Acaricia el cuenco logrando crear un sonido sordo, sonriendo con pena a cada paso que da hacia mí.
—Esto ayudará temporalmente —murmura sin mirarme—. Pero quizás debamos ir a la gran ciudad para curarte por completo
Camina en círculos por mi alrededor, quedando nuevamente cara a cara. Quiero irme, Páris debe estar preocupada, pero si esto me da una oportunidad para ir a la gran Inglaterra... Necesito saber sus intenciones con certeza. Sí realmente quiere llevarme, tendré que soportarle un poco más.
—Arrodíllate —su expresión seria me toma por sorpresa—.
Hago "caso" y me agacho con lentitud hasta posar las rodillas en el duro suelo. Él asiente satisfecho, preparando el siguiente movimiento.
—Sabes? En Inglaterra están pensado en hacer un tratado de paz con los monstruos esos que os capturaron —acaricia mi mejilla. Aguanta—. A lo mejor aprovecho esos días para llevarte y sanarte
Escuchar las palabras que han salido de él, es lo único que me alegra estos días. El poder ver de nuevo a los vikingos.
Haré caso omiso, aunque me cueste, a las caricias y toques repugnantes que haga este ser; hay que soportar. Sí o sí.
Una vez dada la noticia, comienza los preparativos para esta escena. Inicia un cántico cristiano al cual no le presto mucha atención, aunque no puedo negar que es gracioso.
Remoja los dedos en el agua y agradeciendo a Dios por su protección y bla, bla, bla, me lo lanza al rostro. Cierro los ojos por inercia, moviendo mi cabeza hacia atrás.
—Amén —termina dándole un beso a la copa
Comprendiendo que ha terminado el teatro, me impulso elevandome levemente del suelo, siendo detenido por su mano en mi cabello. Con la palma abierta, posa esta en la parte superior de mi cabeza junto a unos susurros rápidos que no llego a descifrar.
Le miro a los ojos buscando que acabe ya esto, aunque prefiero estas escenas extrañas a las otras ideas que tiene en mente.
Cuando calla y crea un silencio entre nosotros, le da un beso al crucifijo que lleva colgando de su cuello. Me invita a levantarme para seguido, caminar hacia la puerta la cual abren desde fuera con el cura una vez cerca.
—Deberás quedarte aquí por un tiempo —habla acomodando su capa costosa—. Saldrás al patio de vez en cuando para que Dios te vea. Te mantendrás en este lugar hasta que vayamos a Inglaterra
—Espera! —grito llamando su atención— No puedes dejarme aquí...
No responde, simplemente sale y cierra la gran puerta. Me mira desde el otro lado, sonriendo con pena.
—Es lo que voy a hacer —termina la charla
Sus pasos se escuchan cada vez más lejos junto a las pisadas de los guardias, dejándome completamente solo en esta habitación y posiblemente sea de los pocos que haya en el pasillo.
Miro alrededor en busca de alguna salida, pero nada. Lo único bueno que puedo sacar de todo esto, si es posible, es el echo de conocer su idea; lo que quiere hacer conmigo en "buenos" términos.
Si me quedo aquí, aunque no puedo salir a mi gusto por lo que veo, me llevará a Inglaterra para "curarme" el mismo día que se hará un tratado de paz con los noruegos... Quizás tenga suerte de ver a alguien que me reconozca, o mejor, a Sigurd.
Tengo esperanzas. Pero confío poco en los cambios de actitud del cura, ni siquiera sé su nombre. Pensándolo bien, no deseo tener esa información.
La habitación es oscura, apenas entra luz del pasillo por encontrarse en una planta subterránea, sin contar la falta de velas en el lugar.
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Visitantes
FantasyLas buenas noticias a veces vienen ocultas en algo desagradable. Las campanas suenan y eso no es bueno. Pero quién diría que dicho acontecimiento horrible me salvaría la vida. Todo gracias a las decisiones de un monstruo rubio proveniente del mar, i...