del piso y calle mientras me daba un golpe en el brazo. Supongo que entiendo esa reacción- su frase acabó en un susurro.

-Vale... ¿Quieres pasar en vez de hablar des del rellano?- dijo invitándolo a pasar-. Pero tendrás que disculparme, que me tengo que cambiar.

Iba con su pijama de color gris oscuro y llevaba el pelo largo casi acariciando sus talones. Nunca pensó en cortárselo después de que Michael le dijera que le quedaba muy bien.

Al entrar, Kaito miró a su alrededor impresionado.

-Es... poca cosa- dijo Miku al ver la reacción de su compañero-. Y está sucio. Pero nos las apañamos para vivir.

Él asintió y se acomodó en el sofá negro que había al lado de la ventana. Ella entró en una puerta que había justo al lado de la pequeña y única estantería de casa, la cual era su cuarto, y después de cinco cortos minutos, salió con un vestido blanco y el pelo perfectamente recogido en dos largas coletas.

-¿Qué te trae por aquí, realmente?- preguntó Miku tras acomodarse al lado de su amigo.

El sofá era bastante estrecho para dos personas, pero con lo delgada que estaba, había espacio suficiente para ambos. Aunque, a pesar de eso, ella apretó todo su cuerpo contra la pared para intentar no rozarse con Kaito.

-Bueno- dijo Kaito girándose cómodamente para poder hablar cara a cara con ella-. Cuando te fuiste el otro día dando un portazo, vino tu hermano y nos lo contó todo.

Miku miró a su compañero asustada, como si el hecho de saberlo todo fuera un pecado mortal, y decidió desviar rápidamente la mirada.

-Yo no sabía nada de eso. ¿Por qué no me lo dijiste?- dijo él.

-No había necesidad- respondió ella recogiéndose las piernas sobre el sofá.

Al ver por primera vez en su vida las piernas desnudas de la chica, Kaito se percató de las graves heridas que éstas tenían. Aún así, su piel seguía siendo fina y pálida.

-¿Que no había necesidad, dices?- dijo sobresaltándose-. Nos ha contado tus locuras suicidas, tus crisis de ansiedad, y Rin cada día le obliga a tomar una charla sobre ti y tus reacciones ante las adversidades de la vida.

-A Rin le gusta Mikuo, quizás sólo sea una excusa para estar a solas- respondió ella sin mirarle.

-Pero...- pero no siguió-. Espera, ¿a Rin le gusta tu hermano?

-Sí. Y después de lo que dije, dudo que siga interesándose en mi amistad.

-Todos estamos preocupados. Incluso Lin, que se está empezando a asustar pensando que te has suicidado por su culpa.

-A mí Lin me da bastante igual. Me tiene manía, pero quizás porque he ganado para participar en el festival. Al igual que muchas otras personas. Si Rin, Luka y las demás me siguen teniendo cariño, se hubieran interesado en venir. Pero sólo has venido tú.

-Si me hubieras contado toda la verdad des del principio, nos hubiéramos ahorrado bastantes cosas. Incluso tus cortes en las muñecas.

Miku se agarró delicadamente sus vendajes, y miró con frialdad a su amigo.

-¿Crees que me fío del primero que pasa? Nos conocíamos de un par de días, no iba a abrirme a ti tan fácilmente. Soy demasiado vulnerable y podrías haberlo usado todo en mi contra.

-¿Y tú crees que yo te haría eso?

-Me lo ha hecho mucha gente. Por eso nunca le digo nada a nadie.

-Pero sí a Michael Johnson.

-¿También os lo ha contado? Voy a matar a Mikuo...

Se levantó de golpe y de puso a caminar nerviosa por la diminuta sala de estar.

-Vivo entre escombros, en contra de la ley. Estamos en este piso, al igual que mucha gente, porque no tenemos donde ir, y no pagamos nada. No hay agua, no hay luz, no hay nada. Vivir en una pocilga así, vivir con gente que me desea el mal... ¿Crees que por el hecho de haber entrado en una escuela maravillosa voy a contarle a todo el mundo cómo me hice todas la heridas que tengo dentro y fuera del corazón?

-Tranquilízate, Miku. Ya has visto que nadie va a hacerte nada de ahora en adelante.

Se quedó callada durante un momento, quieta en pie, el tiempo suficiente para que Kaito también se levantara y la abrazara por primera vez.

Ella respondió al abrazo un poco más calmada, pero sin retener las lágrimas.

-Voy a cantar- dijo después de unos segundos, sin separarse del chico.

-Bien hecho- respondió con una sonrisa.

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