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― Hemos llegado ― dijo el señor alegre.

― Aquí vamos ― murmuré para mí mismo.

Extendí la cantidad que el taxímetro marcaba al conductor. Me ayudó a sacar mis maletas y dejarlas en la entrada del edificio. El señor me deseó un buen día y se fue, dejándome solo en medio de la banqueta, dándome cuenta que ya estaba solo en esto.

Alcé la mirada para contemplar aquel conjunto de departamentos. El color rojizo me hizo recordar a el color de casa, "Casa de mis padres", me autocorregí; tenía demasiadas ventanas y tuve que mover mi cuello hacia atrás para poder observar el edificio por completo. Lucía acogedor, tal vez pronto me sentiría en casa.

Doy un largo respiro, tomo mis maletas y me decido a entrar. El piso recién limpio hace que rechinen mis zapatos al caminar. Un señor de alrededor setenta años es el recepcionista y se encuentra organizando unos papeles. Esto me hace recordar a un hotel y no a un conjunto de departamentos. El señor se percata de mi presencia y se acomoda los anteojos examinándome.

― ¿Buscas a alguien chico? ― preguntó dedicándome una sonrisa.

― En realidad no, hola, mucho gusto, Niall Horan ― extendí mi mano y el hombre la tomó alegremente.

― Mucho gusto, Will Robinson ― respondió soltando una alegre carcajada. ―. Eres el chico irlandés, ¿no es así? ― me limito a asentir y sonreír, su sonrisa es contagiosa. ―. Bienvenido muchacho, ¿qué tal el viaje? ― preguntó el señor como si me conociera de toda la vida, relajé los hombros.

― Cansado, tardó un poco más de lo normal, fuera de eso, todo bien.

― Me alegro mucho, tu madre llamó unas cuantas veces días atrás, organizó todo, simplemente falta firmar el contrato ― dijo sacándolo del mostrador. ―. Puedes leerlo con calma, si gustas puedes llevártelo a casa y regresarlo más tarde.

― No, prefiero hacerlo ahora ― dije amablemente.

Cualquier duda que tenía sobre el documento, el señor Robinson la respondió sin ningún problema. Media hora después firmé el papel, me dio mi juego de llaves y me despedí de aquel señor con el cabello lleno de canas.

Subí por el ascensor con todas mis pertenencias. Apreté el número tres y el elevador comenzó a moverse. Una canción algo vieja comenzó a sonar mientras yo tarareaba. El elevador paró y la puerta se abrió. Busqué el apartamento con el número veintitrés en el y no tardé en encontrarlo, se encontraba en la mitad del pasillo.

Giré la llave en la cerradura y la puerta se abrió. El aliento se me cortó. "Mi madre y yo tenemos definiciones muy diferentes de lo necesario para sobrevivir", pensé.

La sala estaba completamente amueblada; un juego de sala, un mueble y ¡una pantalla plana! "Debe ser increíble ver partidos de soccer y golf ahí", pensé. Mis discos y películas, todo estaba ahí. El color de las paredes era blanco con negro y los muebles negros de cuero o madera.

Corrí a ver cada una de las habitaciones. Un baño amueblado al igual que mi habitación. Mi habitación... Se parecía demasiado a mi antigua habitación.

En la cama encontré un maletín, un estuche de guitarra y un portatraje. Todo junto a una nota.

"Suerte en Columbia.
Te quiere, mamá y papá.xoxo"

El traje era impecablemente negro: saco, pantalón y corbata. Abrí el estuche y me encontré con una guitarra nueva, estaba resplandeciente, pedía a gritos probarla. Por último estaba el maletín, aquel maletín que lucía sumamente profesional. "Bueno, al menos ya no tengo que preocuparme sobre lucir como un abogado", pensé.

Tomé mi teléfono y busqué el número agendado como mamá rápidamente. No me importaba si el saldo se me agotaba, tenía que darle las gracias a mis padres.

― ¿Hola? ― escuché preguntar al momento en que contestaron.

― Hola mamá ― dije sonriendo nostálgico.

― ¡Hijo! ¿Qué tal el vuelo? ¿Llegaste a salvo? ¿Te gustó el departamento? ― mencionó rápidamente, haciéndome reír por cómo quería saber todos los detalles.

― Una pregunta a la vez ― respondí ahigando una carcajada. ―, llegue bien, ya estoy en el departamento, el avión se demoró más de lo esperado.

― Oh, querido, que bueno que llegaste bien ― dijo interrumpiéndome.

― Con respecto al departamento, mamá, te haz lucido esta vez, no hacía falta tantas cosas, en serio.

― Niall, una madre siempre le dará a sus hijos lo mejor, te lo mereces amor.

― Pero ha sido demasiado, ¿y cómo olvidar los regalos? Muchísimas gracias.

―Tienes que lucir como un abogado y seguir tus sueños.

― Te amo mamá.

― Y yo también te amo hijo, hablamos luego, tengo que preparar la cena.

― Claro, adiós mami.

― Adiós bebé.

Di fin a la llamada y corrí a ver la cocina. El refrigerador estaba lleno al igual que la alacena. Tomé un paquete de galletas y me dispuse a ver televisión, tendría que contratar el cable e Internet. Todo pensamiento se fue al oír que tocaron la puerta.

― ¿Quién podrá ser? ― murmuré con el ceño fruncido.

Al abrir la puerta un chico morocho apareció. Era un par de centímetros más alto que yo, sus tatuajes y sus ojos me intimidaban, tragué en seco. Bajé la mirada y pude apreciar que un pay yacía en sus manos, me relajé al instante, digo ¿cómo temerle a alguien que tiene un pay en las manos? El moreno se aclaró la garganta y comenzó a hablar.

― Soy Zayn ― mencionó extendiendo su mano hacia mí, la estreché algo dudoso.

― Niall Horan.

― Te dije que me esperaras Zaynie ― dijo una rubia que llegó corriendo, por el apodo deduje que era su novia. ― Perrie Edwards, vivimos en el departamento veintiséis, sabemos que eres nuevo y te quisimos dar la bienvenida ― dijo ella sonriendo mientras que el chico extendía el pay.

― Si necesitas algo, no dudes en tocar nuestra puerta hermano ― dijo el morocho.

― Muchas gracias a ambos ― dije sinceramente, pensaba que todos en el edificio serían viejos tacaños.

― No hay problema, queremos que te sientas como en casa, a gusto y... ― un grito interrumpió a la rubia.

― ¡No Matt! Entiéndelo ¡no, no y no!

― Al parecer alguien tuvo un mal día ― murmuró Perrie haciendo una mueca.

― ¡¿Que todo es posible?! Punto número uno, lo odio ¡¿entiendes?!

La chica era castaña, su pelo se encontraba desarreglado y se veía demasiado tensa. "Tal vez está peleando con su novio", se me vino a la mente. Su figura se me hacía familiar, trataba de adivinar quién era, pero simplemente no podía.

Al parecer la castaña sintió las tres miradas ya que volteó la mirada. Su rostro estaba lleno de lágrimas y maquillaje corrido. Sonrío destrozada, una sonrisa que se notaba que era fingida. Mis ojos casi se salen de sus órbitas al verla.

Era su voz, su cabello, sus dulces ojos, su sonrisa torcida. Era Lucy.

― Lucy ― susurré con el poco aliento que aún tenía, pero al parecer no me escuchó porque se adentró en lo que pensaba era su departamento. ―. Perrie, ¿cómo se llama la chica que acaba de entrar a su departamento?―pregunté en estado de shock, no, no puede ser ella.

― Se llama Lucy, iré a ver qué demonios le pasa, con permiso ― dijo y se dirigió a su departamento, sí, era ella.

― Hey Niall, ¿estás bien?

― Es Lucy Worminson, la misma chica que no he visto hace tres años ― dije aún en estado de shock.

new york city; nh.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora