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La siguiente mañana, aun no terminaba de desenredar mi cabello cuando recibí una llama del número de Sofía, rodé los ojos antes de tomar mi móvil y responder.

–Hola.

–Mar –suspiró extasiada–. Que delicia es escuchar tu voz.

–Sofía –no pude hacer menos que soltar una risita, esto era absurdo–. ¿Qué ocurrió esta vez?

–Tenemos una salida programada –alardeó con voz cantarina.

– ¿De qué se trata?

–Esta tarde, Matías, Esmeralda tu y yo iremos a pasear, luego al cine, después Matías se ira y las chicas haremos fiesta de pijamas en mi casa –chilló–. Como en los viejos tiempos.

–Suena divertido –dudé, pensando en que Esmeralda y Matías tal vez no querían pasar todo el día conmigo–. ¿Los chicos están de acuerdo con esto?

–Claro que si –parecía como si hubiera estado esperando ansiosamente mí pregunta–. De hecho todo fue idea de Esmeralda, ¿Qué te parece?

–Me parece una idea estupenda –acepté, comenzaba a sentir que una sonrisa se formaba en mi cara, quería recuperar lo que tenía con Esmeralda–. ¿A qué hora?

–Matías pasará por nosotras a las dos.

–Perfecto –eso me daba tiempo para entrenar durante unas horas–. Nos vemos a las dos.

–Hasta entonces –colgó.

Lancé mi móvil hasta mi cama y terminé de desenredar mi cabello para después anudarlo en una coleta con la liga que llevaba en mi muñeca a modo de brazalete. Suspiré audiblemente antes de dirigirme a la cocina para prepararles desayuno a mis padres, una vez ahí, puse a hervir papas y huevos a fuego rápido para lograr terminar a tiempo, mientras se cocían en el agua saqué polvo para hacer té helado de la repisa y lo mezclé en una jarra con agua y hielo, después llevé la jarra y tres vasos al desayunador. Cuando regresé a la cocina tomé un tenedor para pinchar una papa y ver si estaba lista, después de comprobarlo saqué un plato para servirme, no le serví a mis padres porque no los miraba por ningún lado.

Me senté en el desayunador, le quité la cascara a mi huevo y lo partí por la mitad con mi tenedor, me comí una mitad de dos mordiscos, le di un trago a mi té y comencé a comerme la papa, llevaba menos de la mitad cuando escuché el pitido del auto de Medrina. Rodé los ojos y continué comiendo mi papa, después de todo, ella siempre me hacía esperar. Volvió a sonar la bocina dos veces más y me llamó una vez al móvil antes de que terminara con mi desayuno y me lavara los dientes.

– ¿Por qué tardaste tanto? –Me preguntó cuando subí a su coche.

–Estaba ocupada –miré por la ventanilla, la verdad estaba un poco avergonzada por haberme tomado tanto tiempo.

–Como sea, tengo cosas que hacer después de llevarte al entrenamiento.

– ¿Cómo puedes tener cosas que hacer? –Entorné los ojos–. Ni siquiera ha iniciado el instituto, dudo que conozcas a alguien que no sea Daisy o Corvel.

–No por ser hija de un directivo tienes el derecho meterte en los asuntos de los demás –vociferó.

No le respondí, tanto ella como Daisy creían que yo era hija de Charles.

En el entrenamiento, Corvel me enseñó a tensar la cuerda del arco, a usar el carcaj debidamente, también sostuve el arco como era digno y entendí como debía de apuntar hacia un objetivo de manera correcta. Moría por poner en práctica mis nuevas habilidades, al igual que todas las demás disciplinas, el tiro con arco me parecía sencillo, aunque en realidad, aún no había lanzado alguna flecha.

Atrapada entre sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora