Llegan treinta y nueve semanas de embarazo. Ir a estudiar se ha convertido en toda una lucha, así que he aplazado parciales por lo tanto me toca pagar supletorios. Lo único que quiero es tener él bebe fuera de mí, cuando estas embarazada en ningún momento te encuentras sola, siempre sientes que están contigo, además se me hace tedios caminar, y la incontinencia es horrible.
Siento que me mueven una y otra vez.
— ¡despierta niña mal!—dicen.
Abro los ojos y es Louis.
— ¿Qué pasa?—le pregunto somnolienta.
— Parece que te has hecho pipi en la cama. Creo que estas algo grande para esto.
Siento una punzada en mi pecho, yo no me he hecho pipi. Me siento en la cama y paso una mano por la humedad, esto ni siquiera tiene olor a pipi. Rápidamente me levanto y veo que el líquido se sigue escurriendo por mis piernas.
— ¡él bebe!—grito al borde de la locura— estoy perdiendo líquido, vamos—digo.
Me quito la ropa lo más rápido que puedo y la cambio por un vestido, con ayuda de Louis bajo las escaleras y salimos de casa, subimos en su auto y el avanza lo más rápido que puede. Estoy nerviosa, sé que cuando las mujeres pierden liquido... no me lo quiero imaginar, es fatal... ninguno de los dos dice una palabra, el conduce lo más rápido que puede, ya que las calles se encuentran vacías, se pasa algunos semáforos en rojo y sigue. Después de unos desesperantes minutos llegamos. Él sale del auto y al cabo de unos segundos regresa con unas enfermeras y una silla de ruedas.
— ¿Cómo es su nombre?—pregunta la enferma que me lleva en la silla.
— Sidney Stoner—digo con algo de dificultad, la voz me tiembla.
— ¿Cuánto tiempo llevas así?—inquiere.
— No lo sé, solo me desperté y estaba rodeada del líquido.
Louis viene corriendo detrás, ellas me llevan hasta la parte de urgencias y me internan en una sala, con delicadeza y un poco de dificultad me ayuda a subir a una camilla.
— Al parecer has perdido líquido, creo que lo que harán es una cesárea de emergencia—dice la enfermera.
— ¿pero él bebe va a estar bien?—pregunta Louis.
— Todo depende de lo que diga el obstetra.
Las puertas de la habitación se abren y llega un hombre joven. Me da órdenes de que abra las piernas. Él introduce unos cuantos dedos y por la mueca que hace en su cara las cosas.
— Perdiste un cincuenta por ciento de líquido, llévenla al quirófano, necesitamos sacar a ese bebe ya o lo perderemos—dice, y se me eriza la piel.
Él se retira y las enfermeras proceden a prepárame para entra al quirófano, y le dicen a Louis que no podrá estar presente y que tiene que esperar afuera mientras realizan el procedimiento.
Yo no puedo evitar llorar, si algo le llegase a pasar a Daniel seria el fin de todo para mí. Me despido de Louis y las enfermeras me llevan directo al quirófano, me ponen una mascarilla y me dicen que respire profundo una y otra vez, yo obedezco y con el pasar de los segundos quedo dormida.
Louis
Al salir de prisa no me percaté de que habíamos dejado el bolso con todas las cosas de Daniel, así que me toco regresar a casa. El trascurso lo sentí largo, no sé si es por la emoción o quizás por los nervios. Llegue a casa, entre busque el bolso y me cerciore de que todo estuviese en orden y volví a la clínica nuevamente, llegue hasta la sala de espera y me senté en las sillas, las manos me temblaban, no sabía qué hacer, creo que ser padre sin experiencia alguna es bastante aterrador, por lo general no trato con bebes. La puerta del quirófano se abre y sale una enfermera, yo me levanto del inmediato y ella sonríe.
— Permítame las cosas del bebe—dice.
— ¿ya nació? ¿cómo esta Sídney?—le pregunto y luego le entrego el bolso.
— Ambos se encuentran bien—responde.
Ella se marcha y me deja un poco más tranquilo, lo único que hago es mirar la hora. Es como si todo pasara en cámara lenta. Luego con el lapso de aproximadamente quince minutos sale otra enfermera, una más joven, pero no viene sola, ella trae a un bebe en brazos, es Daniel, mi pequeñín.
— Felicidades—dice la chica y luego me entrega al bebe.
Lo tomo entre mis brazos y es hermoso. Esta vestido de blanco y tiene un gorrito azul, tiene los ojos cerrados, y bosteza, se ve tan frágil, tan hermoso, el cabello le cae en la frente y sus rojizas mejillas le dan un toque único.
— Hola Daniel—susurro—yo soy tu papá.
Los ojos se me humedecen, es tan hermoso el momento.
— ¿me podrías tomar una foto?—le pido a la enfermera.
— Claro.
Le indico que el celular está en la silla, ella lo agarra y luego me toma un par de fotos. La alegría es demasiado, creo que consentiré y malcriare a Daniel, porque realmente lo amo, lo ame desde el primer día en que ese medico dijo que íbamos a ser papás fue todo tan emocionante... todo fue tan loco.
— Eres lo más lindo que me ha pasado en la vida, eres perfecto... no importa si el resto del mundo lo ve así, ante mis ojos tu eres la criatura más bella mi pequeño Daniel.
La segunda enfermera llega y me brinda una sonrisa.
— El procedimiento ha sido todo un éxito. Y la paciente ha despertado—anuncia— la pasaremos a una pieza para que así pueda verla y se le dará la salida mañana al medio día.
— Gracias—contesto— ¿Qué hora es?—pregunto.
— Son las dos de la mañana, él bebe nació a la una y media.
Yo me quedo con él bebe mientras que trasladan a Sídney al pieza, al verla aún sigue tonta por la anestesia y lo único que hace es reírse. Después de unos diez minutos vuelve a la normalidad y se percata que no estoy solo.
— Niña mal, Daniel y yo queremos saber porque te reías tanto.
Yo me levanto de la silla y le entrego al bebe. La sonrisa que se forma en su rostro es grande y hermosa.
— ¿es lindo?—le pregunto.
— Es él bebe más hermoso de todos, y será todo un rompe corazones, es mi hombrecito—dice ella y besa la frente del bebe.
— ¿esto es algo loco no crees?
— Esto es lo más loco y hermoso que pudo haber pasado entre los dos...
Daniel empieza a llorar, su llanto es potente e inunda la habitación. Sídney al parecer ha desarrollado su instinto maternal, pues procede a amamantarlo. Él abre sus ojos y son grises, muy grises y profundos. Ella hace una mueca y detalla al bebe.
— Tiene los ojos grises—dice—y ninguno de nosotros los tiene así.
Un nudo se hace en mi garganta.
— ¿pasa algo ricachón?—pregunta ella.
— Mi papá tenía los ojos así—digo y suspiro.
— Son jodidamente hermosos, piensa en que ahora que veas a Daniel te recordara a tu padre, y eso debe ser hermoso—dice ella con emoción.
— Gracias Sídney, por llegar y poner mi vida de cabeza, por darle emoción a todo y ahora por darme a Daniel.
— Fue trabajo en equipo—dice y alza las cejas.
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El novio de mamá [L.T.]
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