Lobos

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El silencio incómodo cesa cuando empiezan a hablar de cosas aleatorias como: qué deberíamos comer, algunos conocidos suyos... incluso de animales.

Aburrido y sin ganas de romper sus malas conversaciones, miro al paisaje en busca de algo interesante, viendo un bosque de secos árboles pasar. Veo una ave desconocido para mí, es como una lechuza pero tiene un color marrón; me cuesta seguirle el paso por su rápido vuelo, pero sinceramente intentarlo es lo más entretenido que puedo hacer.

—Te gustan los búhos? —pregunta Sigurd detrás de mí haciéndome saltar en el sitio

—Los qué? —intrigado conecto mis ojos con los suyos

—Ese ave de ahí —acerca su caballo hasta estar pegado al mío, señalando con el dedo dicho animal— No lo conocías? 

—No... conozco uno más blanco y con forma algo diferente 

—Pues son utilizadas como vigilancia, por eso la gente las quiere como mascota —explica mirando a H de reojo— Aunque son caras, por eso verás que pocas personas los tienen

Asiento estirándome en el lugar, estirando mi espalda hasta escuchar como truena. Me acomodo en la silla del caballo ya que el estar tanto tiempo, y lo que me queda de camino, sentado encima hace que me duela la parte inferior del cuerpo.

—Entonces quieres un búho? —habla Sigurd a mi espalda

Le miro sorprendido negando rápidamente con la cabeza y H ríe de fondo mientras enreda más aún las riendas de mi caballo en su muñeca.

No dan más conversación por lo que me vuelvo a fijarme en el paisaje viendo la naturaleza seca que vi al venir aquí. Me fijo en un bulto moviéndose entre los arboles. Cuando agudizo veo que se trata de un cachorro el cual tiene barro encima... lo han dejado aquí tirado? 

Tiro de las riendas para frenar al equino, asustando tanto a H como al animal; ambos se giran a verme pero yo bajo como puedo al suelo, teniendo que apoyar las mano en la tierra para no caer por completo.

—Pequeño? —Sigurd detiene su caballo e imita mi acción de una forma profesional— Qué pasa? Hay que irnos

—He visto un perro —le respondo sin mirarle y acercándome a la cría

—Un perro? Aquí? —Los dos vikingos se miran sin entender

Estoy a unos metros del animal pequeño pero cuando me acerco para ir a por él, el rubio corre y grita mi nombre mientras me alza y coloca en su hombro, con mi cabeza mirando su espalda.

—H corre! Los caballos! —grita desesperado Sigurd

Mi desconcierto se convierte en miedo en cuanto del seco bosque aparece una manada de lobos. Inconscientemente aprieto la parte trasera de la camisa del alto, el cual me murmura "tranquilo, está bien" repetidas veces. 

—Como quieres que me tranquilice? Nos están siguiendo! —le susurro alzando la voz

No obtengo respuesta, se limita a montar en su caballo colocándome a mí delante de él con la vista fija en su cuerpo y el paisaje que hay detrás. 

Con una mano aprieta mi cintura para que no me caiga y con la otra toma las riendas obligando al animal a correr lo máximo posible. 

—Estáis bien? —grita H a nuestro lado teniendo una respuesta afirmativa

—Lo siento —murmuro contra el pecho del rubio, temblando como reacción por la escena

Los gruñidos de los lobos detrás de nosotros me hacen ver que aún nos persiguen. Mi cuerpo no puede evitar temblar o sollozar por tal momento pues nunca estuve en una situación así.

Sigurd me obliga a "abrazarle" para evitar caerme e "intentar" calmarme ya que según él, abrazándole puedo sentirme protegido... cosa que no es del todo mentira.

—Vamos a morir... por mi culpa —sollozo desesperado manteniendo la mirada en los lobos

La mano del pálido me obliga a colocar nuevamente la cabeza en su pecho, evitando que vea cualquier cosa. 

—Tranquilo —susurra viendo y escuchando mis sollozos— Cierra los ojos y confía en mí, cuando te diga que los abras verás que ya no estamos en peligro

Afirmo no muy seguro, cerrando los ojos y dejando que mis demás sentidos se agudicen. El suave masaje que hace él en mi pelo logra que me calme un poco... pero no es suficiente. 

—Concentrate en mi voz —susurra con su grave voz en mi oído— No escuches nada más —continúa acariciándome esta vez los hombros— Verás que no vamos a morir, solo son... Niños que quieren jugar

Habla soltando una burla y quitándole importancia al asunto.

—Niños? Esos niños nos quieren matar... —hablo entrecortado apretando su ropa con mis manos

Ríe ante mi conducta, soltando silbidos tranquilizantes. El sonido de H guiando los caballos llega a mí y en un auto reflejo de mirarle, la mano de Sigurd me vuelve a obligar a quedarme en dicha posición.

Quieto, confía en mí —asegura mirándome de reojo

A partir de ese momento el viaje se volvió repetitivo, pero no incómodo.
Los caballos corrían sin detenerse y los lobos parecían no rendirse, gruñendo con cada trote.

Sigurd continuaba llamando mi atención con pequeños toques o palabras para distraerme de la situación, cosa que agradezco.

Al rato termino por dormirme, no sé como pero el sueño me gana. Aún sin despertar, noto la risa enternecida de ambos junto a cariñosos toques.

[ . . . ]

—Kai... Pequeño —una suave pero grave voz me nombra

Abro los ojos encontrándome con la borrosa imagen del rubio, quién está frente a mí. Seguimos encima del caballo pero este se mueve a una velocidad lenta... Cosa que hace pensar en ideas positivas.

—Qué? —desorientado miro a todos lados, consiguiendo ver con claridad— Cuánto llevo...

—Casi una hora —habla H tronando su cuerpo

—Perdimos a los lobos de vista hace un tiempo, así que vamos calmados —interrumpe el rubio mirándome sonriente— Te lo íbamos a comentar, pero no quería despertarte

Me mantengo callado golpeando mi cabeza contra el pecho del alto debido al sueño.

Al parecer ya tiene la confianza "suficiente" como para dejarme hacer este acto, ya que no hace ningún gesto que no sea reír y dar curiosos apretones en mi moño.

—Creo que subiré en mi caballo —comento alejándome un poco de Sigurd, quién me vuelve a juntar a él

—El animal está cansado de llevar a alguien inexperto —recalca el pelirrojo acariciando dicho equino

Le miro mal pero al ver que ninguno de los dos me va a dejar montar al animal, decido asentir y recolocarme viendo que en el paisaje comienza a cambiar.

—Estamos cerca de casa, tengo ganas de un buen baño —un ilusionado H canta sonriente

Miro a Sigurd y este no tarda en quitar su mirada del camino y fijarla en mí.

Mis orbes verdes demuestran una clara curiosidad acompañada de tranquilidad. En cambio los ojos del rubio, los cuales recuerdan al cielo apagado antes de la lluvia, brillan demostrando protección y confianza; dejando oculto entre sus pequeñas motas azul eléctrico un sentimiento distinto a cualquier otro.

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