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Los días pasaron, todas las tardes visité a Cameron, me frustraba no notar algún progreso, pero según Marcus, los informes médicos decían lo contrario así que fui paciente y hablé con él todas las tardes, le dije que lo quería y cuanto lo había extrañado, le conté que había cumplido diecisiete años mientras estábamos en terreno neutral y le dije que probablemente sería castigada por haberme ido sin avisar y haber llevado a Marcus conmigo, en ningún momento mencioné a Eider, sentía que al hacerlo aliviaría algo de mi culpa respecto a lo que le pasó, pero también sabía que merecía sentirme culpable, porque lo era.

Una mañana me informaron que Cameron estuvo varios minutos consiente, pero no fui testigo de ello.

Obviamente, me preocupaba muchísimo por la familia que había dejado en Wallville, pero de momento, mi prioridad era el chico que se la pasaba postrado en aquella cama.

Ya hacía una semana que había llegado al recinto y cuatro días desde que visitaba el lecho de Cameron, como cada tarde estaba en su habitación, sentada en el pequeño sillón que yacía al lado de la cama, pero esta vez no hablé simplemente lo miré y admiré las cosas que él había hecho en el pasado.

Estuve corriendo mi mano por todo su rostro durante mucho tiempo. Recosté mi cabeza en su cama. Eventualmente, las noches que había pasado sin poder dormir comenzaron a cobrarme factura ahora que había recobrado un poco de paz. Esperaba poder soñar con él. Cerré mis ojos y permití que el sueño me tomara.

Parpadeé varias veces, la luz natural de la habitación era poca, por lo que supuse que estaba anocheciendo. Lo primero que noté al abrir los ojos fue que mi mano estaba sobre la cama, nuestras menos se estaban sujetando los dedos estaban entrelazados y estaba casi segura de que no lo había hecho yo, volteé a verlo, pero seguía dormido. Con mucho cuidado separé mi mano de la suya, estaba segura de que el tiempo de visita se había terminado hacía tiempo. Me levanté del sillón, pero antes de irme me incliné sobre su cama, deposité un pequeño beso en su mejilla y luego me giré hacia la puerta.

Caminé en dirección a la salida, mi pecho dolía por tener que separarme de él, pero ahora tenía la certeza de que pronto se recuperaría.

–Me besas y luego te vas, supongo que no debo esperar una llamada tuya ¿Cierto? –Dijo una voz débil a mi espalda.

Me gire, realmente sorprendida y suponía que esa sorpresa estaba reflejada en mi rostro. Él se mirada débil pero una pequeña sonrisa burlona se filtraba en sus labios, sin querer perder más tiempo fui hasta él, aún estaba recostado en la cama, me lancé sobre su cuello y lo abracé con toda mi fuerza.

–Oh, Mar, cuidado, quiero esto, pero aún no, no es el momento –tenía una nota de burla en su voz que se miraba un poco eclipsada con el trabajo que le costaba hablar.

Me aparté de él, sintiendo el rubor acumularse en mis mejillas y lo miré directamente a sus ojos azules.

–Lo siento –le dije, sonriendo.

–No te disculpes –esbozó una débil sonrisa–. No es tu culpa que sea irresistible.

Una parte de mi quiso golpearlo, él era arrogante en los peores momentos para ser arrogante, en lugar de eso reí, lágrimas empañaron mis ojos, pero eran lágrimas de alegría.

–Cameron... te extrañé, pero justo ahora debes descansar, vendré a verte luego ¿de acuerdo? –Sabía perfectamente que él no estaría de acuerdo.

–Ven aquí –se movió con dificultad hacia el otro extremo de la cama y levantó las sabanas que lo cubrían para dejarme entrar.

Sin decir palabra alguna me recosté en la cama de lado para ver a Cameron a la cara. El limpió una lágrima que estaba bajo mi ojo y luego acarició mi mejilla, su mirada se había dulcificado.

Atrapada entre sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora