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La balsa dio una sacudida, anunciándonos que el final de nuestro recorrido en ella había llegado, levanté mi vista, pero el barquero se había desvanecido, así que sin nada más por hacer me aproximé hasta la punta para bajar al igual que los otros, dirigí un pensamiento rápido en forma de agradecimiento a Caronte antes de bajar, sin saber si él podía percibirlo o no, de cualquier forma, yo ya no podía verlo.

Me esforcé en controlar mi respiración, porque la información que había recibido era sombría y todavía no quería alertar a alguien de lo que había pasado. No sentía que era el momento de compartirlo, o si les diría en alguna otra oportunidad.

Estaba fuera de la balsa y el paisaje había cambiado de nuevo, esta vez no había niebla, había desaparecido de forma radical, la luminiscencia era similar al brillo naranja que proyectaba el sol cuando estaba en la transferencia entre día y noche, el crepúsculo. El suelo era blando, tierra esponjosa a todo nuestro alrededor y esta vez no se levantaba.

A pesar de que estábamos visiblemente solos, se escuchaban algunos ruidos que me parecían de selva, algunas aves e incluso monos, miré hacia todos lados intentando encontrar la procedencia de estos, no lo logré.

Noté que sombras de animales que parecían proyecciones se miraban en el suelo mientras caminábamos, me aparté de una sombra de ardilla que corría hacia mí, los demás se quedaron quietos, notándolo también.

Era majestuoso observar sombras de animales inexistentes, estábamos rodeados de ellas y también de los sonidos de animales, pero no había nada, excepto las sombras en el suelo.

Un rugido de una leona se escuchó a nuestra izquierda y todos volteamos para ver a la sombra de aquel animal atacar al espectro otro, instintivamente nos movimos un poco hacia la derecha, aunque no parecía amenaza, si intimidaba.

– ¿Qué es esto? –Preguntó Micha, su voz trémula.

–Este lugar es el paraíso de Gea –dijo Corvel–. No se preocupen, son inofensivos.

Supe que se refería a los animales, ahora también comenzaban a formarse sombras de árboles y plantas que se movían con un viento invisible, escuché el sonido de la risa de niños.

–Continúen –dijo Cameron, él reanudó la caminata y los demás lo seguimos.

¿De donde venía todo esto? ¿Era acaso producto de la imaginación de esa Gea? ¿Era eso posible?

El sonido de una cascada provenía de unos metros por delante de nosotros, fue extraño pisar aquella imagen y ahora aún más extraño ver aquellas sombras tan reales y no saber de donde provenían, miré las imágenes de nubes pasar por el suelo, pero cuando miré hacia arriba no había una sola nube, varias sombras de aves pasaron y las seguí con la vista, era extrañamente hermoso, me di cuenta de que la iluminación era perfecta para captar las sombras. Sombras que provenían de ningún lado.

Noté que lo que había dicho Corvel era cierto, extrañamente esto era un paraíso. Me acerqué a Cameron que iba al frente, comencé a caminar a su lado, sentí la necesidad de escucharlo hablar por lo que decidí iniciar conversación.

– ¿Quién es Gea? –Le pregunté.

–Es la diosa de la tierra, o la madre tierra, literalmente estamos en la parte bella del inframundo, este lugar cambia de paisaje dependiendo del humor de Gea, puede ser bosque, desierto, montaña, lo que sea.

– ¿Y dónde está ella?

–Probablemente en algún lugar cerca del tártaro –me miró, parecía que medía cuanto estaba lista para saber–. El tártaro es la peor parte de aquí, ahí es donde penan las almas de los pecadores.

Atrapada entre sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora