Me aferro a la figura de Joyce que está dormido sobre aquella cama de hospital. He pasado tres largas horas esperando los resultados de sus exámenes, mis lágrimas ya no son suficientes para reflejar mi angustia.
— ¿Señora Dumas? —pregunta el médico.
— ¿Si?
— Tenemos los resultados de los exámenes.
— ¿Cómo han resultado? —me levanto del asiento angustiada, con un enorme nudo creado en mi garganta—. Por favor, dígame que sucede con mi hijo.
— Lamentablemente se trata de un problema de meningitis, debemos comenzar el tratamiento cuanto antes.
Mi mundo se paraliza en aquel mismo instante, guardaba la esperanza de que fuese un simple refriado una fiebre que se pasa con los días, pero aquello ha resultado en el peor de los casos.
— ¿Él se pondrá bien? —me limpio las lágrimas con las muñecas.
— Con el tratamiento adecuado estará muy bien.
— Y bien, ¿Cuál es el tratamiento a seguir? Hare lo posible para que mi bebé este de regreso en casa.
— Se lo explicare en el consultorio, puede dejar al niño con una de las enfermeras.
Me rehusaba a dejar a Joyce con una desconocida, pero dadas las circunstancias, no podía hacer nada más. Ahora solo me importaba su salud, y que mejorara, solo había eso en mi mente, no había campo para otra cosa que no fuera esa.
El medico dura cerca de quince minutos explicándome el tratamiento al que debe someterse mi bebé, así como algunos exámenes que de harán para mantenerlo monitoreado,
Una madre haría cualquier cosa por su hijo, y eso era lo que estaba dispuesta a hacer en cuanto me enteré del costoso tratamiento que debía seguir al pie de la letra para poder mejorar la salud de mi hijo, para poder regresar a casa con él.
Haría lo que fuera por Joyce.
Guarde en uno de mis bolsillo el papel en el cual el medico había ordenado su tratamiento, no quería que mi madre se enterase por el momento de los gastos y tampoco quería martirizarla más con el tema. Me aferre a mis piernas dejando escapar mis lágrimas, desesperada, nerviosa y sin saber qué hacer.
Si Antoine estuviera vivo sabría cómo hacer las cosas, él siempre tenía una salida a todo. Por más color de hormiga que estuviera la cosa.
Nunca necesite tanto unas palabras de aliento de su parte como en aquel momento, nunca necesité tanto unos brazos cálidos rodearme y decirme "todo va a estar bien" porque, oh Dios, no sabía si todo estaría bien.
No lo sabía.
**
— Gisele—siento una mano moverme de un lado a otro—. Gisele, hija.
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Danzando con el Destino
RomanceGisele se ha esforzado en cumplir su sueño desde niña, el tener un puesto en una de las prestigiosas academias de ballet de Paris, su talento es único y admirado por muchos a pesar de la difícil vida que ha llevado. Nathaniel Muller, candidato reco...