Epílogo

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"Si me hubieran dicho hace meses atrás todo lo que pasaría, realmente no lo hubiera creído. Quiero decir, sigo sin asimilar ciertas cosas. Lo único que realmente sé es que soy Niall Horan; tengo veintiún años; soy de Mullingar, Irlanda; actualmente vivo en Nueva York; estudio en la NYU y mi rama es la abogancia; mi mejor amiga, novia y amor de mi vida está muerta, se suicidó; tengo una hija de tres años; mi vida ha dado un gran giro y ahora sólo tengo una prioridad, cuidar de Juliet, mi hija.

Sé qué curso darle a todas estas cosas, haré lo necesario para cuidarla y nunca pensé volver a tener este sentimiento, esta necesidad. Es el mismo sentimiento que tuve con su madre."

Doce años después.

Los años han pasado y corrido al lado de mi pequeña. El tinte rubio ya no existe en mi cabello y un poco de barba se asoma. Habían pasado doce años ya, doce años en los que la vida me dio una que otra paliza, pero siempre me levanté, por ambas siempre terminaba haciéndolo. En estos años había tenido que adquirir algo de madurez, aunque parte de aquella alma joven seguía ahí y se rehusaba a irse.

- ¿Qué le ha pasado a esa gran condición que tenías? -dice burlándose de mi- ¡Vamos papá!

Sonrío y corro a su lado, ella se limita a sonreírme, esa sonrisa que hace que nunca me olvide de la que Lucy solía tener.

- Tú no llevaste la canasta, simplemente llevas el mantel.
- ¡Vamos papá! Sólo apresurate.

Miro el lugar nostálgico. Aspiro el aroma y con mi mano toco la hierba que me llega un poco más abajo que mi cintura. Miro a Juliet, radiando alegría y felicidad desde pequeña, sonriendo y dando vueltas en su mismo eje. Estaba tan orgulloso de mi pequeña, que sigo sin creer que ya esté en plena juventud; con sus quince años sigo viéndola como la pequeña que se emocionaba cuando le anunciaba que iríamos por un helado o que le gustaba que la cargara.

Ella ya sabía la verdad, sabía quién era su madre y qué era lo que en realidad había sucedido.

" Había pasado por Juliet al instituto, cursaba el quinto grado de primaria y la notaba decaída. Pensé que era porque tal vez había tenido un mal día o algo parecido, esperaría a casa para preguntarle a fondo.

- Papá...
- ¿Sí, hija? ¿Qué sucede? Te noto triste ¿todo en orden?
- Necesito saber la verdad, ya no soy una pequeña que cree en los cuentos de hadas. Necesito saber qué pasó con mi mamá.
- Julie... Yo...
- Actualmente muchos padres se divorcian... Pero hay una chica de último grado que dice que mi mamá me abandonó... ¿Verdad que eso es mentira?
- Tu mamá te amó como no tienes idea, ella siempre se preocupó por ti. Eso es todo lo que te puedo decir."

Y era cierto, no podía decirle la verdad a esa edad. Tuve que ir a hablar con la directiva sobre la chica que molestaba a mi pequeña castaña. Le explique realmente la historia sin rodeo alguno hace un par de meses, un año tal vez. Quise esperar hasta que tuviera cierto nivel de madurez para decirle las cosas y que ella tratara de comprender a su madre. Desde aquel día me pidió que le hablara de ella, de las memorias que tenía junto a ella.

Al principio tal vez le tuvo algo de rencor a Lucy, aunque actualmente el único rencor que posee es a su abuela materna y, por obvias razones, no la culpo.

La he enseñado a quererse como ella es, a afrontar sus problemas, a respetarse. ¿Cómo podemos amar a alguien más si ni siquiera podemos amarnos a nosotros mismos? No podemos, al menos, siempre habrá ese vacío. Es ilógico, amar a alguien que tal vez ni siquiera conozcamos y odiar a alguien que conocemos de toda la vida. Pero esas ironías de la vida son las que nos ponen a pensar sobre nuestra existencia.

new york city; nh.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora