Prefacio

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El sonido de "Whisky and Blues" ambientaba el bar, los pocos clientes que tenía disfrutaban del ambiente y la comodidad del bar. El rubio limpiaba los vasos que había lavado previamente, faltaba poco menos de una hora para cerrar por lo que ya estaba levantando todo para irse a casa. Si bien el Pogo's no era un bar con cinco estrellas como el Vanilla, tenía clientes fieles, sin mencionar que la noche se llenaba cuando los policías iban a ese bar, con eso le bastaba para seguir manteniendo el bar a flote.

-  Ese fue el último – dijo la sexy pelinegra con unas curvas envidiables que hacían caer a cualquier hombre – ¿Te ayudó a cerrar?

-  Tranquila Danny, cerraré yo – le sonrió – Vete con cuidado.

-  Eso haré, nos vemos Gus.

Danny, la sexy mesera y mano derecha en el bar de Gustabo, se habían acostado un par de veces, pero ella siempre lo frenaba, ya que a Gustabo solo le gustaba coquetear. Es por eso que se llevaban bien, ella tenía novio y él solo disfrutaba la vista.

Al terminar de dejar el bar limpio y ordenado, tomó sus cosas, sus llaves y salió del bar. Se dirigió a su motocicleta, cuando se puso el casco recibió ese mensaje, que solo adjuntaba una dirección. Una pequeña sonrisa se le dibujó al rubio y sus ojos azules brillaron con intensidad, ya había llegado el momento más satisfactorio y excitante de su día a día.

Conduciendo arriba del límite de velocidad, pasándose algunas luces rojas, pudo llegar a la dirección en menos de 15 minutos. Dejando su motocicleta estacionada justo en la entrada de la fábrica abandonada, se quitó el casco y entró. Pudo divisar la luz blanca en el fondo y conforme se iba acercando vio tres hombres de traje rodeando al tipo que estaba amarrado en la silla, solo tenía un par de golpes nada fuera de lo normal.

-  Es un gusto verte de nuevo Wilson – dijo quien parece ser el jefe.

-  Lo mismo digo – sonrió el rubio pasando una mano por su cabello - ¿Qué tenemos? – dijo mientras se ponía sus anillos.

-  Ya habló, pero no lo suficiente y queremos que lo hagas hablar – sonrió de lado – Sé que podrás lograrlo.

-  ¿De cuánto estamos hablando? – dijo con una pequeña sonrisa.

-  50 mil, si habla y 50 mil más, si lo matas.

Gustabo miró al hombre que estaba frente suyo, su mirada le suplicaba por su vida, pero poco le importaba a él. Acomodó sus anillos y comenzó a golpearlo, un par de golpes lograron tirarle algunos dientes, los golpes del rubio eran fuertes y con los anillos puestos eran peligrosos.

Su rostro quedó desfigurado y sus manos llenas de sangre, volvió a acomodar sus anillos y comenzó a golpearlo en el pecho y el vientre. El dolor y ardor de los filosos picos punzantes que se enterraban en el cuerpo del hombre, era un dolor infernal que provocó se desmayara. Gustabo se detuvo, sacó de su chamarra un estuche con varias inyecciones, tomó una de adrenalina y se acercó al hombre para ponérsela en el brazo y pudiera reaccionar de nuevo. Le dio un par de golpes más antes de dar unos pasos para atrás y darles el paso libre a los hombres de traje.

Sacó un pañuelo y se limpió las manos, se quitó los anillos y los guardó. No quitó la mayoría de la sangre, pero podía cubrirlo con los guantes en cuanto llegara a casa. Se quedó recargado de una pared mirando como el hombre comenzaba a hablar como cuando un pájaro canta en las mañanas. El jefe se acercó a él dándole el sobre con el dinero.

-  Hay 50 mil ahí, estaremos afuera en cuanto termines el trabajo y tendrás el resto.

Gustabo tomó el sobre y lo guardó dentro de su chamarra, entonces sacó su arma y le puso el silenciador, se puso sus guantes. Tuvo que planear la escena del crimen, dando un par de disparos en la pared y al muro frente al hombre, después se acercó y le dio tres tiros dos en el pecho y uno en la cabeza. Desató al hombre, quitó la silla y lo tendió en el piso. Guardó todas sus cosas y se aseguró de no dejar evidencia de nada.

Ahora soy papáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora