... quiero correr

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JEON JUNGKOOK

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Las bocinas de los autos aún lo ponían nervioso. Estar varado en un medio embotellamiento no era nada placentero para Jungkook. Respiró consciente y lento por unos minutos. No debía perder la paciencia. Tenía que acostumbrarse a enfrentar todo eso por su cuenta. No quería perjudicar más a sus padres pidiéndoles que siguieran estando con él en cada sesión de rehabilitación. Sabía que debían sacar permisos de sus trabajos. A esa altura ya habían agotado sus vacaciones y la compasión de sus jefes. Pero, aún así, no podía mentirse a si mismo. Aún era un chico de 15 años común y corriente que tenía miedo...

-- ¿Seguro que no quieres que me quede contigo, cariño? -- preguntó dulcemente el señor Jeon, maniobrando el auto para tomar una ruta más despejada.

-- No, papá. Está bien. Jimin estará conmigo cuando salga -- dijo Jungkook con una sonrisa lo suficientemente amplia como para que pudiera convencer a su padre.

-- Okey, campeón. Pero vendré...

-- ...después de la sesión para hablar con el doctor Lee. -- terminó por él -- Lo sé, pa. Está bien.

-- Vale. No te pases de listo.

Ambos rieron por lo bajo. La música que pasaban por la radio del carro se oía bajo, pero era buen distractor. Últimamente les era más complicado conversar. Antes, solían hablar mucho por el baloncesto, los torneos y el equipo de la escuela. Ahora el tema parecía un tabú entre ellos... Pero, en realidad, era una herida que compartían. No querían tocarla ni verla, para no incrementar el dolor.

Jungkook había aprendido a jugar baloncesto por su padre desde que estaba en la primaria. Todos los domingos salían religiosamente a practicar, pero más que un entrenamiento era un juego. A veces se unía su mamá. Entre tiempos, se colaba su amado y enorme perro Bam. Era de las únicas cosas que hacían juntos. Jungkook no podía evitar sentir un nudo en la garganta ante la incertidumbre de si esos días podrían volver o si realmente estaba todo perdido. Entraron al estacionamiento del hospital y encontraron un espacio ideal para el parqueo.

El señor Jeon bajó del auto y montó la silla de ruedas afuera. Jungkook la miró como un condenado mira la soga con la que lo van a colgar. Sin embargo, sintió más pesar. Sabía que no era su final, sino que debía aprender a coexistir con esa soga atada en el cuello, impidiéndole respirar con alivio... por quién sabía cuánto tiempo.

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Una vez se despidió de su papá, Jungkook siguió a la amable enfermera que insistía en guiarlo hasta el lugar, aunque el chico ya se sabía el camino de memoria. Le agradeció con una sonrisa y simplemente miró la puerta blanquecina de la entrada un buen rato. Debían llamarlo. Había llegado algo temprano. Casi no había nadie en la sala de espera. Sólo una señora que terminaba una conversación con un muchacho a quién, al parecer, ya no le tenía paciencia.

Y, mientras tanto, pienso en ti  [Yoonmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora