XXXVI - Sonriente.

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Cuando regresó a casa, le sorprendió ver que alguien había barrido el suelo de su piso y limpiado la ventana de al lado del sofá. Pero más le impresionó ver que había una silla de ruedas delante de la entreabierta puerta de su única habitación.
Sin hacer mucho ruido, acabó de abrir la puerta. Cuando entró, la silla y el impecable suelo no eran nada comparado con lo que estaba viendo. Su hermana dormía abrazada a uno de sus amigos, al que reconoció en seguida: Kaito Shion.
Entonces, mil preguntas estallaron en su cabeza. ¿Qué hacía ese chico ahí? ¿Por qué la casa estaba tan limpia? ¿Quién la había limpiado? ¿La silla de ruedas de quién era? ¿Y por qué ese chico estaba durmiendo en su cama, al lado de su hermana?
A pesar de la duda, al ver aquella escena, le pareció más bien adorable. Sonrió y salió cerrando con delicadeza la puerta.

A la mañana siguiente, ella se despertó muy temprano, como solía ser. Cuando abrió los ojos levemente, pudo notar que no estaba sola. Como cada mañana, se despertaba al lado de su hermano mayor. Pero esta vez no era él.
Le sorprendió gratamente ver que, a su lado, dulcemente dormido como una marmota, estaba Kaito. Recordaba haberle pedido que se quedara, pero no esperaba que se quedara dormido.
Como casi no podía andar, se tuvo que vestir en la misma habitación que dormía Kaito. Pero en un momento se le cayó uno de esos mangas que le regalaron al suelo y entonces, su amigo empezó a hacer un esfuerzo bastante grande para poder levantarse mientras abría los ojos con pereza.
-¿Eh?- murmuró desconcertado-. Esta no es mi casa.
Miku soltó una risita divertida. Pero dejó de reír inmediatamente al darse cuenta de que aún tenía que ponerse la falda.
-Es la mía- dijo tras ponérsela con dificultades.
Kaito se sentó en la cama y se puso la mano en la cabeza. Entonces miró a su amiga con los ojos como platos.
-¿Miku? Si estoy en tu cama... Entonces... No me digas que tú y yo...- empezó a decir, pero la carcajada de la chica le interrumpió.
-Sólo te quedaste dormido- le respondió entre risas.
Resopló, como si realmente le hubiera angustiado ese sentimiento. Pero era extraño, no recordaba haberse quedado dormido.
-¿Os habéis despertado, parejita?- dijo Mikuo a través de la puerta. Se le notó claramente el tono de sarcasmo.
Kaito se puso de pie nada más oír la voz del hermano mayor. Sin dejar siquiera que se calzara, colocó a la chica sobre la silla de ruedas y salió al rellano pasando por el comedor, donde Mikuo descansaba sobre el sofá sin camiseta y con una bolsa de patatas fritas.
-Nos abrimos- dijo Kaito. Se notaba su claro nerviosismo ante la escena. El hermano de la chica que le gustaba les había visto dormidos juntos. Era una situación incómoda, pero Miku parecía mucho más feliz que el día anterior. Como si nada hubiera pasado.
-Tranquilo Kaito. No le diré a nadie que pasaste la noche con Miku- dijo su hermano antes de que cerrara la puerta.
Kaito resopló y se destensó los músculos de su espalda. Qué situación más extraña.

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