Capitulo 37

7.1K 748 58
                                    

NATHANIEL

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

NATHANIEL

Sigo la figura femenina de aquella mujer, no la pierdo de vista cuando atraviesa la acera. Detengo el auto a un costado, bajo de este para acercarme hasta ella y tomarla del brazo.

—Detente —le pido.

Ella se gira, me da una ligera vista.

¿Parece asustada?

—Prometo que no me acercaré a su familia —responde a mi acción con voz temblorosa.

Rebusco las palabras indicadas para decirle que necesitamos hablar de nuestro pasado, intento esta vez usar un tono de voz menos furioso como el que he usado en la casa, he seguido los consejos de Gisele.

—Creo que nos debemos una conversación.

Ella me mira sorprendida, no parece entender a lo que me he referido.

—Quiero saber todo, por más doloroso que sea.

Agacha su mirada, no es capaz de mirarme al rostro.

—No te reprochare nada, solo quiero escuchar.

—No estoy segura de si esto es lo mejor, le prometí a tu madre hace años no acercarme a ti.

Suspiro.

—Yo soy el que esta vez me he acercado a ti, no he podido olvidar ciertas cosas de mi pasado y no dejare que te vayas hasta que las aclares, así que por favor sube conmigo al auto y regresemos a la casa.

—Pero tu madre, tu esposa... —protesta.

—Mi madre me ha pedido que hable contigo y mi esposa es quien se ha puesto por petición mía en contacto contigo, así que no hay de qué preocuparnos.

Ella duda, me observa cuando le extiendo una de mis manos, la toma y me sonríe.

Siempre quise saber cómo sería la sonrisa de mi madre, mi verdadera madre, de qué color serían sus ojos, su cabello, su piel, sus manos, y no me he equivocado porque ella es una mujer hermosa a pesar de su edad ya avanzada, es idéntica a mí, creo que somos el mismo reflejo.

Ella camina a mi lado, no dice nada pero puedo jurar que está nerviosa por la forma en como mueve sus manos.

—Es hermosa, tu esposa —dice rompiendo el silencio creado entre los dos.

—Lo es —respondo orgulloso.

—Es una buena persona, muy amable.

—Así es Gisele, nunca le puedes decir que no.

Me suelto a reír con aquello, avanzamos hasta el auto, subimos a el, rebusco entre mis cosas mi móvil que había dejado en la guantera. Observo bastantes llamadas perdidas, unas son de parte de Gisele, otras de mi madre, y hay un buzón de voz y otros mensajes de texto.

Asustado lo escucho, me quedo en silencio al escuchar aquello.

Dejo a un lado el móvil, enciendo tan rápido como puedo el auto, y acelero a toda velocidad.

Danzando con el DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora