Uno

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Nadie lo echaría de menos. Naruto Uzumaki jamás se había sentido tan solo. Contempló el pedazo de cielo azul oscuro recortado por las copas de los pinos nevados. Lo sentía
cerca. Escalaba hacia él, pero el peso le impedía llegar.

Aún no estaba preparado. Era extraño descubrir que quería vivir justo cuando estaba a punto de morir. Naruto quiso echarse a reír, pero comenzó a toser. Le costaba respirar.

Y eso le preocupaba. Probablemente se hubiera roto un par de costillas, pero eso
no explicaba que sintiera como si tuviera un puñal clavado en el pecho.

Expuesto al duro frío, Naruto se preguntaba cuánto tiempo sobreviviría. ¿Horas?
¿Vería otro amanecer?
Ya no le dolía la pierna izquierda. Al menos parte de su cuerpo estaba como abotargado.

En medio del bosque de pinos del norte del país del fuego, Naruto estaba a muchos kilómetros de cualquier parte. Había estado cortando madera. Se había quedado después de marcharse el resto de leñadores.

Esperaba reunir otra
carga antes de dar por terminado el día. Casi había acabado cuando un gamo se cruzó en su camino. Sobresaltado, Naruto se había echado a un lado para evitarlo.

Por un aterrador instante, los esquís del vehículo se habían ladeado. Naruto había
tratado de enderezarlo, pero el camino estaba helado y era imposible salirse de la pista marcada en la nieve.

La bestia mecánica había comenzado entonces a
girar y caer lentamente, aterrizando por fin de lado encima de él y clavándolo al suelo.

Por suerte los treinta centímetros de nieve que cubrían el suelo le habían servido de colchón, pero debajo había piedras. Naruto se había dado con la
cabeza en una de ellas, y había estado inconsciente durante un rato.

Estaba atrapado. Era irónico. Había sobrevivido a la lucha de bandas callejeras, a una juventud dura, pero finalmente sus días iban a acabar en un bosque milenario del país del fuego.

En alguna parte había leído que la profesión de leñador era una de las más arriesgadas, uno de los peores trabajos. Quizá hubiera debido picar más alto...

Sakura Haruno seguía en la oficina del aserradero de Los Harunos. Su ayudante se había marchado ya a casa. El viejo edificio de madera estaba en silencio. No se oían las sierras chirriar ni los camiones cargar y descargar troncos de madera.

No se oían voces masculinas y, en particular, no se oía una voz burlona llamarla «señorita Sakura». No, aquella tarde los lascivos ojos celestes y la dura y enigmática sonrisa que siempre trataban de ponerla en su lugar, fuera éste el que fuera, no habían aparecido por allí.

Sakura miró el reloj. Naruto Uzumaki se retrasaba.Probablemente estuviera trabajando, o quizá se hubiera detenido en el bar a charlar con una camarera.

Por alguna razón todas las mujeres se sentían atraídas hacia él. Pero Sakura no. Sakura suspiró con impaciencia y cerró la carpeta con los cheques. Naruto no se había acercado a la oficina a cobrar el suyo, y estaba harta de esperarlo.

Era la víspera de Año Nuevo, el momento de dejar atrás el pasado y
mirar hacia el futuro con decisión. Últimamente la vida de Sakura parecía
cortada por un patrón.

Aquella noche se había citado con Neji. Debía marcharse a casa y ponerse el vestido de noche que se había comprado especialmente para la ocasión, pero se sentía incapaz. No podía marcharse.

Molesta, Sakura tuvo que admitir para sí misma la razón: Naruto Uzumaki no había aparecido por allí. Pero, ¿y qué le importaba a ella?

Sakura se puso en pie, tratando de olvidarse del atractivo Naruto Uzumaki y su actitud indiferente. Él había aparecido por allí de improviso, reclamándole un favor a su primo Rock Lee, que le había dado un empleo.

Sakura lo había lamentado desde entonces. ¿Cuánto hacía de eso, dos meses?Parecía haber transcurrido mucho más tiempo.

Nada podía prepararla para un hombre como Naruto Uzumaki. Él era todo lo que una buena chica como ella debía evitar a toda cosa.

Sakura miró por la ventana y observó el sol ponerse. Por mucho que lo intentara, no podía dejar de notar el hueco vacío en el que debía estar aparcado el camión cargado de troncos de madera de Naruto.

En su lugar estaba la
motocicleta. Estaba helada. Y preocupada. Naruto podía estar herido, perdido en el
bosque. Podía ocurrirle hasta al más experimentado de los leñadores, y Naruto ni
siquiera tenía experiencia.

Sin embargo no le daría las gracias si mandaba a un equipo de rescate a buscarlo sólo porque se retrasaba un par de horas. Sakura alzó la vista al cielo. La noche comenzaba a caer, y con ella, las temperaturas. Estaba decidido.

Sakura respiró hondo y se dirigió al despacho de su primo Lee.
—¿Tienes un minuto?
—Creía que te habías marchado, ¿qué ocurre?
—Es Naruto. Todos los demás han pasado por la oficina y han cobrado,
pero él no.

—Probablemente estará cargando el último camión del día —contestó Lee, reclinándose en el respaldo de la silla— Yo no me preocuparía, sabe cuidar de sí mismo.

Finjiendo ~NaruSaku ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora