Normalmente el sonar de las campanas está acompañado del silencio, un silencio el cual cada ser humano del pueblo nos reuníamos a alabar. Pero hoy es diferente, hoy las campanadas eran más agresivas y desesperadas acompañadas de... gritos de horror.
Nuestra pequeña isla, una isla al Norte de Inglaterra a la que fui trasladado el año pasado nada más cumplir 18 años. Esta isla, la cual por siempre (incluso antes de que llegase yo) ha sido muy tranquila, está siendo atacada por unos sangrientos bárbaros que vienen de lo que parece ser más allá del horizonte del Norte.
Muchos de los pueblerinos están corriendo hacia la iglesia pero si esos monstruos vienen a por riquezas... Estarán yendo a su propia tumba. Para confirmar mi teoría, escucho los gritos agonizantes de mis conocidos pidiendo clemencia.
Salgo de mi escondite, el cual es estar detrás de unos cuantos cestos en la calle y corro pidiéndole a mi señor que no me ocurriera nada grave. Escucho risas y gruñidos entre los callejones del pueblo, viendo aparecer algún que otro sujeto de gran altura; atemorizado de verlos tan de cerca me escondo en una pequeño albergue, justo en el medio del pueblo.
Me escondo detrás del mostrador que está en el recibidor del lugar, llevando mis piernas hacia mi pecho en un intento de protegerme y tranquilizarme.
Pasos. Se escuchan pasos. Y no son de alguien del pueblo, son de alguien más pesado. Escucho los susurros de ese sujeto: su voz grave seguido de sonidos de cosas cayéndose.
Se escuchan los muebles derrumbarse con cada paso que da. Me armo de valor y gateo hasta apoyarme en la mesa de recepción, asomando con cuidado los ojos e intentar visualizar algo pero al mirar al rededor, no veo nada.
Un detonante hace mi cabeza comienza a gritar que huya de ahí: mi moño, mi moño despeinado por el estrés recibe un curioso apretón. Miro de reojo hacia la derecha con el cuerpo tembloroso y ahí es cuando mi respiración se detiene.
Alto, demasiado alto... pelo rubio ceniza el cual lleva en una melena corta junto a un moño y un par de trenzas largas, ojos azul grisáceos que resaltan curiosidad, un cuerpo demasiado bien formado como si fuese un guerrero. Está encima de la mesa mirando con cautela cada movimiento mío mientras mueve de un lado hacia otro su gigantesca hacha.
Dejo escapar un grito de miedo y corro hacia la salida, siendo perseguido por él. En la carrera empujo lo primero que veo intentando crear obstáculos entre nosotros. Sus gritos en un idioma que no comprendo hacen que no pueda pensar con claridad y lo único que se me ocurre es ir y esconderme en mi propia casa.
Llego rompiendo la puerta, sinceramente es de lo que menos me importa ahora mismo. Me deslizo hacia la cocina y me escondo en uno de los compartimentos secretos, pidiéndole de nuevo a mi Señor que fuese bueno conmigo.
Desde donde estoy se puede ver como llega aquel monstruo, caminando por todo mi hogar y buscando entre los cajones llevándose alguna que otra cosa que encuentra. Por miedo mi cuerpo recibe un escalofrío con el cual me muevo y me choco contra la pared derecha, captando la atención del rubio.
Pensé que abriría la trampilla y me atraparía pero en vez de eso, toma su hacha y golpea contra la dicha trampilla rompiéndola y haciendo que estalle en tablas de madera sueltas. Silencio, eso se escucha por pocos segundos para después escuchar su risa nasal junto con una mano suya en mi hombro izquierdo.
—Please don't kill me —suplico con un hilo de voz tembloroso mientras tira de mi obligándome a salir de mi escondite— Please...
Me empuja cayendo yo al suelo, se levanta en busca de algo y veo como trae un mortero. Al fijarme en el interior de este objeto veo como un líquido rojo oscuro lo llena casi por completo.
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Visitantes
FantasyLas buenas noticias a veces vienen ocultas en algo desagradable. Las campanas suenan y eso no es bueno. Pero quién diría que dicho acontecimiento horrible me salvaría la vida. Todo gracias a las decisiones de un monstruo rubio proveniente del mar, i...