Mis ojos se abren poco a poco, las imágenes empiezan a volverse claras, me remuevo de la posición en que me encuentro descubriendo que estoy en una cama de hospital. Me pesa la cabeza y el cuerpo me duele.
—Hmm... —me quejo.
Mi voz algo adormilada hace que un cuerpo se despegue de mi lado.
—¿Gisele? —pregunta aquella voz masculina.
—Nat —arrastro mis palabras, se me es difícil hablar.
Me intento mover una vez más, pero siento mi cuerpo demasiado débil para poder hacerlo.
La máscara de oxígeno que tengo en mi rostro, me impide hablar. Me impaciento, lucho por quitármela con las manos.
—Tranquila —responde él pasando sus manos por las mías.
Tengo tantas preguntas, soy un nudo de nervios, quiero saber de nuestro bebé, de que ha sucedido si está todo bien.
—Buscaré al médico, no tardo —me da un beso en la frente y sale hecho un cohete de la habitación.
Intento normalizar mi respiración, me tranquilizo, todo estará bien.
No sé cuantos minutos pasan, pero solo puedo ver aquella imagen que muy difícil podrá salir de mi cabeza en mucho tiempo.
—Mira, alguien desea conocerte.
Nathaniel a traviesa la habitación con nuestra bebé en brazos, es pequeña, se ve frágil en sus enormes brazos de hombre de política que solo me causa ternura.
—Dile hola a mami —susurra tomando una de sus pequeñas manos en las suyas para llevarla hasta mí.
Una lagrima baja por mi mejilla.
Es preciosa, es tal y como la imaginé.
—Buenos días señora Muller —el medico entra a la habitación, se acerca hasta mí, me examina como aquellas ranas que usas para disecar.
Solo deseo que me quiten esta maldita mascara para poder hablar, deseo hablar, tengo preguntas.
Muchas.
—¿Qué me sucedió? —pregunto aun sintiendo la lengua adormilada.
—Te mantuvimos por una semana en estado de coma —dice el médico—. Tuvimos que hacer una cesárea de emergencia, por fortuna tu hija ha resultado ser muy fuerte y es muy probable que regrese a casa contigo.
¿Una semana? ¿Ha pasado una semana? Quizás aquello era lo más loco que había experimentado porque para mí se había sentido con un día.
Nathaniel sonríe, se acerca con la bebé en brazos y la pone en los míos.
—Ha estado esperando a que le des un nombre —susurra.
La observo detalladamente, es preciosa, su piel es blanca y sus cabellos rubios medios, sus pestañas largas abarcan sus pequeños ojos.
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Danzando con el Destino
RomanceGisele se ha esforzado en cumplir su sueño desde niña, el tener un puesto en una de las prestigiosas academias de ballet de Paris, su talento es único y admirado por muchos a pesar de la difícil vida que ha llevado. Nathaniel Muller, candidato reco...