POV' Scarlett
Siento que abren la puerta donde el chico misterioso que me había comprado me ha traído, era una cas gigantesca, juro que podría perderme en ella. Me trajeron a un cuarto con una muy bella decoración, era de color crema con cama grande de colchas de color blancas con negro, adornadas de esponjosas almohadas, un grande armario y un espejo con un gigantesco baño. Había pequeños sofás que la adornaban y algunos cuadros que me quedaba mirando por momentos y me iba lejos en mis pensamientos.
Sentada en el suelo recordando mi asquerosa vida, ahora aún peor. Recordando mis estudios, mis amigos, mi vida loca y lo que pararía ahora. Siento sus pasos, pero no me molesto en levantar la cabeza. Siento que se sienta frente a mí en uno de los sofás que habitan en la habitación. Siento sus respiración o mejor dicho la escucho.
-Solo hay tres reglas- dijo su voz, una voz que mandaba escalofríos a todo el cuerpo. Lo había escuchado hablar dos veces, en el camino habitaba un gran silencio, él solo se limitaba a verme y yo a mirar por la ventana del auto.
Ya vienen las malditas reglas.
Empezamos mal
Me agradó salir de ese prostíbulo sin un viejo de dueño. ¡Porque Dios! Juro que me hubiera muerto. Todo el mundo me miraba y se sorprendía a que el chico misterioso me comprara. Le digo chico misterioso ya que no sé su nombre.
-Regla número 1. De ahora en adelante solo eres mía. Soy tu dueño. Regla Número 2. Ningún hombre podrá tocarte al menos que no sea yo. Y Regla número 3. Te casarás conmigo quieras o no- dijo calmado y bastante sereno. Su voz me mandaba escalofríos a todo mi cuerpo.
Levanté la vista y lo miré a los ojos desafiante.
-Primero no soy ningún objeto, segundo no eres nadie para decirme quien debe tocarme y quien no y tercero para casarse hay que amarse y conocerse. Yo a ti no te conozco y mucho menos te amo. Que me hayas comprado no significa nada- Dije cortante.
-No estoy diciendo que eres un objeto, soy tu dueño y por último no te amo, solo te he escogido para amar. Quieras o no, eres mía- dijo con su voz gruesa y dura. Está enojado.
-Eres un maldito mafioso compulsivo-
-Tú mafioso compulsivo- me respondió.
-¿Mi mafioso compulsivo?- susurré
¡What! ¿Está loco o yo escuché mal?
-¿No dirás nada?- dijo y pude notar que su voz se volvió más gruesa. Amenazante.
-¿Qué quieres que te diga? ¿Qué me alegran tus reglas? ¿Qué me gusta escuchar como dicen ser de quien soy, como si fuera un objeto y sin poder elegir? ¿Qué me obligarán a casarme y que estoy brincando de alegría? ¿Qué quiere que le diga?- dije terminado de hablar y ahora sí levantando mi cabeza y mirándolo con enojo.
Su expresión era seria, calmada y sus manos tenían una postura serena. Aún no de enojo
-Para casarse hay que amarse, conocerse y créeme tu y yo no nos conocemos ni mucho menos nos amamos- dije nuevamente desafiando lo. Mi voz era fuerte.
-No me importa. Te he escogido a ti para amarte. Es tu palabra contra la mía.- Habló dándome escalofríos otra vez.
-Yo no quiero amarte. Además, según lo que he escuchado los mafiosos no aman, y desde mi punto de vista no creo que puedas amar.- Dije sonriendo con amargura y enojo.
Sus ojos se enfurecieron y pude notar la tensión.
-¡Mira quien habla! Una chica que no ha tenido novio en toda su vida. No me puedes reclamar nada- me contestó.
Bajé mi cabeza y sentí mis ojos inundarse de lágrimas. Me había dado en mi punto débil.
-¡Como sabes eso! ¡No tienes derecho a saber eso! No sabes nada de mí, ni eres quien para juzgarme. ¡Porque me haces recordar cosas que no quiero!- dije furiosa, me ardía la sangre en este momento y podía llorar de lo mal que me sentí.
Sonrió
-¿Ves?, no es bueno que te juzguen. No fue mi intención herir algún recuerdo que tenías oculto. Al decirme que los mafiosos no amamos me juzgaste y te quise ver lo que sentí al yo juzgarte. Nadie está solo porque quiere, a veces solo porque la vida lo ha querido así o aún pero, porque no queremos reconocer que todo el mundo necesita de alguien- Dijo y me pude fijar que él era muy astuto y bastante directo. Algo me decía que había pasado por cosas grandes y horrorosas a la vez. Sus ojos transmitían solo frío. Es extraño. Esos ojos color azules me miraban esperando una respuesta que no sabía cuál era, tener a un mafioso que al parecer piense diferente a los demás me hacía divagar, solo tenía un camino y mi camino nunca es rendirme.
-Scarllet, no pienso hacerte daño, ni quiero. Te la estoy poniendo fácil. Tienes razón no nos conocemos, te invito a que lo hagas. No te lastimare. Prometo no hacerlo, solo cumple mis reglas- dijo acercándose a mí. Lo miré me tendía su mano para ayudarme a levantar del suelo.
¡La tomé y que sensación! Sentí escalofríos, su manos era suave y no tenía recuerdos de haber tomado o sentido unas manos como las de él. Me fijé y tenía tatuajes, su mano estaba llena de tatuajes, me fijé en la otra y también estaba llena de tatuajes, no me podía fijar en sus brazos porque llevaba traje. Pero bueno, eso no importaba.
Sentí sus brazos bruscamente en mi cintura y lo que me sacó de mi trance fue el choque con su pecho haciéndonos juntar. Estábamos tan cerca que podía ver sus labios muy de cerca con los míos, levante mi mirada a sus ojos y que fuego. Tenía unos ojos hermosos llamativos, pero a través del frío tarde o temprano yo descubriría porque eran así y luego me encargaré de derretir ese hielo que veo.
-Esta bien, acepto tus reglas- susurré sabiendo a lo que me sometía, a lo que viviría de ahora en adelante.
Sonrió
¡Maldita sonrisa!
-Así me gusta, hasta luego pequeña- dijo soltando me delicadamente, sonriéndome y marchándose. Dejándome una sensación extraña.
No sabía su nombre, pero sé que él sabe el mío. Estoy segura de que me investigó y sabe más de lo que sé yo de él.
Lo que estoy segura es que la vida con este mafioso no será fácil. Es un Mafioso Compulsivo.