Cura

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Día nuevo, vida nueva... O eso es lo que dicen. Pero desgraciadamente me toca seguir con esta vida y con ello, comenzar en cuestión de minutos el plan pactado con Páris.

Estoy caminado entre las calles llegando al odioso edificio blanco del cual suenan varias campanadas dando avisando del horario mañanero.

No hay casi nadie por la calle y eso me extraña, siempre han sido concurridas. Quizás la gente tema andar por ellas con el pensamiento de que volverán.

Profundicé el plan añadiendo que París, mientras todavía no habíamos llegado en el barco, escuchó al cura hablar sobre una reunión en la gran ciudad. Ahí mandarían una carta a los nórdicos y tendrían una plática sobre un tratado.

Y como decidimos ayer, si "portarme bien" es la única forma de ser llevado, tendré que hacerlo para estar presente e intentar ver a Sigurd. Sí iba el gobernador o rey de Noruega, tenemos una posibilidad de que lleve a sus mejores guerreros. Y por lo que escuché en aquel país... El rubio es uno de ellos.

—Llegaste temprano, muy bien —escucho su risa lasciva—. Entra

Asiento en silencio, subiendo los pocos escalones de piedra que tiene la iglesia en su gran entrada.

Paso a su lado logrando entrar al lugar silencioso bajo su atenta mirada. La gente, la cual está rezando en los asientos, giran a ver curiosos. Qué asco.

Bajamos las escaleras hacia la habitación subterránea, notando el inmenso calor que desprende. Debido al cambio de temperatura repentina, mi cuerpo recibe un escalofrío que el viejo relaciona con... Miedo? Ya que ríe orgulloso.

En este lugar vuelven a estar los mismos guardias de la última vez; puede que no sean los mismos, pero visten exactamente igual.

El cura se adelanta, dejándome ver cómo se queda en ropas íntimas. Camina hacia la piscina bajo un completo silencio, escuchándose únicamente el sonido de sus pasos en la piedra mojada.

Se hunde en el agua hasta quedar descubierto por encima del pecho, apoyando ambos codos en el borde. Unos sirvientes hacen presencia por unos segundos para dejarle un gran plato de frutas a su lado, obteniendo una escena repugnante de él alimentándose a la vez que se fija en mí.

—La última vez no pude hacer nada —habla con calma, elevando la voz. Así que me gustaría tener una pequeña charla contigo

Hace un gesto con la mano, el cual me invita ha acercarme "sutilmente". Dejo pasar unos segundos para pensar finalmente si el plan es buena idea y termino por avanzar a paso corto.

Su risa no tarde en resonar por las cuatro paredes, hundiéndose en lo profundo del agua.

Al quedarme al borde, justo en frente de él, deja el plato tranquilo para darme toda su atención. Sus ojos, los cuales tienen un tono gris casi blanco rodeados de arrugas, se mueven por la habitación dirigiendo a los guardias hacia cada una de las escapatorias posibles. Ya no hay vuelta atrás.

—Quítatela —ordena señalándome con su anillo dorado—.

Entiendo lo que quiere, así que remuevo mi camisa con incomodidad hasta dejarla caer al suelo. Con el abdomen al descubierto se notan las pequeñas, y no tan pequeñas, cicatrices que recorren a lo largo de mi cuerpo.

La mayoría de ellas han sido provocadas por golpes... Incluso tengo la marca de cuando me persiguieron aquellos niños por Noruega.

Camino hacia el interior del agua sintiendo mis músculos calmarse un poco debido al calor, eso no desvía mi atención del viejo. Este parece pensar con cuidado, señalando esta vez la colorida marca que me dejó Dex cerca de mis costillas al empujarme contra la mesa de aquella cabaña.

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